—Playa nudista no, entonces. Porque acabo de imaginarte caminando por la playa, a todos los hombres parándosele cuando te vean y yo intentando taparte a cada rato.

Estallo en carcajadas y le doy un pequeño empujón antes de darle un beso.

—Estás loco, galán. Ayudame a encontrar el mantel blanco.

Nos disponemos a buscar lo que necesitamos y encontramos un mantel color beige. Es bastante lindo, así que decidimos comprar ese. También revisamos algunos objetos como vasos, platos y esas cosas. No queremos hacer una gran fiesta, pero vamos a hacer una cena y debe estar todo impecable.

Antes de irnos, compramos algunas cosas de despensa para hacer la comida de la semana.

Mientras estamos en la caja, listos para pagar, mi teléfono suena. En ese momento no le doy importancia, así que mientras tengo un momento de tranquilidad en el auto de mi suegro mientras Kevin guarda las bolsas en el baúl decido leerlo.

Desconocido 21:14

Me enteré de que vas a casarte. Sería una lástima que tu novio te engañe, ¿no? Igual, contás conmigo siempre. Benjamín.

Suspiro y ruedo los ojos. ¿De dónde sacó mi número? Este hombre se está volviendo loco, ¿piensa que con ese mensaje me va a hacer creer que Kevin me engaña? Ja, sí, claro. No va a lograr separarnos y cada vez estoy más segura de que la idea de que la rubia sea coqueta con Kevin fue su idea para darme celos. Por suerte, mi novio ni siquiera la mira.

Guardo el celular justo antes de que él entre y se siente en el lugar del piloto. Sonríe y me da un pequeño beso antes de arrancar el auto.

—Ya está casi todo listo. Ahora solo queda esperar a que sea sábado —dice mirando al frente.

—Así es. Espero que todo salga bien. —Aprieta mi pierna con suavidad.

—Va a salir todo bien, aceituna, no te preocupes. Nos amamos y eso es lo importante. —Asiento con la cabeza y me recuesto sobre su hombro. Él me da un beso en la frente por el instante en que el semáforo está en rojo.

El resto del viaje pasa en silencio. No puedo olvidar el mensaje que me mandó Benjamín, es obvio que algo está tramando y creo que quiere hacer que Kevin caiga en la tentación de la rubia. Voy a tener que vigilarlos bien de cerca, sobre todo a la vecina.

Quizás pueda pedirle ese favor a Gabriel. A pesar de que es un traidor por el hecho de que me mintió sobre el duende por un poco más de comida, y se lo digo cada vez que puedo, viene de vez en cuando a la pastelería y me dice que si hay algo que pueda hacer para remediar su traición que se lo diga y él lo hará. Creo que esta es mi oportunidad.

Eso sí, nadie debe enterarse de esto. Aunque, conociendo al policía, es capaz de contarlo por una cucharada de merengue.

—¿Oli? —Me llama mi acompañante, sacándome de mis pensamientos—. Ya llegamos, amor. ¿En qué pensás tanto?

Sacudo la cabeza y sonrío mientras me encojo de hombros.

—En nada, galán, vamos.

Bajamos del auto, lo ayudo a cargar las bolsas del supermercado y entramos al departamento. Subimos las escaleras. Kevin protesta porque quería ir por el ascensor, pero todavía le tengo miedo a eso.

—Tenés que ser como la vecina —dice él cuando entramos a casa y depositamos las bolsas sobre la mesa—. Ella sube y baja por el ascensor sin problema.

Lo miro con mala cara y respiro hondo para no responderle algo feo.

—¿Suelen encontrarse en el ascensor? —interrogo con tono desinteresado.

—Sí, pero no te preocupes, habla mucho y no la aguanto. El otro día me quedé encerrado con ella como por diez minutos y me dijo que... —Se interrumpe a sí mismo y niega con la cabeza—. Bah, algo sin importancia.

—¿Cómo qué? —cuestiono arqueando las cejas y empezando a guardar las compras en su lugar. Él me ayuda.

—Nada, aceituna, no importa. Una tontería.

—¿Algo sobre mí y Benjamín? —pregunto directamente. Suspira y se queda paralizado antes de asentir con la cabeza lentamente—. Quieren separarnos. A mí ese tipo me dijo que me engañás con ella. Bah, no me dijo con quién, pero lo dio a entender.

—¿Y le creíste? —inquiere con preocupación—. Porque yo no le creí nada cuando me dijo que te ves a escondidas con tu ex.

—¿Eso te dijo? —Ruedo los ojos y río irónicamente—. Imposible, estamos todo el día juntos, ¿en qué momento voy a verme con él?

—Es lo que yo le dije y no supo contestar. ¿Pero por qué va a querer separarnos?

—Es obvio, Kevin. Envidia lo nuestro y Benjamín quiere volver conmigo, la única forma de intentar conseguir eso es si nos separamos. Él cree que si vos me engañas yo voy a ir corriendo tras él para pedirle consuelo —digo con indiferencia—. Lo conozco demasiado y sé que es capaz de algo así. Pero yo confío en vos.

Lo abrazo con ternura y él busca mis labios con los suyos.

—Te amo mucho, muchísimo. Vos sabés que jamás voy a engañarte —murmura mirándome a los ojos—. No dejemos que esos nos separen.

—Por supuesto que no. —Tomo su rostro entre mis manos y le doy un pequeño beso—. Ya quiero que sea junio.

—¡Yo también! —Esboza una amplia sonrisa—. Sobre todo, porque en la luna de miel me vas a hacer un striptease y voy a volverme loco.

—Yo también quiero que me hagas eso a mí —replico con tono juguetón.

—Yo no tengo problema en hacértelo ya mismo. También voy a hacerte mil hijos si me dejás —contesta con voz ronca. Me río y vuelvo a alejarme para seguir guardando las cosas.

—No aguantaría mil hijos y mucho menos nuestra economía —digo con una sonrisa burlona. Él rueda los ojos y abre la boca, sigo antes de que hable—. Ya sé que es una manera de decir, pero a veces está bien tomar las cosas de manera literal.

—¿El sábado hacemos galletitas con forma de anillos? ¿O unos muffins y los decoramos con perlas y esas cosas? —cuestiona con expresión pensativa.

—Me gusta más la idea de los muffins —respondo asintiendo con la cabeza.

Un rato después, empezamos a cocinar. Kevin tenía ganas de hamburguesas, así que solamente le preparo la carne, la pongo entre dos panes junto con una rodaja de tomate, una hoja de lechuga y una feta de queso. Él le agrega mostaza.

—Bien de gordo —comenta antes de morder—. Estoy perdiendo mis abdominales por tu culpa —dice con la boca llena.

Estoy por responder cuando un gemido proveniente de la casa de al lado me interrumpe. Cruzo una mirada de cejas arqueadas con Kevin. Definitivamente, la rubia nos hizo caso y está con un tipo. Bien por ella.

Sigo mirando a mi novio con expresión divertida. En este poco tiempo que llevamos conviviendo, ya nos damos cuenta de lo que pensamos con solo mirarnos. Se encoge de hombros y sigue comiendo mientras yo pongo algo de música para no escuchar los gritos de la vecina.

Preparo mi hamburguesa, me siento a comer y charlamos mientras tanto. De repente, la música se detiene para pasar a la siguiente canción y se escucha con toda claridad:

—¡Ay, sí! ¡Kevin, dame más!

Mi novio se atraganta y yo solo trago saliva con incomodidad.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora