Capítulo 1

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La tierra manchaba el borde de sus botas. Tenía la sonrisa placentera del hombre que realiza una tarea que lo llena de vida; miró a su pequeña de ocho años que estaba en cuclillas a su lado, el vestido rozaba la tierra oscureciendo sus bordes y sabía que tendría una pelea con su mujer por haber permitido que la niña se manchara de esa forma. Los bucles castaños brillaban al sol con reflejos rojizos y sus ojos color miel atendían cada uno de sus movimientos.

—¿Has aprendido cómo debemos preparar el abono, Ofelia? —preguntó regalándole una sonrisa a la niña.

—Sí padre. Debemos hacer un pozo profundo, colocamos dentro cáscaras de verduras  y todo lo que sean desechos de la cocina, cubrimos con tierra y dejamos que los bichitos trabajen —Lo miraba y explicaba cada paso con detenimiento, movía sus manecitas y gesticulaba en sobremanera.

—¡Muy bien preciosa! Luego de unos meses, las lombrices y otros bichitos como tú has dicho, comen todo lo que nosotros echamos y hacen que la tierra se ponga negra, llena de nutrientes que servirán para que las plantas crezcan sanas y den flores preciosas, como tú.

Ofelia sonrió y se balanceó sobre sus pies, orgullosa de lo bien que había dicho cómo se preparaba el abono. Su padre le regaló otra sonrisa que denotaba satisfacción porque su niña estaba creciendo y quería guardar en su corazón el recuerdo de ella, pequeña y traviesa, durante toda su vida.

—Ahora vamos a plantar las flores favoritas de papá, ¿te gustaría?—Ofelia asintió con la cabeza emocionada, sus ojos tenían un brillo especial.

—¿Cuáles son tus flores favoritas padre?

—Ya lo verás —guiñó un ojo y la tomó de la mano.

Caminaron hasta el frente de la casa de campo, Samuel cavó un pozo no muy profundo y tomó algunos plantines que le habían llevado esa mañana, eran pequeños bulbos con algunas hojas que comenzaban a brotar.

—¿Cómo se llaman? —insistió la pequeña.

—Jacintos.

—¡Qué nombre más feo! —La niña arrugó su nariz, haciendo una mueca de desagrado que provocó risa en su padre, quien intentó mantenerse serio.

—¿Sabías que tú te ibas a llamar Jacinta? —preguntó conteniendo una carcajada al ver la cara de horror de Ofelia.

—¡No!, ¡qué nombre más feo!

—Tu madre no me dejó llamarte así —bromeó él y dejó escapar la risa contenida, la niña lo acompañó con la carcajada mientras admiraba las hábiles manos de su padre colocando las plantas y cubriendo los bulbos con tierra.

—¿Cuándo tendrán flores? —preguntó ansiosa.

—Dentro de poco princesa, dentro de poco...

—¿Y de qué color serán?

—Azul Jacinto.

*-*-*

1890

El vestido negro cubría el cuerpo de la joven hasta los tobillos. Su hermana Fátima le había prestado un saco, también negro, para que se pusiera porque el frío comenzaba a notarse y ella odiaba comprar ropa de ese color. Sus cabellos caían más abajo de los hombros, las puntas formaban pequeñas ondas y brillaban destellos rojizos bajo el sol. Estaba pálida, el blanco de su piel contrastaba con el de su atuendo. Lo único que rompía el negro era el ramo de Jacintos que llevaba en sus manos; los apretaba con fuerza mientras sentía las lágrimas arder en sus ojos.

El cajón estaba en medio de la sala principal en la casa de campo. Había cuatro velas encendidas además de la luz que iluminaba el recinto. La gente se persignaba al pasar frente al cuerpo inerte y lanzaban suspiros mientras susurraban: ¡Pobre Elena!, la viudez es algo horrible, ¡y con sus hijas tan jóvenes!

Elena tenía la cara demacrada, con ojeras negras  y labios hinchados de tanto llorar. Fátima apretaba la mano de su madre sentada a su lado, también los ojos llorosos y ambas vestidas de luto.

Ofelia entró al salón apretando el ramito de flores azules, las favoritas de su padre. Caminó rumbo al féretro escuchando los murmullos de la gente que la rodeaba, movían la cabeza de lado a lado y susurraban. Sentía una fuerza invisible que la tiraba hacia atrás porque no quería aceptar que el cuerpo dentro del cajón de madera era el de su padre. Las velas se consumían lentamente mientras la niña, que ya no era tan niña, traía a su memoria recuerdos de aquella mañana sembrando Jacintos.

Se aferró al borde del cajón y miró dentro. Era su padre, su rostro estaba pacífico, inmerso en un sueño profundo. Parecía que sus ojos cerrados podrían abrirse en cualquier momento para contemplarla una vez más y llamarla princesa. Ofelia apretó los jacintos y sonrió en una mueca de dolor, las lágrimas que ardían comenzaron a caer rodando por sus mejillas.

Depositó un beso sobre la frente de su padre; la piel, fría al tacto, hizo que un nudo se formara en su estómago. Colocó las flores sobre las manos entrelazadas y gimió de dolor, sintió que se desvanecía. Sus piernas estaban flojas y se dejó sujetar por dos brazos que se acercaron hasta ella para hacerla sentar en una de las sillas al lado de su madre.

Papá ya no estaba, los jacintos aún florecerían, pero él no estaría allí para verlos.

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Hola gente!, bienvenidos a "Ofelia"... he decidido subir el prólogo y el cap 1 para que mas o menos se vayan dando una idea del tema y puedan ver que onda... Espero sus votos, comentarios y críticas =) gracias! buena semana!

Aclaración: estos dos caps son cortitos pero estoy trabajando para que los próximos sean más larguitos ;-) gracias por su apoyo! de acuerdo al apoyo que reciba la nueva novela va a ser la frecuencia de actualizaciones, así que ya saben, si les gusta, póngase las pilas! 

OfeliaWhere stories live. Discover now