PRÓLOGO

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SOFÍA


Era una fría mañana de verano, el convoy estaba compuesto de tres vehículos de pacificación, y cinco patrullas de la policía del condado. Sofía subió la mirada, y miró a sus compañeros adentró del vehículo pacificador. Vestidos con chalecos de kevlar negros y estampados con pintura ambarina brillante, se leía "A.P.D" (Ashton Police Department).

      La chica acomodó sus mechones de cabello seboso pelirrojo, que le picaba en los ojos, ya había pasado varios días sin bañarse, No es que, en el yermo, no quedará agua, sino que estaba tan irradiada que mataría al tonto que se atreviese a beberla. Habían salido en busca de municiones, herramientas y...sobrevivientes.

      Para Sofía era difícil, aceptar en lo que se había convertido el planeta pues ella solo tenía que cerrar los ojos, para recordar los largos viajes en auto que tomaba con su familia, su padre Mark, su madre Betty y su hermanita Érica. Solo tenía que mirar por la ventana para ver esos fantásticos arcos hechos por los ramajes de los bosques. Pero, ahora no quedaba nada más que viejos troncos secos y los ecos del pasado. 

     En el asiento trasero estaba su compañero en la fuerza de policía, Martin quien se rascaba frenéticamente la larga erupción anaranjada. Causada por la exposición a la radiación. Sin embargo, el hombre se notaba asustado, rechinaba los dientes y temblaba, sus parpadeos eran desiguales y erráticos. Cuando el hombre sintió que unos ojos se posaban sobre él, alzó la cabeza y miró a Sofía por el espejo

      —Capitana Gallen, ¿Qué sucede? —Le preguntó Martin, el hombre estaba asustado. Pero también era cierto, que no había hombre en todo Ashton, que pudiera evitar sentirse sonrojado por la mirada penetrante de Sofía, sus grandes ojos azules volvían loco a cualquier hombre, pues mostraban una gran curiosidad, interés y genuina preocupación.

      —Martin, ¿Te duele? —Preguntó Sofía, su tono era cordial y amable, y recordaba al de una amiga, a pesar que lo único que unía a todos en el interior del vehículo policiaco, era la supervivencia. Sofía recorrió su mejilla con sus dedos medio e índice.

     —No capitana, solo siento una terrible comezón, como si tuviera una colonia de hormigas recorriendo mis mejillas. —Respondió Martin.

     —Entiendo, aguanta ahí oficial, cuando lleguemos a Ashton tendrás la primera ducha, con agua caliente. —Respondió Sofía sonriendo, y que decir sobre su encantadora sonrisa, tan natural, tan blanca y tan inocente.

     —Gracias capitana. —Respondió Martin sonriendo amigablemente.

     —¡Y qué hay de mí! —Exclamó Rodríguez, el hombre que estaba al volante, un hombre joven de tez morena, con cabello azabache, con un corte de cabello tan corto que se podía ver el cuero cabelludo del hombre. El conductor le dirigió una pícara mirada a Sofía. —¿Acaso debo envenenarme con radiación para que la capitana me dé algo de amor?

      Sofía no pudo evitar reír. Era bueno tener a Rodríguez con ellos. Desde antes que las bombas cayeran, las noches de patrullaje más divertidas, era cuando la asignaban con el agente Aurelio Rodríguez. Tanto Rodríguez como Martin, habían sido compañeros de generación de Sofía. Y la academia de policía, parecía ser un buen camino, cuando ninguno de ellos, era lo suficientemente atlético o listo, para asegurar una entrada a la universidad.

     En el viejo mundo no eran más que policías, pero en este nuevo mundo, eran la última defensa que tenían en contra de los merodeadores, saqueadores y demás locos y criminales que habitaban entre los escombros del yermo que se había convertido el mundo.

Días de Anarquía: Año 7Where stories live. Discover now