#12 "Giro de rutina"

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Desperté y vi un techo blanco con manchas amarillentas. Empecé a ser consciente de la realidad al tiempo que me movía y me estiraba. Había estado durmiendo como estrella de mar, gran parte de la cama, la abarcaba mi cuerpo. Las mantas estaban medio caídas por el borde del colchón y las jale para cubrirme y ponerme de frente hacia la pared. La luz de la mañana me impedía seguir durmiendo y mis ojos escocían ante la luz. No evite pensar que cuando tuviera mi propia casa, cubriría las ventanas con cortinas negras para evitarme estos detalles. De inmediato recordé mi casa, y ese lugar que me resultaba ajeno: la habitación de James. Levante la cabeza y di un vistazo al pequeño cuarto, pero no encontré rastro del rubio.

No tenía idea de qué hora podía ser pero, dado que no dormí muy temprano, suponía que ya debía pasar del medio día, por lo menos.

Me estire por última vez antes de ponerme de pie sobre la cama y levantarme. Del otro lado de la ventana se escuchaba el vespertino ruido de tráfico, pero del otro lado de la puerta de la habitación había un silencio inquietante. Después de vivir en una casa de huéspedes, donde todas las habitantes eran mujeres, ya me había acostumbrado al griterío y pasos constantes por el pasillo. El silencio me resultaba ajeno pero, extrañamente, agradable.

Una vez que hice la cama y guarde la manta prestada en el bulto de bolsas que había en closet, me dispuse a salir de la habitación. El pasillo estaba sumergido en las sombras, pero por lo menos ahora se podía distinguir un poco más. Al costado de la puerta, estaba James sentado y durmiendo, cual indigente. No supe si la borrachera le había impedido llegar a su habitación o si aquello se debía a una actitud cortes de dejarme el cuarto solo para mí.

Como sea, él estaba sentado y con la cabeza colgando hacia enfrente, tenía lo brazos cruzados y sobre sus piernas estaba la chaqueta de cuero, a manera de cobija improvisada. Las largas piernas obstruían el paso por el pasillito, de por si pequeño.

Me sentí conmovida por su amabilidad y por verlo durmiendo en el suelo.

Eche un vistazo a las otras dos puertas blancas de aquel pasillo. No había ruido proveniente de ninguna de aquellas habitaciones y por alguna razón me imagine que otro grupo de muchachos que dormían en el suelo, me esperaban en la sala.

Camine de puntas, teniendo cuidado y con la sensación de que cualquier mínimo ruido haría eco en todo el departamento. La sala y la cocineta estaban impecables, las cortinas corridas no permitían que la luz del sol invadiera el espacio. No había nadie más salvo James en el pasillo. Volví sobre mis pasos hasta el rubio.

-James- le llame en susurros. Tuve que agacharme para picarle en su hombro con mi dedo índice, cuidando de no despertarlo súbitamente.
El rubio no reacciono hasta pasados unos segundos, en los cuales le llame un par de veces. Sus ojos se abrieron con debilidad y me miro con unos cansados ojos rojos, propios de una tremenda desvelada.
-Hhm... Cris- cerro los ojos y echo la cabeza para atrás -¿te vas?-
-Sí- sus rostro apuntaba hacia arriba pero sus ojos seguían cerrados
-Te acompaño por un taxi-
-Puedo tomarlo sola- me apresure a decir –Debe ser medio día, no debería tener problema para encontrar uno-
-Hmm- gimió -¿Estas segura?-
-Ambos sabemos que prefieres seguir durmiendo. No tienes que ser amable conmigo-
-Mm- abrió un ojo y me miro unos segundos antes de volver a cerrarlo –Tienes razón, quiero seguir durmiendo pero el ser amable es algo que se antoja ser-. Su rostro parecía relajarse cuando tenía los ojos cerrados. No estaba segura de que tan en serio hablaba con el detalle de acompañarme, pero sabía que no le permitiría salir así. Bastante culpa sentí cuando lo vi durmiendo en el suelo.
-Nos vemos, James- finalice y me puse de pie. Este gimió una despedida, o eso creo que debió decir.

My Friend of Misery /(En edición) Where stories live. Discover now