Kevin se tensa y noto que está aguantando las ganas de sacarlo a patadas, sobre todo cuando me entrega el ramo depositando un beso en mi mejilla.

—Deberías saber que a ella no le gustan las flores —le dice Kevin con tono seco y cortante.

—Me quiero disculpar por lo que pasó en el pool el otro día, Oli —confiesa haciéndole caso omiso a mi acompañante, quien bufa mientras abre el local. Yo miro a mi ex con seriedad.

—Está bien, no te preocupes —replico.

—Llegaste tarde hoy, pensé que no ibas a abrir —continúa. ¿Por qué habla como si estuviera yo sola?

—Estuve haciendo ejercicio —comento entrando y poniendo las flores sobre el mostrador. Él me sigue y me escudriña con atención.

—Pensé que odiabas hacer ejercicio.

—No hizo gimnasia, tuvimos sexo —le confirma Kevin irritado cambiando las cápsulas de la cafetera. Siento que me sonrojo y Benjamín traga saliva.

—Oli, ¿me podrías servir un cortado con una porción tarta de frutillas? —pregunta. Asiento con la cabeza.

Es más que obvio que está ignorando por completo a mi novio y no me gusta nada, me molesta demasiado. Mi pareja también forma parte del negocio, pero cuando estoy por decirle algo, él se sienta y al instante entra nuestra vecina. Aprieto la mandíbula. Se sienta en la misma mesa que Benjamín después de saludar a Kevin.

La odio con todo mi corazón, lo juro. No la aguanto, pero me trago las palabras para que no se arme una guerra.

Le llevo la bandeja a mi ex con su pedido y bajo a la cocina para no aguantar la risa chillona de la rubia. ¿Cómo le da cara de venir después de lo que hizo el sábado? Es obvio que estos dos quieren separarnos.

Kevin baja sonriendo y lo miro con cara de pocos amigos. Arquea una ceja.

—¿Qué? —cuestiona—. Mari acaba de contar un chiste que...

—Mari —lo interrumpo con sequedad—. ¿Te gustaría que le dijera Benja a mi ex? ¿No es un apodo cariñoso?

—Oli, no es un apodo cariñoso, es el diminutivo del nombre, nada más. Un apodo cariñoso es aceituna, como te digo a vos —contesta rápidamente. Ruedo los ojos—. ¿Y por qué yo tengo que aguantar al imbécil de Benjamín intentando conquistarte? —interroga con tono irritado.

—¡Pero yo no me río de los chistes que cuenta! —manifiesto frunciendo el ceño. Chasquea la lengua.

Da media vuelta y vuelve a subir las escaleras. A veces me dan ganas de darle una cachetada para que recapacite, ¿no se da cuenta de que María no es quien dice ser? No la soporto.

Decido volver a subir para atender a los nuevos clientes que entraron, no voy a abandonar a mi pastelería solo porque hay una persona indeseada. Kevin habla con ella mientras Benjamín no deja de mirarme y me hace poner bastante incómoda.

—¿Vas a ir a la fiesta que hacen en el departamento esta noche? —le pregunta ella con interés a mi pareja.

—¿Una fiesta en el departamento? ¿En qué parte?

—Sí, una pool party en la terraza. Va a ser divertido, deberías ir. —Le sonríe seductoramente—. Es con traje de baño.

Me muerdo los labios y me pongo a limpiar el mostrador. Veo que Kevin se relame los labios y se ríe nervioso mientras se rasca la nuca.

—No sé si Oli querrá... —dice. María hace una mueca de disgusto.

—Si tu novia es aburrida, allá ella. Si te gustan las fiestas tenés que ir aunque ella no vaya, en serio, tenés que salir. Vivís encerrado con ella, debe ser aburridísimo —contesta con tono molesto. Aprieto la esponja que tengo en la mano para no tirársela por la cabeza.

—Sí, bueno, seguro que voy. Es cierto que hace rato no salgo a una fiesta y... no me vendría mal divertirme un poco —murmura Kevin observando a la rubia cruzarse de piernas. Benjamín hace una mueca de sorpresa, pero no dice nada.

¿O sea que yo aburro a Kevin? ¿Que no sale a fiestas por mi culpa? ¿Que le va a dar malditamente igual si yo me quedo en casa mientras sale con esa rubia y la ve en bikini? Ja, que ni se crea que va a ir solo. No me importa parecer gorda, pero no voy a dejar de ir a esa maldita fiesta.

Benjamín se acerca a mí y me paga su desayuno. Le agradezco y se va sin decir nada incómodo, por suerte. La vecina se levanta, le da un beso en la mejilla a Kevin y le guiña un ojo.

—Nos vemos esta noche, bombón —le susurra.

¿Bombón? ¡Pero quién se cree que es! Un calor sube por mi rostro y mi cuerpo también me quema. La furia que tengo guardada por ella es tanta que soy capaz de matarla si me dieran algún elemento de tortura. Respiro hondo e intento calmarme, pero mi enojo aumenta cuando noto que Kevin sonríe con cierta mirada traviesa cuando recorre el cuerpo de María con su mirada. Me dan ganas de llorar.

Si no fuese porque mis amigas entran mientras la otra sale, creo que me hubiera desmoronado. Cinthia y Romina miran de arriba abajo a la chica y arrugan la nariz a la vez antes de saludar a Kevin y dirigirse a mí.

—¿Qué pasó, Oli? Estás roja —comenta la colorada y abre los ojos con sorpresa cuando ve la esponja hecha un bollo en mi puño.

—Umm, esto no me pinta nada bien. ¿Querés salir un rato y hablamos? —interroga Cinthia. Asiento con la cabeza.

—¿Dónde están sus bebés? —cuestiono al ver que tienen los brazos vacíos.

—Sus papás decidieron darnos un tiempo para nosotras solas, gracias a Dios —contesta Romina y me hace un gesto con la cabeza apuntando la puerta—. Vamos, el local está bastante bien y Kevin no va a tener problemas de atender.

Me saco el delantal, lo dejo sobre una silla y le aviso a él que me voy. Asiente distraído y bufo mientras salgo con las chicas.

Nos sentamos en una plaza para comer el helado que acabamos de comprar.

—Me va a dejar por esa rubia —les digo con tristeza—. Estoy segura.

—Ay, Oli, no creo... Si él te ama —replica Cinthia.

—Mientras no te deje plantada en el altar, así como Damián le hizo a Noe... —murmura la colorada.

—¿Quiénes son esos? —interrogo con interés.

—Ah, una chica que trabaja en una fábrica de ropa, me hizo el vestido que usé para el casamiento de mi hermana el año pasado y me contó que su prometido la dejó en el altar. O sea, le dijo que no adelante de todo el mundo. —Trago saliva y me dan ganas de vomitar al pensar que eso me puede pasar—. Y mejor ni te cuento lo que sigue, pero le hizo un gran favor al dejarla, creeme.

—Mmm, se me está bajando el ánimo —comento—. Ya no sé si quiero casarme con Kevin.

—¡Ni se te ocurra dejarlo! —gritan a la vez.

—No voy a dejarlo, ¡lo amo! Pero creo que él ya no me ama tanto como antes... —Como una gran cucharada de helado de chocolate y suspiran.

—Es normal sentir eso, están todo el día juntos, viven juntos, trabajan juntos, la rutina es bastante desgastante —agrega la rubia—, pero no quiere decir que no te ame. Podrías intentar hacer algo diferente con él.

—Como el sadomasoquismo —comenta Romina. La miramos con mala cara y se ríe—. Solo fue una idea. Oli, si Kevin te deja por esa Barbie, lo matamos.

Sonrío. Sé que lo harían.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora