013.

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¿Le iban a dar la condicional a Jesse? Me planteé una vez que salí de aquel edificio.

No me podía creer lo que le había dejado hacerme allí, donde cualquiera, incluso mi padre nos podría haber visto. Y entonces sí que estaría sentenciada a muerte.

—¿Necesitas un viajecito? —Me frené en seco en cuanto vi al hermano de Jesse en la salida. Estaba allí con esa sonrisa que parecía característica propia de los hermanos. Menudo susto de muerte me había dado el cabrón.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta estúpida. Pero ya había salido de mi boca y no quería ponerme a dudar delante de él para que viera que, en cierto modo, me daba miedo estar cerca de él.

—Pues, a diferencia de ti, Scarlet, estoy cumpliendo con mi deber —su risa, igual de profunda que la de Jesse enviaba escalofríos por todo mi ser, pero a diferencia de su hermano, la suya me aterraba. No sabía de lo que era capaz, y a pesar de estar delante de una cárcel de máxima seguridad, no me podía sentir más desprotegida.

Di un paso atrás, que pareció notar porque su mirada se clavó en mi pie, y sonrió lentamente. El coche que tenía no parecía muy antiguo y estaba muy bien conservado. ¿Lo habría robado?

—Yo no robo coches —comenzó, dándome una mirada severa. ¿Había pronunciado eso en voz alta? — Entonces, ¿vienes? ¿O prefieres irte caminando a casa? Dios sabe los peligros que hay por esta zona —dejó la frase abierta, como una insinuación. ¿Me estaba amenazando? El deje de burla en su voz y la mirada tan intensa me estaba poniendo nerviosa. ¿En qué me había metido?

Abrió la puerta del pasajero del vehículo, dejándola como otra de las tantas "invitaciones" que había sugerido. Dándome cuenta de lo indefensa que me veía, decidí acabar con esto de una buena vez.

—Dame una buena razón por la que debería ir contigo —le espeté. Me estaba cansando de tanto juego. Pareció sorprenderle mi forma tan brusca de exigirle una respuesta, pero al mismo tiempo le satisfizo. O eso creía.

Entonces me sorprendió él a mí.

—¿Crees que no sé lo que andas haciendo con mi hermano? Vuestros jueguecitos sexuales no son ningún secreto. Y si es un secreto, es uno a voces.

Se me enganchó el aire en la garganta y sentí náuseas. ¿Sería verdad lo que estaba diciendo o solo estaba intentando adivinar? Me maldije por ser tan ingenua y caer en sus juegos mentales. Tal vez sólo estaba haciendo preguntas al azar, sin fundamentos, para ver cómo reaccionaba.

¿Pero y si no era así?

Sacando bravuconería de donde no podía, me enfrenté a él.

—Deberías saber que lo que pase entre tu hermano y tú no te incumbe a ti. Además, ¿qué tiene de malo? —En realidad, tenía muchísimo de malo—. Mira, ni respondas. Me tengo que ir a casa.

—Súbete ahora mismo al coche, Scarlet. Hay algo que quiero hablar contigo.

Probablemente sería todo una trampa y artimaña para convencerme, pero a estas alturas no creía que las cosas pudieran ir a peor. Sabía que no podía confiar en él, pero algo me decía que lo que tenía que contarme era serio. Y respecto a Jesse.

Suspirando, mirando a todos lados por si había alguien viéndonos, rodeé el vehículo y entré, sentándome en el asiento del copiloto sin siquiera mirarle a la cara cuando cerré la puerta. Podía sentir su mirada fija en mí, pero decidí permanecer impasible y esperar a que hablara.

—Sé lo que acabáis de hacer —empezó, haciéndome sonrojar—, lo sé porque cuando saliste estabas toda sonrojada, parecías relajada y te brillaban los ojos. Ahora niégamelo.

Sabía perfectamente que no podía hacerlo.

—Justo lo que pensaba —murmuró lo suficientemente alto para que lo escuchara. Elegí hacer oídos sordos y no responderle.

El camino fue silencioso pero el ambiente estaba cargado con una tensión que era bastante palpable.

Yo no apartaba la vista de la ventanilla, aunque no era consciente de aquel frondoso bosque que tantas veces había visto en el recorrido que hacía los días que venía a prisión. Mi cabeza estaba más en todo el lío en el que me había metido. 

A veces pensaba que todo esto no podía ser más que una broma, una cruel broma. Pero entonces, ¿cómo podía explicarme tantas coincidencias?

—Casi puedo oírte pensar, Scarlet —habló, riéndose. Yo no le veía la gracia al asunto—. No te compliques, déjalo estar.

¿Cómo se atrevía a pedirme eso? Estaba empezando a entrar en pánico y quería salir de allí. Necesitaba estar sola, o al menos, en algún sitio seguro. Dio un frenazo en seco, haciéndome girar la cabeza para mirarlo. Él tenía la vista clavada en el frente.

—Tranquilízate, nena, y no te pasará nada.

Lo único que hice fue asentir débilmente, me sentía con náuseas. ¿Iba a matarme? ¿Por qué fui tan imbécil de entrar con él en el coche? Maldita sea, ¿cómo me he dejado arrastrar hasta aquí?

Reanudó la marcha y por unos instantes me obligué a respirar profundamente y calmarme. Tenía que haber alguna manera de salir de esta ilesa.

Me quedé en silencio durante el resto del camino, mientras que él fumaba. Estaba agobiada y sólo quería llegar sana y salva a casa. No pedía más.

Entonces se rio.

—No te voy a matar, Scarlet —empezó—. Si lo hiciera, mi hermano se encargaría de salir de la cárcel por un par de horas, buscarme y matarme con sus propias manos —siguió riéndose al terminar, negando con la cabeza mientras sujetaba el cigarro entre sus labios.

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora