—Ahora entiendo por qué sos tan buena batiendo mi crema —dice transformando su sonrisa en una expresión seductora.

Lo miro con las cejas arqueadas y siento que me sonrojo. Como si eso fuese poco, agarra con su índice un poco de la preparación y me hace un gesto para ver si lo chupo, cosa que hago sin dejar de mirarlo. Esto es algo nuevo, pero es bastante seductor.

En un segundo, su boca está sobre la mía. Me besa con desesperación mientras su lengua busca la mía y sus manos recorren mi cuerpo. Un gruñido escapa de su garganta cuando me separo para tomar algo de aire.

—Te necesito —murmura—. Hace una semana que no lo hacemos, quiero festejar el compromiso, la convivencia y lo mucho que te amo.

Acaricio su rostro con suavidad. Tiene los labios más hinchados a causa del beso, su pecho sube y baja cada vez con más lentitud y sus ojos café se posan sobre los míos. Me toma por la cintura y me pega aún más contra su cuerpo. El beso que se produce ahora es bastante más dulce y amoroso.

—Te amo —murmuro contra sus labios.

Él sonríe y me da otro beso más tierno que el anterior, pero igual de intenso. Me cuelgo de sus hombros y doy un saltito para treparme a su cuerpo, envolviendo su cintura con mis piernas. Él me toma de los muslos y me deposita en la encimera de la cocina.

Me mira con expresión pícara mientras se llena los dedos de crema y lo unta en mi cuello. Con un rápido movimiento, comienza a pasar su lengua con suavidad por la zona mientras deposita breves besos que me están haciendo cosquillear hasta lo más profundo de mis huesos. Quita mi vestido junto con mi sostén en un solo gesto y hace el mismo procedimiento de la crema por todo mi cuerpo.

Esta es la mejor previa que tuvimos en todo este tiempo y pienso que voy a divertirme mucho cuando llegue mi turno. No quiero acelerar las cosas, pero quiero tenerlo todo encremado y desnudo lo más pronto posible.

Empiezo a desabrochar los botones de su camisa con lentitud y acaricio su torso con un dedo lleno de mezcla. Me mira con sorpresa, supongo que no se esperaba eso, y mucho menos que pasara mi lengua de arriba hacia abajo, llegando a arrodillarme y comenzando a desabrochar su pantalón.

Acaricia mi pelo incluso antes de empezar algo y, cuando deslizo sus prendas por las piernas para sacárselas, el timbre suena cortando el momento.

Cruzamos miradas con asombro y me pongo de pie mientras él vuelve a ponerse los pantalones.

—¿Esperabas a alguien? —interroga. Niego con la cabeza y el timbre vuelve a sonar—. Voy a abrir, debe ser importante como para que toquen a la medianoche. Igualmente, esto no va a quedar así.

Me guiña un ojo antes de salir de la cocina y bufo mientras me vuelvo a poner el vestido para salir a ver quién es. Debe ser mi papá, siempre llegando en momentos inoportunos.

Ante la cruel imagen de una rubia de un metro ochenta, con unos ojos más azules que el mar y un cuerpo de infarto tapado solo con un short de jean y un top rojo, me paralizo. No solo porque está mordiéndose los labios mirando el cuerpo semidesnudo de Kevin, sino porque este está con la boca abierta y tartamudeando con cada palabra. Trago saliva y siento mi cara ponerse roja. Enseguida me aclaro la voz y mi novio me mira con expresión aterrorizada.

—Hola —le digo a la rubia con la sonrisa más amable y forzada que puedo—. ¿Qué necesitás?

—Hola —saluda ella—. Me llamo María, soy la nueva vecina. Mil disculpas por la hora, pero me dijo el dueño del departamento que cualquier cosa puedo acudir a ustedes y... —Posa la vista en Kevin nuevamente—. Quizás me podés ayudar vos. Necesito que me ayudes a abrir una caja en la que tengo varias cosas o no voy a poder dormir vestida esta noche.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Where stories live. Discover now