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Los últimos días de clase eran difíciles: eran los días de entregas finales y encima de todo, no tenía tiempo de ver a James, y ni siquiera podía encontrármelo en los pasillos de la escuela.

Después de esa semana, él seria libre. Se graduaría y fin. Podría hacer de su vida lo que quisiera, pero yo no. La escuela me tenía encadenada por los tobillos, y no podría deshacerme de eso hasta después de un año. Un año sin ver a James era bastante desmotivador, lo suficiente como para querer renunciar a todo e ir en su búsqueda y saltar hacia él para rodearlo del cuello y no soltarlo. Así, fuera a donde fuera, me llevaría con él.

Desde que nos conocimos, mi única razón para ir a la escuela con buen humor era porque sabía que me encontraría con él, y ahora la diferencia de edad se interponía de una forma cruel, no tenía idea con qué cara me iba a presentar el próximo año al instituto si James no iba a volver a pisar el edificio.

Entre mis crisis con el estrés por querer terminar trabajos finales a contra-reloj, también estaban mis crisis emocionales, las cuales giraban en torno al rubio.
A esas alturas dudaba de alguien verdaderamente astuto, que haya adivinado que yo estaba interesada en James,  ó más que interesada, que me estaba volviendo loca por él.

Debía desahogarme, sacar a flote todo lo que sentía y para eso, no me bastaría con escribirlo en una hoja de papel, ni mucho menos confesándolo a algún mejor amigo… No.
Después de algunas noches en vela, pensando cual era la mejor solución, estaba más segura de mí descabellada decisión parecía la más correcta: confesarle al propio James mis sentimientos.

-¡¿Decirle a James lo que sientes?! ¡Estás loca!- exclamo Diana, mi amiga y fiel compañera en muchas locuras. Estábamos sentadas en los escalones de su pórtico.
-Síp. Eso haré- conteste con seguridad, una seguridad y confianza que no sabía que tenía pero que me hacían sentir bien.
-Pero Cris… eso no se hace- dijo -¿De cuándo acá, la costumbre es que una mujer se le declare a un hombre?-
-Pues…-
-¡Ves! Nunca, ninguna mujer debe ir por el hombre. Los hombres son quienes buscan a las mujeres, quienes luchan por ellas-, exclamó levantando el puño de manera épica.
-Vaya, ¿Y una chica no puede hacer eso?-
-Sí puede pero no es correcto-
-Hmm- resople –Creo que esos grupos religiosos con los que has andado ya te están lavando el cerebro con sus ideologías-
-¡¿Qué?!- exclamo ofendida –Sigo siendo la misma de siempre-
-¡Ja! Sí claro- me burle.

Diana había sido mi amiga por mucho tiempo. Ella no iba al mismo instituto que yo, pero si vivía cerca de mi casa. Nos volvimos más cercanas porque ambas tocábamos guitarra, yo tocaba viejos clásicos de rock, y ella tocaba en el grupo de su iglesia. Irónico, siendo que ella de religiosa no tenía nada pero lamentablemente sí compartía la mentalidad retrógrada de mujer sumisa- macho dominante. Detalle que mostraba de manera inconsciente.

-Bueno- finalmente habló, como si también hubiese estado meditando la situación, –Sí puedes decirle a James lo que sientes. Pero tú sabes que la costumbre no es así-
-Tienes razón- concedi antes de continuar, –Pero esa costumbre me vale pito. Ya me visualice diciéndoselo a James, y hasta escribí lo que le diría para resumirlo e ir más directo al grano-
-Mmm, ok- se quedo pensativa.
-En otras palabras, ya estoy preparada para cuando ese momento llegue- dije.
-Me alegro por ti, pero ¿Y si te dice que No?-
-¿Si me dice que No? ¿A qué te refieres?-
-¿Qué pasará si él no te corresponde, eh? ¿Qué harás?-
-Pues- me quede en blanco.
-Ves, a eso me refiero. Ni siquiera sabes si él siente lo mismo-
-Bueno, tampoco leo mentes-
-Aun sin leer mentes; hay detalles muy obvios que indican si un tipo, en este caso James, está enamorado de una chica, en este caso tú-
-Que lío- me queje.

Nunca fui lo suficientemente lista para notar si James sentía algo por mí. A veces la pasábamos bien juntos asi que nunca busque señales de nada, simplemente porque... Simplemente porque no lo había pensado y porque mi objetivo no era ser correspondida, sino sacar lo que fuera que estuviese sintiendo. Pero ahora que Diana ponía la situación en la mesa, empecé a dudar. Si él no sentía lo mismo, solo haría el ridículo confesándoselo todo(?, me pregunté. Por otro lado, era la única opción que tenía para que el sentimiento dejara de torturarme, quería decírselo y ya.

La castaña y yo continuamos hablando en el pórtico de su casa, hasta que comenzó a oscurecer. Entonces recordé que debía ver a James a eso de las 8.

-No recordaba que me había dicho que iba a venir- dije llevándome una mano a la cabeza
-¿Te vas?- pregunto ella
-A las ocho va a ir a mi casa, vamos a tocar la guitarra un rato-
-Esta bien- dijo ella –Vete, anda. Abandóname otra vez. Déjame por un güey del que no sabes si siente lo mismo que tú- bromeo ella en un tono dramático.
-Ja, ja. Tranquila Dianita, volveré y te contare qué paso-
-¿No le confesaras lo que sientes esta noche, verdad?-
-No- dije –creo que prefiero observar y comprobar si él podría sentir lo mismo, antes de decírselo-
-Buena suerte colega-
-Gracias- la abrace y chocamos los puños.

La casa de Diana estaba a cinco casas de la mía, no era gran cosa. Cuando llegué, el rubio estaba sentado sobre la banqueta frente a mi casa. Por primera vez en mucho tiempo, se me detuvo el corazón en cuanto me vio aparecer. Me dedico una sonrisa y se la devolví con torpeza.

Confesarle lo que sentía ya no se me antojaba tan buena idea.

My Friend of Misery /(En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora