010.

7.6K 527 23
                                    

Y es que nada es lo que parece ser, es mucho peor. Creo que una parte de mí supo en el momento en que vi a Jesse que esto sucedería. No es realmente nada de lo que dijo ni nada de lo que hizo. Fue la sensación que lo acompañó. Y.... pensé, ¿cómo puede el diablo empujarte hacia alguien que se parece a un ángel cuando te sonríe? Porque, definitivamente, tenía el aspecto angelical que, por una parte, hacía saltar todas las alarmas y, por otra parte, te hacía replantearte si distinguíamos el bien del mal.

Qué ingenua había sido al pensar que sencillamente podría jugar al gato y al ratón con un preso y salir ilesa de esto. Qué tonta fui al creer por un momento que esto sería algo entre nosotros dos y que no llegaría mucho más lejos. Incluso llegué a pensar que no saldría de estos muros de piedra.

Sacudiendo la cabeza, recorría ese pasillo sombrío, lleno de humedad, que me llevaba al causante de mis quebraderos de cabeza que últimamente abundaban en mi sistema.

—¿No me saludas, preciosa? —le escuché decir medio en broma, con una ceja arqueada y una media sonrisa ladeada en su rostro. Esa media sonrisa que me dejaría sin aliento a cualquiera que fuese testigo.

—Hola, Jesse —dije tímidamente. Odiaba cuando me salía esa faceta de chica tímida a su alrededor, o si estaba cerca. Yo no era así, nunca lo había sido. Pero él me intimidaba, y más aún después de la noche de la fiesta en la que había conocido a su hermano.

Recordando sus crueles palabras y muecas de burla e indiferencia, apreté los puños a ambos lados de mi cuerpo, clavándome las uñas en las palmas de las manos. Acto que no pasó desapercibido ante su escrutinio.

Le miré e instintivamente traté de calmarme, aflojando los puños y soltando todo el aire, girando la cabeza para ver si había alguien más cerca. Pero sólo estaban los dos guardias, cada uno a un extremo del largo pasillo.

Entonces, sacando el coraje que llevaba dentro di dos zancadas que me dejaron a escasos centímetros de Jesse, aún con los barrotes de por medio. Pareció sorprenderle el hecho de que me acercase tanto.

—¿Estoy en lo cierto si me atrevo a decir que estás enfadada y que eso tiene algo que ver conmigo? —entrecerró los ojos hacia mí, y por un segundo casi me retracto. ¿Tan fácil de leer era? ¿O es que su hermano se había adelantado a mí y ya le había contado lo que había pasado la noche de la fiesta?

—¿Qué fiesta? —dijo de repente, más despacio de lo normal y con un tono unas octavas más bajas de lo normal. Supuse que había formulado la pregunta en voz alta. De repente, sus ojos no parecían tan verdosos, chispeantes ni juguetones. Y mucho menos divertidos.

—Creía que ya lo sabrías para entonces —le repliqué, sacando la chulería, lo que no pareció hacerle mucha gracia.

—No te pases conmigo, muñeca —me dio una sonrisa un tanto escalofriante, y deseé no haber mencionado nada—. Pero olvidémonos de eso ahora, ¿por qué estás enfadada conmigo? ¿Qué es lo que he hecho, aparte de ser amable contigo y portarme como un caballero?

Y ahí estaba ese encanto. Me seducía con palabrería.

—Casualmente, conocí a tu hermano en esa fiesta —comenté como si nada. Si él jugaba a hacerse el frío, a eso podíamos jugar los dos.

Pero el rostro sombrío y la mirada tan fría que me dio, no los vi para nada fingidos. Al contrario, agachó el rostro y dio un par de pasos hacia atrás, hasta ocultarse en las sombras, donde ya no podía ver cómo le afectaban mis palabras y ni siquiera podía adivinar dónde estaba. De esa manera me tenía controlada él a mí y no al revés. Esta nueva situación le otorgaba un poder sobre mí que no sabía cómo iba a manejar. Y eso me aterrorizaba.

—Mi hermano —dijo secamente. Yo no hice nada salvo asentir despacio, sin saber muy bien a dónde mirar. Mis ojos recorrían la celda rápidamente, escaneándola en busca de algún movimiento o ruido que hiciera. Pero no me lograba acostumbrar a la penumbra que cubría la celda.

¿Por qué hacía esto? Me estaba empezando a asustar.

—El mismo hermano que hace seis meses cuando me condenaron, dejó de visitarme, ya no me llamaba y que incluso niega que seamos de la misma sangre —murmuraba como para él mismo, pero sabía que quería que escuchara—. ¿Te parece esa la actitud de un hermano?

Estaba casi temblando. Y no solo porque la situación fuese incómoda, sino porque la humedad que aquí había y los muros de piedra hacían de la estancia aquí una desagradable y con una sensación térmica muy por debajo de la temperatura ambiente que realmente había. Me sentía asqueada aquí. Pero me forcé a responderle entre dientes apretados.

—La verdad es que no.

Su actitud tan distinta y distante me había alertado, y es que no había sido plenamente consciente de la situación con la que me había embarrado. Este era el aviso que había necesitado: Jesse Stevenson era un criminal y yo me había presentado ante él como una presa fácil, sin contar con las consecuencias de lo que había hecho con él hasta ahora. Aún estaba a tiempo de rectificar. O eso creía.

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora