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Reportamos la desaparición de Michael Brooks, un médico residente de veintiséis años que lleva cuarenta y ocho horas sin dar señales de vida a familia o amigos, tenemos al teléfono a su madre y unos conocidos que lo vieron por última vez el día [...]

Veía el vídeo que me había mandado Marc una y otra vez. Junto a este había unos cuantos mensajes preguntándome si yo tenía algo que ver con eso. Pero yo no tenía ni idea de nada. Jesse no estaba, y no sabía si dar gracias o asustarme por lo que pudiera pasar en su ausencia. Por ejemplo, que apareciera la policía a buscarlo y me encontraran a mí, en su lugar.

Apenas me quedaban horas en el apartamento de Jesse después de unas setenta y dos horas un tanto intensas entre unas cosas y otras, pero también llenas de sentimientos encontrados.

Las palabras de la reportera resonaban en mi cabeza. Ahora entendía por qué Jesse no tenía una televisión aquí y ni siquiera iba a por el periódico. El hombre ni siquiera tenía un móvil.

Cogí otro cigarro y lo encendí con manos temblorosas. No quería imaginarme lo que le había hecho al pobre Michael. Él no tuvo la culpa de nada. Si yo no me hubiera acercado a él, o al menos en un sitio público, tal vez seguiría vivo cuidando de su madre. Los dos tranquilos.

Pero era consciente de que no tenía yo toda la culpa. Una persona civilizada, por muy celosa o posesiva que fuera, no iba por ahí matando a todo aquel que se acerque a otra persona.

Jesse no había vuelto a mencionar nada del dinero que Jason se llevó y yo no me atrevía a preguntarle más dudas que me llenaban la cabeza de paranoias. Seguía sin saber de dónde sacaba el dinero y a dónde iba durante el día. Se iba por horas y cuando volvía lo hacía igual que cuando se fue. Sin un mechón despeinado ni nada. Lo que me hacía sospechar de él aún más.

Estaba en el balcón fumándome el cigarro recordando todo. Desde el día en que vi a Jesse por primera vez y me dijo aquellas palabras que tanta impresión me habían producido, pasando por la tarde en la que le corté el pelo hasta llegar al momento en el que anoche me confesó que me echaría de menos.

Había pasado todo tan rápido que puso en duda todo lo acontecido hasta ahora.

Cuando lo terminé, tiré la colilla y vi cómo llegaba al suelo en cuestión de un parpadeo. Me quedé allí viendo cómo al sol le quedaban pocas horas para ponerse mientras que el ruido del tráfico llenaba el silencio casi sepulcral que me rodeaba.

Escuché la puerta del apartamento abrirse y cerrarse y me di la vuelta para ir a recibir a Jesse, cuando escuché que no venía solo y conversaba con ese acompañante. Me quedé allí casi escondida en el balcón, pendiente a la conversación.

—Deja ya la farsa de que eres mi hermano —oí a Jesse gritar enfurecido—. Déjala a ella en paz si solo la quieres usar para ponerla en mi contra —me quedé de piedra allí y me tapé la boca para no emitir ningún ruido.

—Igual que tú usaste a mis padres haciéndoles creer que eras su hijo para quedarte con la herencia que me correspondía, ¿No es así, Jesse? —escuché esta vez a Jason. Él era quien venía con él.

Yo ya tenía lágrimas corriéndome por toda la cara y fallé en lo de pasar desapercibida porque se me escapó un sollozo que hizo que ambos giraran la cara y me miraron estupefactos.

Yo no podía moverme y me quedé allí llorando, mirándolos aterrada.

Todo había sido una mentira y solo Dios sabía qué más me ocultaban esos dos. Ya ni siquiera estaba segura de si los nombres que me habían dicho eran los verdaderos, a pesar de que había visto las fichas policiales de ambos.

Estaba muerta de miedo, sobre todo cuando Jason, en un movimiento rápido, tiró de mi brazo y sacó una pistola de su bolsillo poniéndola en mi sien, forzándome a mirar a Jesse. Cerré los ojos apretándolos, no queriendo ver el rostro impasible de él ante la situación frente a sus ojos. Nada en él demostró que se preocupara por mí y ahí me derrumbé.

No podía ni hablar de lo mucho que temblaba.

—Jesse, sabes que no quiero hacerle daño a tu putita, pero ya sabes cuál es el precio —dijo Jason detrás de mí, y yo esperaba que Jesse entrara en razón y le diese lo que quería.

Pensé en lo tranquila que estaría en casa si no hubiese conocido a Jesse, seguramente planeando una salida con Marc a alguna fiesta de cualquier amigo suyo. Pero, en su lugar, Jason estaba apuntándome con un arma en la cabeza y lo único que me quedaba hacer era rezar por mi vida.

Lo peor fue cuando empezó a sonar mi móvil desde algún punto de la habitación y ninguno sabíamos dónde, pero eso hizo que la tensión aumentara.

Noté cómo le empezaba a temblar el pulso a Jason y su agarre en mí se hizo más descuidado y violento. Maldije a quien fuera que hubiese llamado por escoger este momento. Sabía que Jason y Jesse no descartaron que fuese mi padre, por lo que implicaba para ellos que la policía estaría cerca y eso solo empeoraba la situación.

—D-déjame contestar —supliqué. No sabía a quién de los dos debía pedir permiso y no quería joderlo diciendo el nombre equivocado. El arma la tenía Jason, pero de Jesse dependía que me soltara o no.

Ahora que sabía que el dinero que Jesse tenía perteneció a los padres de Jason, me hacía sentir mal el hecho de que pensé que era un drogadicto. Aunque la nueva información no mejoraba en nada el asunto.

Jesse miró serio a Jason, que finalmente me soltó y me lancé a por el teléfono y vi que era Marc.

Pero cuando acepté la llamada y pegué el móvil a mi oreja, hubo un ligero cambio de planes.

—Ponlo en altavoz —me ordenó Jason. Yo miré a Jesse en busca de ayuda, pero él no hizo ni dijo nada. Resoplando, hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar.

—¡Scar! ¿Has visto las noticias? Sal de ahí y huye —decía nervioso Marc. Yo cerré los ojos cuando me di cuenta de que esto era un error enorme. No tendría que haber contestado, pero yo lo pedí y ahora tenía que aguantarme. Esto no acabaría bien, de todas formas—. Y he descubierto una cosa que no habíamos llegado a pensar. Scar, ¿estás? —se calmó Marc. Yo tragué saliva y miré a Jason, silenciosamente preguntándome si podía responder. Él solo asintió con la cabeza.

—S-sí —me aclaré la garganta—. Te escucho.

—¿Recuerdas la ficha policial que me trajiste y supimos que era Jason? He estado... investigando, por decirlo de alguna manera, y tu padre está compinchado con él. Al parecer lleva años persiguiendo a Jesse e intentando encontrarle crímenes que atribuirle, y tuvo que recurrir a Jason.

Me quedé de piedra y levanté la mirada para ver la reacción de Jesse. Él tenía el ceño fruncido y me devolvió la mirada, para, segundos después, mirar a Jason que se había quedado pálido.

—Basta de cháchara —dijo Jason cogiendo de un tirón mi móvil y cortando la llamada.

No sabía qué iba a pasar ahora, pero seguro que nada bueno.

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora