9.

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Alguna vez...

¿Has dudado de la realidad?


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Palpeo sus mejillas, asegurándose de que todo rastro de vello facial fuera invisible, titubeante acerco su rostro un poco más al espejo, analizando barbilla así como el surco entre su nariz y su labio superior, asegurándose de que se encontraba presentable.

Sonrió al tiempo que volvió a tomar su perfume para rosear un poco sobre su traje, sabiendo que esa loción era la preferida de ella.

Se moría por oler aquel peculiar aroma de galletas y vainilla que seguía manteniendo, que seguía siendo tan característico de la azabache.

Se apresuró a salir del cuarto de baño, con el ánimo renovado, sus pisadas fueron lentas en un principio, siguiendo su camino hasta que llegó a la cocina de su departamento, se aseguró de que las llaves de gas estuvieran cerradas, no quería que se molestara por su irresponsabilidad, suspirando de alivio estiró sus brazos para tomar el ramo que el mismo había personalizado, aprecio los pétalos rosados de una rosa, sonriendo al imaginar su emoción.

Emocionado se aproximó hasta la puerta, palpando el bolsillo de su pantalón asegurándose de que se encontraba su celular así como las llaves de su departamento y algunos euros, sonriendo abandono su departamento.

Al salir sus vecinas lo admiraron con sorpresa, examinando su vestuario tan pulcro así como las flores que sostenía con sus brazos, sin tomarle importancia camino hasta el ascensor, una vez dentro apretó el botón del primer piso.

Deseaba que a ella no se le hiciera tarde, que dejara su trabajo y cumpliera su promesa de estar puntual en el lugar en el que lo había citado, el pensar en que no llegaría logro provocar un ligero picor en sus ojos, hace tanto tiempo que no la veía, ya la necesitaba, su cuerpo pedía a gritos ser abrazado por esos delgados brazos, su nariz buscaba entre los olores parisinos el suyo, sus ojos revoloteaban y divagaban tratando de localizarla, sus labios clamaban en silencio tocar al menos la mejilla de ella, sus manos temblaban suplicando que ella las tomase, su corazón perdía su ritmo sin tener quien lo motivará.

Sin embargo, por fin la vería, lo había prometido, ella jamás rompía una promesa.

El sol empapo su cuerpo, logrando ilusionarlo un poco más, sus piernas se movían solas, indiferente a las miradas curiosas, logró llegar a su destino, suspiró de alivio al notar como no se había retrasado, escaneo el lugar en su búsqueda, aún no llegaba, reviso su reloj notando que había llegado unos minutos antes, tal vez así podría verla llegar de forma peculiar, haciendo que las chicas a su al rededor sintieran celos de su belleza.

Tal vez llegaría con la respiración acelerada, con sus tacones en la mano, sus mejillas ligeramente sonrojadas, sus cabellos azabache revueltos, incluso llegaba a imaginarla con su cabello corto, todo revuelto formando una telaraña que el consideraría hermosa.

De tan solo imaginarla su corazón palito ferozmente.

—¿Adrien? —salto en su lugar, volteando a los lados sin encontrar a la dueña de esa voz —¿Estas ocupado? —reaccionando saco su celular, sorprendiéndose levemente al notar como en este se apreciaba la hora junto ese mensaje que cambiaba con cada nota de voz.

Y cayó en cuenta de que ese hermosa memoria con la que había despertado no era más que un sueño...

La pesadilla no era una pesadilla, era la realidad, la falsedad de su felicidad era aquel sueño en el que recibía los mimos de su prometida, la que lo "despertaba" de aquel sueño.

Alguna vez... [Terminada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora