—Soy excelente para embocar las bolas en el agujero —comenta, mirándolo a Kevin mientras se relame los labios y le guiña un ojo.

Abro los ojos con estupefacción. ¡La que me faltaba! Que le coquetee a mi novio enfrente de mis ojos. Me tengo que contener para no arrancarle sus mechones perfectos. Él se ríe y me mira a mí, tratando de evitar la mirada de nuestra acompañante. La miro con una mueca de diversión forzada.

—¿Estás sola? —cuestiono, sacándole de nuevo mi palo y me cruzo de brazos. Kevin toma toda la cerveza de una sola vez.

—No, por allá está mi amigo. Solo quería saludarlos —responde María con inocencia y encogiéndose de hombros.

—Una lástima que el pool sea para dos personas nada más —opino con tono triste y burlón a la vez.

—En realidad, se puede jugar de a parejas —agrega Kevin sonriendo. Aprieto mis labios y lo miro con expresión seria. Él hace de cuenta que no ve mi rostro y se rasca la nuca, gesto que hace cuando está nervioso.

—Lo llamo a él y jugamos entre los cuatro, ¿les parece? —avisa la rubia con entusiasmo.

—¡Perfecto! —responde Kevin sonriendo de oreja a oreja. Nuestra compañera se va corriendo y ruedo los ojos—. ¿Qué pasa, aceituna?

—Se supone que era una salida para nosotros solos, ahora vamos a estar en una especie de cita doble, con esa rubia que te tira onda y...

—¿Creés que me tira indirectas? —pregunta, interrumpiéndome.

—¡No lo creo, es obvio! Siy ixcilinti piri imbiquir lis bilis in il aguijiri —contesto con tono burlón y bufo. Él estalla en carcajadas.

—Ay, Oli, estaba hablando sobre el juego —dice, acercándose a mí. Me da un beso en el cuello con suavidad y sonríe acariciándome la mejilla—. Y, aunque fuese en doble sentido, a mí solo me interesa embocar mis bolas en un solo agujero, y es el tuyo.

—¡Más te vale! —exclamo con tono divertido y lo beso con intensidad. Él toma mi cintura y me apoya contra la mesa.

—No sabés lo que me estoy conteniendo para no hacerte mía acá mismo —dice en mi oído en un susurro con voz ronca—. Y no lo hago porque es un lugar público, pero te juro que muero de ganas...

Un aclaramiento de voz interrumpe la declaración y siento mi cara arder al separarme de Kevin. Casi escupo mi propia saliva al ver quién es el acompañante de la chica. Benjamín.

¿Pero más mala suerte no puedo tener? Ahora no solo tengo que aguantarme las frases en doble sentido de ella hacia mi novio, sino también las miradas lascivas de mi ex y comentarios picantes que no me interesan escuchar.

Mi pareja lo mira con desagrado y hace caso omiso a su presencia, besándome cada vez que puede y sin parar de decirme cosas cariñosas en voz alta. Eso me hace sentir bien, significa que está algo celoso de Benjamín y quiere marcar territorio, no me molesta en lo absoluto porque yo estoy haciendo lo mismo con él para demostrarle a María que es solo mío.

La tensión se siente en el aire y el ambiente competitivo en la mesa de billar es lo que hace que las cosas se arreglen. Como si nosotros fuéramos la apuesta, empezamos a embocar bolas lisas sin parar, tenemos que demostrar lo buenos que somos y la excelente pareja que hacemos.

—¡Sí! —festejamos los dos a la vez, fundiéndonos en un beso apasionado cuando llegamos al final del juego y ganamos.

La incomodidad de ellos es notable y sonrío triunfante para mis adentros.

—Tenemos que pagar la siguiente ronda de cervezas —comenta Benjamín con una sonrisa decepcionada en su rostro. Esbozo una mueca de lástima mientras asiento con la cabeza.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now