Capítulo 41

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Hola!!!, primero que nada quiero pedir DISCULPAS!, por todo el tiempo que tardé en actualizar... tuve unos meses muy difíciles en cuestiones de horarios. Ahora estoy con las pilas puestas para terminar la historia, espero que me acompañen y que no me hayan decidido abandonar a mitad del recorrido... 

Disfruten el capítulo de hoy y díganme qué opinan al respecto... mil disculpas de nuevo!

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Capítulo 41.

—Volveré para el horario de la cena —prometió a su suegra mientras acomodaba algunas cosas en su bolso.

—¿Ya se lo has dicho?

Negó con la cabeza y sintió que la angustia volvía a invadirla. Había apartado la preocupación de decirle la verdad a Salvador refugiándose en la misteriosa cita que tendría. Tragó saliva que dejó un gusto amargo en su garganta. Era egoísta. Su marido permanecería en la oscuridad y ella era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera la cita que tendría con otro hombre.

—Aún no he sido capaz...—carraspeó, sintiendo que la sequedad de su garganta le impedía hablar correctamente.

Dámaris no contestó, simplemente observó cómo se alejaba por el pasillo del hospital. No podía culpar a Ofelia porque ella tampoco era capaz de ser emisaria de aquellas noticias para Salvador.

El cuarto seguía completamente oscuro y a sus pupilas les costó un poco acostumbrarse. Distinguió el sofá que estaba a poca distancia de la cama y se acercó con cuidado hasta el sitio. Al sentarse, el cuero que cubría el mueble crujió un poco haciendo que Salvador se moviera en la cama.

—¿Ofelia?

—No hijo, soy yo —contestó con una sonrisa en el rostro y colocando una mano sobre el brazo de su hijo—. Ofelia ha salido a respirar un poco de aire, volverá más tarde. ¿Cómo te sientes?

—Ansioso por ver —contestó dirigiendo el rostro hacia el lugar donde estaba Dámaris.

*-*-*

El lugar se encontraba casi vacío. Las únicas mesas ocupadas tenían familias o parejas a su alrededor, pero no había personas solitarias. Recorrió el espacio con la mirada, detrás del mostrador uno de los mozos la miró con curiosidad y murmuró algo a uno de sus compañeros que se había acercado para dejar una bandeja vacía. Ofelia bajó la mirada, giró sobre sus talones y dio un paso atrás para alejarse del sitio pero antes de que pudiera huir, el camarero había aparecido al lado de la puerta con una sonrisa.

—Buenas tardes señora.

—Buenas tardes, estoy esperando a alguien pero aparentemente no ha llegado.

Sonrió con cierto nerviosismo al joven que continuaba parado al lado de la puerta. Intentó avanzar para salir al exterior pero entonces él, metiendo la mano en el bolsillo de su pantalón, sacó una pequeña flor de Jacinto. Abrió la palma y se la enseñó.

—¿Le gustan las flores azules?

Ofelia frunció el ceño y se quedó petrificada, mirándolo, sin contestar. Él sonrió.

—La está esperando señora, sígame.

Obedeció, preguntándose a cada paso qué estaba haciendo allí y qué locura la había llevado a asistir a la cita. Cruzaron el salón donde el resto de la gente permanecía inmersa en sus conversaciones, sin prestar la menor atención a lo que sucedía. La guio a través de un pasillo hasta una puerta que luego conducía a una sala más pequeña con un único ventanal cubierto con largas cortinas oscuras. Había una única mesa más grande y sillas acolchonadas a su alrededor, parecía una sala de reuniones. Sobre la mesa reposaba una bandeja con bizcochos y un par de tazas vacías. El único hombre que se encontraba allí esperando se puso de pie y le ofreció a Ofelia una sonrisa bondadosa.

OfeliaWhere stories live. Discover now