015.

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Me reí para mis adentros. ¿Cómo me iba a olvidar de esa voz?

Dándome la vuelta lo encaré. Iba esposado, con dos guardias, uno a cada lado, agarrándole de los brazos. Me miraba con su típica sonrisa torcida. Me sorprendía cómo a pesar de encontrarse en esa situación no perdía la seguridad. Es más, estaba casi segura de que le hacía sentir más poderoso.

—Ni una palabra más, Stevenson —le recriminó uno de los guardias tironeando de su brazo para que caminara hacia su celda. Me causaba tanta impotencia ver a alguien tan joven como él aquí dentro en estas circunstancias, pero suponía que era el castigo que se merecía. O eso era lo que todos decían. Yo tenía que investigar más. Mucho más.

Él se quedó callado sin recriminar, cosa que agradecí, ya que no quería presenciar cómo le daban una paliza hasta el punto de dejarlo semi inconsciente como castigo.

Una vez que lo encerraron, le quitaron las esposas de las muñecas y cerraron el gran portón que hizo eco en todo el pasillo, nos quedamos cara a cara. Cada uno en un lado opuesto de las rejas, que era lo único que nos separaban.

Él me miraba fijamente mientras se frotaba suavemente las muñecas, no siendo demasiado brusco para que no se me antojara apartar la mirada de la suya, tan intensa, pero a la vez tan viva.

—Sabía que no te olvidarías de mí —dijo sorprendiéndome. ¿En serio podía imaginar que me olvidaría de alguien como él? — Sé que te he satisfecho más de lo que nunca ningún otro ha hecho, ¿verdad, muñeca?

Y ahí estaba su arrogancia de nuevo. Pero sabía que él sabía que me gustaba, porque nunca me había quejado de ello. Era muy consciente de lo que provocaba en mí, y lo usaba a su favor.

—Creo que te hace falta un corte de pelo, Jesse —le dije medio riéndome, en un intento por cambiar el rumbo de la conversación. No podía dejar que controlara mi cuerpo de tal manera que perdiera los papeles en este sitio tan abiertamente. No sabía quién podría estar viéndonos.

—Dilo otra vez —me sonrió, con tono juguetón.

—¿Jesse? —repetí, algo insegura. No sabía si se refería a eso.

—Sí, justo así. Suena tan bien viniendo de ti, como si mi nombre estuviera destinado a salir de tu preciosa boca, muñeca —y ahí estaba ese tono que me podía. Podía conmigo y mi fuerza de voluntad, debilitándome.

—¿Me dejarías cortarte el pelo? —le pregunté, no siguiendo su táctica de distracción.

Entonces lo vi fruncir el ceño y los labios ligeramente. Algo me decía que su pelo era algo que le gustaba mucho de él.

—De hecho, traen dos veces a la semana a un peluquero —dijo a regañadientes, como si no quisiera que le escuchara. Un tema sensible para él, ¿huh? —, pero nunca he querido que me lo cortasen. No sé el desastre que me pueden dejar —dijo negando ligeramente con la cabeza, con los labios ligeramente fruncidos aún. Estaba guapísimo y yo no pude aguantarme la sonrisa mordiéndome los labios. Eso le llamó la atención y me guiñó un ojo.

—¿Dejarías que lo hiciese yo, Jesse? —volví a intentarlo, acercándome más a la celda y por ende a él.

Sabía que tenía en él el mismo efecto que él tenía en mí. Que podía oler mi perfume y que eso le volvería loco. Que no podría decirme que no.

—Pero muy poco, por favor —y ahí estaba. La respuesta que tanto quería oír.

Una vez que le corté el pelo a Jesse —que se quejaba mucho al principio, pero al final le acabó gustando su nuevo corte de pelo— gracias a la cortesía de los guardas del nuevo turno que me dejaron un peine y unas tijeras, y a mi sublime poder de e...

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Una vez que le corté el pelo a Jesse —que se quejaba mucho al principio, pero al final le acabó gustando su nuevo corte de pelo— gracias a la cortesía de los guardas del nuevo turno que me dejaron un peine y unas tijeras, y a mi sublime poder de encanto y seducción que los convenció de que era más que fiable dejarme unas tijeras, tenía aún una media hora de ocio y tiempo libre en la que normalmente se iba a una sala donde tenían maquinaria pesada de gimnasio, pero que esta vez decidió quedarse conmigo.

Y demasiado cerca.

—Ya te he dicho que casi nunca hago nada concreto, solo me quedo hablando contigo algunos días y otros en cambio me voy a la biblioteca con aquella mujer que sólo sabe mandar callar —le expliqué por enésima vez. Él seguía preguntando una y otra vez qué era lo que hacía cada vez que venía.

—Bueno, muñeca, hablar hablar... precisamente no es lo que hemos hecho desde que llegaste aquí —empezó hablando con su tono juguetón. No pude evitar sonrojarme.

Era verdad que no habíamos hablado mucho, pero lo poco que nos habíamos dicho era más que suficiente. Lo que me hacía pensar... ¿sabría él dónde guardan aquí los informes, expedientes e historiales delictivos de cada preso?

Lo miré, sonriéndole. Era mi turno que jugar mis cartas. Tenía que sacarle toda la información que pudiera, pero sin levantar sospechas. Y sabía un método infalible para ello. De todas formas, Jesse era un hombre y todos tenían un límite. El mismo límite, de hecho.

—Oye, Jesse... —empecé, acercándome más a él de donde estábamos sentados, juntando mi pierna con la de él y pasando la mano por su muslo, mientras me mordía el labio lentamente y le miraba batiendo las pestañas lentamente. Pude ver la nuez moviéndose rápidamente de arriba a abajo por su cuello—. Creo que sabrás esto mejor que nadie aquí... No sabrás tú, por casualidad, ¿dónde tienen todos los historiales delictivos de los presos? —pregunté inocentemente, mientras mi mano subía cada vez más. Lo estaba volviendo loco, pero yo no estaba quedando impune de ello, por más que intentara ocultarlo.

—Nena... para —pidió con voz ronca mientras sostenía mi mano con la suya, pero sin apartarla— me estás matando, por favor —suplicó.

Yo ya estaba más que perdida en su tacto y su mirada, pero sabía que aquí no sería lo apropiado. Podían contarle algo a mi padre y como consecuencia no me traería aquí más o podrían hacerle algo a Jesse. Sabía cómo podían ser los guardias de tomarse la ley por su mano. Y no sería justo para él. Podrían incluso retirarle la opción de la condicional.

Me alejé, sonriéndole y guiñándole un ojo para que supiera que esto no se acababa aquí.

Me levanté del sitio y le dije que me disculpara un par de minutos. Sólo esperaba que hubiera entendido la indirecta y que le esperaba en el único sitio donde sabía que no había cámaras. En el minúsculo cuarto de baño que había para los guardias.

Rezando para que no hubiese nadie ahí dentro, me metí, sentándome en el filo del lavabo que había, que, a pesar de no estar muy limpio, tampoco me podía quejar.

Mirando el techo mientras pasaba el tiempo, llegué a la conclusión de que Jesse no había captado la indirecta, y cuando estaba casi a punto de abrir la puerta para salir de allí, se abrió de un manotazo por el otro lado y entraba Jesse jadeando y mordiéndose el labio mientras me miraba con esos ojos que ya sabían lo que querían.

—Creía que no habías enten- —no me dio tiempo a terminar la frase y ya tenía sus labios sobre los míos mordiendo, lamiendo y saboreando los míos y no pude evitar gemir de satisfacción. Joder, qué bien besaba este hombre.

Sus manos ya estaban por todos los rincones de mi piel poniendo la carne de gallina allá por donde pasaban, dejando un resquemor y un calor inconfundibles.

Nunca había querido tanto algo antes como quería sentirlo a él en esos momentos.

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora