004.

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Lo que no esperaba en absoluto era que tuviésemos espectadores.

En cuanto me di cuenta me tensé, queriéndome separar de Jesse, que parecía absorto en una burbuja. Gruñía en cuanto se daba cuenta de que me quería alejar de él y tiraba aún más de mí.

Pareció reaccionar en cuanto levantó la cabeza y vio al hombre que teníamos al otro lado de la estantería, observándonos como si fuésemos el mejor espectáculo que había visto nunca. No apartaba la mirada de la mía, y me entró miedo. No sabía qué esperar.

—Lárgate, yo la he visto antes —dijo Jesse lo suficientemente alto para que solo yo y el hombre que nos miraba lo escuchásemos. El otro en cambio, negó con la cabeza repetidas veces, junto con una sonrisita de superioridad.

—Te estás metiendo en camisa de once varas, Stevenson. Esta perra te traerá problemas —le replicó. ¿Pero qué decía? No tenía ni puta idea—. Es la hija del guarda, creo que eso te lo puede decir todo.

Así que era eso, pensé. Este cabrón se creía que yo era como mi padre. Y una mierda.

Alejándome de Jesse y su firme agarre, decidí que lo mejor era salir de aquí. Antes de que mi padre decidiera averiguar dónde estaba y encontrarme aquí con nada más y nada menos que dos presos. No quería levantar sospechas.

—¿Te vas? —preguntó Jesse. Y cuando me giré para mirarle a la cara y responderle, vi una faceta suya que no habría imaginado. Tenía el rostro serio y sombrío, la mandíbula tan apretada que casi la oía rechinar y su lado juguetón había desaparecido. Estaba... como enfadado. Y no sabía si era hacia mí.

Le di una sonrisa ladeada, juguetona.

—Lo siento, cielo —eso pareció gustarle y aproveché que el otro ya se había ido para acercarme a él lenta y sutilmente para hablarle aún más bajo—, pero te lo compensaré. Nos lo compensaré.

Di un paso hacia atrás para irme, y sin esperarlo, agarró mi mano y dio un tirón de mí, envolviendo mi pelo en su mano y tirando de mi cabeza hacia atrás, para, segundos después, darme cuenta de que me estaban dando el beso más profundo y caliente de toda mi vida y encontrarme ahogando mis gemidos en sus labios.

—Ya tengo ganas de volverte a ver, preciosa —dijo a escasos milímetros de mis labios cuando se separó. Me sentía mareada, todo me daba vueltas y tenía la respiración agitada como si hubiese corrido una maratón. Sólo con un beso y me había dejado sin palabras.

Me soltó lentamente, dejando mi pelo para lo último, y me sonrió de lado, segundos previos a salir por aquella puerta. Me sacó de la burbuja una sirena que empezó a sonar.

***

Noche del jueves y mis padres pensaban que estaba estudiando con Marc, cuando en realidad estábamos haciendo unos porros dignos de admirar. Estábamos hablando de meras tonterías cuando, sin querer, saqué el tema.

—Tío, ¿alguna vez has tenido ganas de tirarte a alguna chica que apenas podías controlarte? —le pregunté medio riéndome.

—Um, pues así de primeras.... Hostia, ya. ¿Recuerdas a la pelirroja del intercambio de estudiantes? Madre mía, era increíble —sonrió de repente, como si recordara algo—. ¿Y tú?

—Pues yo he conocido a alguien, y el hecho de que no puedo, teóricamente, tocarlo, hace que me guste aún más —dije encogiéndome de hombros, restándole importancia al asunto.

Marc me sonreía. Sabía que estaba intentando adivinar quién era.

—A ver... ¿es Julio? ¿El nuevo capitán del equipo de rugby?

No tenía ni puta idea de quién era ese muchacho.

—Nope, vuelve a intentar —le dije mientras enrollaba otro porro.

—¿En serio que no es él? Hasta mi novia babea por él —dijo medio celoso. No pude evitar reírme.

—No, no es él. Venga —le animé.

—¿Henrik? —siguió. Sabía que él era el batería del grupo de clase, pero no era mi tipo.

—Ni de coña, Marc —le dije entre carcajadas—. Eres mi mejor amigo y ni siquiera conoces mis gustos.

—Entonces... Espera —parecía cauteloso y me miraba con ojos entrecerrados esta vez, como si sospechase algo, o supiera algo—, ¿no será alguno de esos de la prisión?

Una sonrisa lenta se esparció por mi cara. Culpable.

Marc abrió los ojos como platos y empezó a agitar las manos.

—¡Eres una zorra! ¿Y no me lo habías dicho? Espera, ¿es por eso por lo que te saltaste las clases? ¿Ese es el preso? Ay Dios mío, Scarlet Faye. Empieza a contármelo todo. Ya.

No me dejaba ni hablar, y yo no podía parar de reírme. A veces parecía tan... gay. Y me encantaba. Aunque también tenía sus momentos de macho alfa.

—No te lo voy a contar todo, tío. Pero sé que hay algo que te va a gustar escuchar —le dije haciéndome la interesante. Sabía que no había nada que le molestara más a Marc que el hecho de que me hiciera la misteriosa con él.

Parecía desesperado.

—Venga, Scar, porfa —rogaba. Rodando los ojos sin dejar de sonreír, le di lo que pedía. La información que sabía que le encantaría.

—Hoy casi me lo follo.

Eso le dejó con la boca abierta y empezó a reírse a carcajadas. Y justo cuando le iba a seguir contando, sonó mi móvil. Y era un número que no conocía de nada. Un número demasiado largo.

—¿Quién es? —me preguntó Marc, que también estaba viendo la pantalla de mi móvil brillar, y lo único que escuchábamos en la habitación era el tono de llamada y la vibración en la mesa.

Le miré y me encogí de hombros.

Suponía que tendría que averiguarlo. Y respondí al teléfono.

—¿Hola?

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora