—Sí, yo creo que le falta algo, casi no hay gente en la pileta y eso que es una fiesta de piscina —replico—. Cuando saqué el cupcake de Cupido el año pasado, estaba con Cinthia y Romina pensando en estrategias para hacerle publicidad. A la colorada se le ocurrió hacer una fiesta así y yo pensé que cerveza, pileta y muffins serían muy mala combinación. —Me río.

—No, sería una buena idea para San Patricio... ¿Existen muffins sabor a cerveza? —Arquea una ceja.

—No tengo idea, pero no sé si estarían buenos. —Arrugo la nariz y asiente lentamente.

—Deberíamos probar algún día, yo creo que se venderían un montón.

La gente se empieza a desinhibir de a poco y se van tirando a la pileta. Una de las primeras es María, que le grita a Kevin para que la vea saltar del trampolín. Él la saluda con la mano para responder que la está mirando y yo resoplo.

La maldita está con una bikini roja, completamente infartante, que le marca los glúteos y el aro del corpiño le levanta los pechos hasta la pera. Me cruzo de brazos y suspiro cuando sale de la pileta como una diosa. Kevin la mira con expresión embobada y lo golpeo.

—¡Auch! —dice—. ¿Qué te pasa?

—Tenías un mosquito. —Me encojo de hombros y tomo otra bebida. No sé qué es, pero me quema la garganta de una manera impresionante. Me mira con una mueca de disgusto y resopla.

—Basta. —Lo miro confundida—. Vinimos a divertirnos y vos estás poniéndote celosa, no voy a aguantarte y vamos a terminar peleando. Basta, Olivia.

—Como quieras. —Resoplo y sonrío—. ¿Te animás a tirarte del trampolín?

—No, ni loco. Una vez lo hice, me resbalé ahí arriba y caí de panza al agua. Cuando salí tenía todo rojo —cuenta. Estallo en carcajadas—. No te rías, mala.

—Yo practiqué natación por varios años. Había olvidado eso, la verdad. Me encantaba saltar en el trampolín.

—¿Te animás a hacerlo ahora? —pregunta interesado. Asiento con la cabeza y termino mi bebida.

—Por supuesto. —Me saco el vestido y el calzado y se lo dejo para que me lo cuide.

Estoy supersegura de que me va a salir excelente, era la mejor en mi clase dando saltos. Eso fue hace cinco años, pero no estoy tan desgastada. Hago la fila y cada vez me falta menos. En cuanto subo, él me tira un beso y festeja.

Sonrío, respiro hondo, tomo impulso y hago un salto con una mortal en el aire antes de caer bolita al agua, como una bomba. Alrededor mío hay aplausos y salgo riendo y dando saltitos hasta Kevin. Me mira impresionado.

—Guau, eso estuvo espectacular. —Me besa—. No sabía que mi prometida era una aventurera.

—Tampoco para tanto, solo hice una mortal.

—¿Sabés hacer más posiciones? —Asiento con la cabeza—. ¡Y andá a hacerlas! Fuiste el mejor salto.

—Nah, era solo para refrescarme. Si llegan a hacer un concurso de saltos voy, si no ni me molesto.

Tomo otra cerveza y me imita. Luego toma mi mano y me saca a bailar. Suena Amor narcótico de Chichi Peralta. Está muy bueno para bailarlo y además es uno de los temas que más me gustan, aunque solo me doy cuenta de que me gusta cuando lo escucho una vez por año.

Kevin me hace girar, me mueve para acá, para allá, hasta que me canso y me subo a sus pies para que me lleve a su antojo. Ambos estamos muertos de risa, pareciera que estamos locos, pero solo somos felices. Una pareja feliz a punto de casarse. Roza su nariz con la mía y deposita un pequeño beso en mis labios.

—Te amo, mi aceituna dulce caliente celosa. —Me río.

—¡Cada vez más apodos! —exclamo, imitando el comentario que me hizo a la mañana. Él sonríe—. Y yo te amo mucho más, mi amor.

Nos besamos con intensidad. Él es el amor de mi vida, juro que daría todo por él. Una risa chillona pincha el globo de felicidad que me rodea. Kevin mira de reojo y luego bufa. Veo por qué, Benjamín está acá. El chico me saluda con la mano y le devuelvo el gesto.

—Después me decís a mí que saludo a la vecina —murmura Kevin—. Vos saludas a tu ex.

—Y vos también saludas a tu ex, es decir, Estela —replico con tono burlón.

—¡Es mi cuñada ahora!

—Sigue siendo tu ex. —Le saco la lengua y él ríe con ironía antes de besarme.

—Lo peor es que tenés razón, no puedo argumentar nada ante esa lógica. Sos muy inteligente.

Me río y beso su cuello. Él toma mis manos y de repente frunce el ceño.

—No tenés tu anillo —comenta con seriedad.

—Lo sé, lo dejé en casa por las dudas. Acá hay mucha gente, hay agua, si lo llego a perder me muero. Preferí dejarlo seguro en el cajón —respondo con tono firme. Él asiente con la cabeza.

—Sí, es cierto. Menos mal que te diste cuenta, porque si te lo llegaran a robar me suicido.

—¿Te salió muy caro?

—No pienses que voy a responder eso. Merecés todo lo más hermoso del planeta, y así salga un millón de pesos, lo compraría.

—Pero no me gusta que gastes en mí, yo soy sencilla.

—Lo sé, mi amor, y me encanta que seas humilde. Pero no voy a escatimar en gastos cuando nos casemos, ahora sos mi princesa, pero cuando seas mi reina, quiero dedicarte la mejor fiesta posible. —Me acaricia y siento cómo me sonrojo. Sonríe.

—Y yo te lo recompensaré haciendo un striptease con You can leave your hat on.

—Uf, ya deseo que llegue ese momento —susurra en mi oído.

Sonrío para mis adentros. Quizás eso sea un muy buen regalo para cuando cumplamos un año dentro de un par de semanas. Lo atraigo hacia mí y vuelvo a besarlo, sus labios son como una adicción para mí, no podría pasar ni un solo día sin besarlo porque me volvería loca.

Él me agarra de las piernas y me levanta en el aire, yo rodeo su cuello con mis brazos para sostenerme y chillo mientras se dirige a la piscina y se tira conmigo en brazos, sumergiendo la mitad de mi cuerpo en el agua.

Me apoya contra el borde de la pileta, me encierra con su cuerpo y sonríe.

—Tenía que hacer esto porque me estaba empezando a dar mucho calor por culpa de tus besos —murmura contra mis labios. Me río como una tonta—. Realmente me encantas.

—¡Iuuujuuu! —grita María claramente borracha desde el otro lado de la pileta. Bufo cuando se acerca a nosotros nadando con torpeza y cruzo una mirada con Kevin—. Kevin —dice cuando ya está con nosotros—, vos sabés que hago masajes de todo tipo. —Le guiña un ojo—. Si algún día estás disconforme con esta, podés venir a que te masajee un ratito y vas a liberar toda la tensión.

—Voy a tomarlo en cuenta —le responde él con amabilidad entrelazando su mano con la mía para que me tranquilice.

—Yo quiero que me hagas los masajes que me hacés en mis sueños —continúa ella haciendo puchero y con tono seductor. Mi cara empieza a calentarse y noto a Kevin claramente incómodo—. Yo pensé que hoy ibas a venir solito para estar conmigo.

—No seas ridícula, volá de acá si no querés que te saque el colágeno de la cara —le digo. Me mira con una sonrisa burlona y se encoge de hombros.

—Por ahora me voy a conformar con tu ex, pero cuando Kevin sea tu ex, creeme que va a conocer lo que es el verdadero sexo —masculla antes de regresar con Benjamín, que nos mira como si fuésemos un espectáculo exótico.

Kevin me abraza con fuerza y suspiro. No quiero separarme de él, no voy a dejar que eso suceda.

Quizás debería comer otra galleta de los deseos, porque me da la sensación de que todo lo que está pasando es por mi culpa, por pedir en Año Nuevo que la vida me diga si Kevin es mi alma gemela. Y quizás no lo es.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ