Llantos de bebé y una pelea llaman nuestra atención. Cruzo una mirada con Kevin antes de subir a ver qué pasa.

Cinthia y Romina están con sus bebés en brazos mientras pelean con un Benjamín bastante irritado.

—¡No vuelvas más! —exclama Romina con exasperación—. Ella está muy bien sin vos, no sé qué hacés acá.

—¿Qué pasa? —interrogo frunciendo el ceño y poniendo mis manos en la cintura. Los tres me miran con expresión divertida—. Sí, estoy bañada en harina y chocolate. ¿Me van a decir por qué pelean?

—¡Porque a este tipo se le ocurre volver cuatro años después de dejarte y todavía tiene el tupé de saludarnos! —replica Cinthia bastante enojada, algo que me sorprende porque ella es muy tranquila.

—Calma —digo, levantando las manos en un gesto de tranquilidad—, ustedes dos vayan a sentarse que están con sus gorditos hermosos. —Aprovecho para darle un beso en la frente a los bebés de ellas—. Yo me encargo de Benjamín.

El nombrado me mira con una sonrisa triunfante y estira su mano para quitar algo de mi pelo. Un pedazo de limón. No puedo evitar reír.

—¿Qué pasó ahí abajo? ¿Te peleaste con la batidora? —cuestiona con tono irónico.

—Algo así. ¿Qué necesitas? ¿Te sirvo algo? —pregunto, señalando una mesa para que se siente. Me hace caso y se ubica en el lugar.

—Quiero hablar con vos, te acordás de que teníamos una charla pendiente...

—Hoy no puedo —lo interrumpo, mirando a mis amigas—. Tengo un asunto con las chicas y además está mi novio abajo y tengo que ayudarlo...

—Ah —responde cortante y asintiendo lentamente—, bueno, en ese caso, me gustaría algo hecho con tus propias manos. Y un café con leche.

—¿Con dos cucharadas de azúcar y una pizca de canela? —interrogo. Él se ríe y asiente.

—Todavía te acordás de cómo me gusta el café. Sos muy linda, Oli. —Pone su mano sobre la mía y trago saliva antes de apartar su agarre con disimulo. Fuerzo una sonrisa.

—Ya te traigo el pedido —aviso. Le hago un gesto a Laura para que lo atienda mientras me dirijo a la mesa de las chicas. Ambas le están dando teta a sus bebés y es una escena bastante tierna—. ¿Quieren algo? —les pregunto.

—Que no le des bola a Benjamín —contesta la colorada en un susurro.

—¡No voy a darle bola! Está Kevin abajo, y no me interesa mi ex. ¿Les cuento algo? —Me siento enfrente de ellas y noto la mirada de Benjamín sobre mí—. ¡Voy a convivir con el idiota dentro de un mes!

Pegan un grito bajito para no asustar a sus hijos y me toman la mano por encima de la mesa.

—¡Eso es genial! —opina Cinthia con emoción—. Ay, Dios, voy a llorar...

—El postparto la sigue persiguiendo —articula Romina con los labios. Sonrío y me levanto nuevamente.

—Les voy a traer las galletitas de los deseos —anuncio con entusiasmo. Abren los ojos de par en par—. ¿Se acuerdan cuando mi mamá las hacía?

—¡Cómo olvidarlo! Las mejores galletas que probé en mi vida y, además, los sueños se cumplían —contesta la rubia sonriendo.

Les guiño un ojo y me dirijo a la cocina. Kevin está revisando el horno y esboza una sonrisa al verme.

—¿Quién estaba peleando? —cuestiona, peinándome con los dedos y terminando de sacar los restos de mezcla.

—Las chicas con Benjamín. —Se detiene de golpe—. No pasa nada, está todo bajo control. Le dije a Laura que le sirva así no tengo que volver a verlo, pero tengo que llevarle galletitas a las locas.

Vuelve a mover los dedos con lentitud en silencio. Doy un paso para acercarme un poco más a él y le acaricio la mejilla mientras lo miro a los ojos. Me pongo en puntitas de pie para darle un beso que él corresponde con suavidad.

—Entonces, ¿pensás mudarte a mi casa o yo también tengo que dejar el departamento para alquilar algo juntos? —cuestiono mientras lo abrazo. Él sonríe y hace una mueca pensativa.

—Como desees. Yo creo que estamos bastante cómodos ahí, ¿no? —contesta sin dejar de mirar mis labios. Asiento con la cabeza, porque es lo único que puedo hacer antes de que me bese con desesperación, como si no me hubiera besado en años.

Me apoya contra la mesada mientras rodeo sus hombros con mis brazos. Una de sus manos descansa en mi cintura mientras la otra acaricia mi pelo con suavidad. Nuestras lenguas se tocan en un gesto aterciopelado y no puedo evitar suspirar.

Un aclaramiento de garganta nos hace sobresaltar y giramos para ver quién es. Kevin se pone tenso al instante y chasquea la lengua.

—Los clientes no pueden pasar a la cocina —dice con tono firme. Benjamín le dirige una mirada desafiante y sonríe en mi dirección.

—Vine a saludar a Oli —anuncia. Le hace caso omiso a la mirada de mi novio y se acerca para tomar mi mano y darme un beso suave en los nudillos—. Nos vemos, preciosa.

Me quedo congelada en el lugar y le dedico una breve sonrisa. Siento los ojos de Kevin sobre mí, pero me quedo viendo como Benjamín desaparece de mi vista.

—No me gusta nada esto, Oli —dice él con voz ronca y cruzándose de brazos. Le sonrío y le doy un beso en la mejilla.

—Tranquilo, galán, lo tengo bajo control. —Tomo su rostro entre mis manos y uno nuestras bocas en un pequeño beso—. Te amo.

Me alejo, agarro el plato de galletitas y subo para darle a mis amigas. Me miran expectantes mientras agarran dos cada una y la comen con los ojos cerrados. Sonrío, es igual a los viejos tiempos.

Me siento frente a ellas para hablar. Hoy la pastelería está demasiado tranquila, debe ser que con el calor no sale nadie y además están todos de vacaciones.

—¿Qué pasó con Benjamín al final? —cuestiona Cinthia, tomando algo de agua.

—Nada, quiere hablar conmigo, pero todavía no se lo permití. Sinceramente, no estoy preparada para sus tonterías de exnovio arrepentido, tuvo bastante tiempo para arrepentirse. —Comienzo a jugar con una servilleta en un gesto nervioso y las miro—. Creo que apareció por mi culpa. Deseé saber si Kevin era el hombre ideal para mí y... bueno, ya apareció el impedimento —cuento en un susurro, por si a mi novio se le ocurre subir.

—¡Me jodés! —exclama Romina sobresaltada—. Pero si es obvio que Kevin es el ideal para vos, ¿por qué deseaste eso?

—Mmm, porque quiere que me case con él. Me da miedo, ¡un casamiento te une por siempre! ¿Y si elijo mal? ¿Si con los años cambia y ya no lo amo más? —digo con expresión avergonzada.

—Oli, es normal pensar eso. Creo que todas tenemos esas dudas cuando nos vamos a casar, pero la respuesta está en tu corazón —responde Cinthia sonriendo mientras cambia a Federico de brazo. Asiento con la cabeza y le devuelvo la sonrisa.

Las galletas de los deseos |EcdC#2|Où les histoires vivent. Découvrez maintenant