005.

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—¿Hola? ¿Scarlet? —escuché al otro lado. No sabía que estaba conteniendo la respiración hasta que suspiré.

—Joder, papá. Me habías asustado.

—Esa boca, Scarlet. Te llamo desde prisión. No llegues tarde a casa y dile a tu madre que tengo que hacer un turno extra y no llegaré a casa hasta mañana temprano.

—Está bien, pasa una buena noche —le respondí.

—Hasta mañana —y colgó.

Marc y yo nos reímos a carcajadas por unos buenos cinco minutos. Yo hasta lloraba de la risa.

—Qué susto. Ya nos creíamos que estábamos en alguna peli de terror —dijo Marc entre risas. Y llevaba toda la razón. Nos habíamos montado una película en nuestras cabezas dignas de Oscar.

En parte estaba aliviada y por otra enfadada. Había una parte de mi deseando que esa llamada la hubiera hecho otra persona. Pero era absurdo, ¿cómo iba a saber él mi número? O aún peor, ¿cómo iba a poder llamarme a estas horas?

Sin querer, pensé en él. En Jesse. Ese hombre era un enigma y todo a su alrededor parecían incógnitas. No dejaba de pensar en los motivos por los que estaría allí encerrado, solo. Eso era lo que no entendía. ¿Por qué solo? Había muchas celdas en las que había hasta cuatro personas, y él era de los pocos que estaba solo. Tendría que informarme, de alguna manera.

Tendría que haber algún motivo, no podía ser simplemente curiosidad.

—Me da miedo cuando te quedas en silencio, Scar. ¿Qué piensas? —Me interrumpió Marc. Le miré, parpadeando un par de veces, y le vi enrollando otro porro. Para mí ya se había acabado la dosis de hoy.

—Me voy a casa, estoy cansada —le dije con una sonrisa. La verdad es que sí estaba cansada, pero no físicamente. De tantas vueltas que le había dado al asunto del preso, no tenía ni fuerzas para retorcer más los pensamientos.

—Qué aguafiestas —dijo en broma—. Bueno, mañana vas a clase, ¿verdad? —inquirió arqueando una ceja. Cosa que me hizo reír.

—Síiiiiiiiii, pesado —le respondí entre risas—. Eres peor que mi madre.

Marc se echó a reír.

—Si tu madre supiera que apenas vas a clase, te metería en un convento —y tenía razón. A lo largo de los años mis padres me habían privado de tantas cosas que mi "satánico" comportamiento, como ellos lo llamaban, era una respuesta más que natural ante sus estúpidas normas. 


—Y tanto —le respondí sin más—. En fin, nos vemos mañana —y salí de su casa tras recoger mis cosas. Tenía investigación que hacer y el tiempo no corría en mi favor.

***

Una vez que llegué a mi casa, casi a las dos de la madrugada, todo estaba en pleno silencio y supuse que mi madre se había ido a dormir ya.

No queriendo despertarla —porque ya me imaginaba la clase de sermón que me iba a soltar— me quité los zapatos e intenté caminar haciendo el menos ruido posible, sin encender las luces para que no se diera cuenta de mi llegada.

Suspiré cuando llegué a lo alto de la escalera, sabiendo que ya había pasado lo peor y pude encerrarme en mi cuarto tranquilamente.

Dejando los zapatos en su sitio y planteándome si darme una ducha o no mientras me quitaba la ropa, pensé en que era mejor idea ponerme el despertador cinco minutos antes y así me daba una ducha ligerita en cuanto me levantase. Estaba cansada y no tenía ganas de nada.

Ya metida en la cama y a punto de dormirme, no pude evitar pensar en Jesse. Me daba tanta curiosidad su forma de ser, de actuar. Las dos ocasiones en las que lo había visto parecía ser tan independiente de los demás presos. No hablaba con ellos, y si lo hacía era solo para amenazarlos. Se mostraba bastante posesivo con respecto a mí. Conmigo era meloso y atento, pero mostraba su lado más frío al resto del mundo.

Como si lo odiara. Como si no estuviera conforme. Podía entender que estar encerrado cambiaba a una persona y le hacía más dura y cruel. Pero, cuando me miraba algo cambiaba en él.

Estaba más decidida que nunca a llegar al fondo del asunto. Y no temía a nada de lo que me fuese a encontrar.

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora