022.

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Aquella tarde me encontraba en el apartamento de Marc contándole lo que había descubierto hacía un par de días. Él seguía insistiendo en preguntarme si estaba segura al cien por cien de que había sido él. Y yo quería convencerme de que no había sido él, pero aquella confesión por parte de mi padre fue clara.

—Esto solo me hace pensar —empecé, haciendo que Marc me mirara con atención— en lo que sería capaz de hacer si se entera de todo lo que he estado haciendo a sus espaldas —me mordí el labio nerviosamente.

Oí a Marc suspirar mientras por el rabillo del ojo veía cómo se erguía en el sillón.

—Creo que lo mataría con sus propias manos —a pesar de que él había dicho en voz alta lo que los dos estábamos pensando, la impresión no fue menor.

Esa dura, pero cierta, declaración me hizo mirarlo a los ojos y darme cuenta de la realidad que tenía frente a mis narices. Pondría la mano en el fuego de que la paliza había sido tan brutal que si hubiera seguido lo hubiera matado allí mismo.

Unas horas más tarde salí de allí para encontrarme con el mismo coche que vi el día que Marc vino a mi casa para disculparse. No sabía si era mera coincidencia, pero tampoco conocía a nadie que tuviera un coche así.

Siguiendo el camino a casa, que no estaba muy lejos, empecé a pensar en todo el drama que tenía en estos momentos en mi vida. Me di cuenta de lo mucho que cambiaban las cosas de un día a otro y cómo esos cambios vienen sin previo aviso. Sin que los esperes. Me di cuenta de lo mucho que hacía cambiar a una persona el conocer a alguien de fuera de tu entorno habitual.

No es que hubiera sido una buena influencia antes de conocer a Jesse, pero el hecho de haberme metido en su mundo me había sacado del mío. Y eso era algo que me hacía pensar si tal vez me estaba absorbiendo demasiado.

Tenía que seguir haciendo las cosas que hacía antes, cuando todo era más simple. Mis amigos y yo —Marc incluido— nos conocimos cuando nuestros padres empezaron a ir a la iglesia de esta ciudad. Desde entonces, todas las semanas se reunían un día. Y yo empecé a salir con los hijos de los amigos de mis padres.

Había tenido casi todas mis primeras veces con ellos. La primera vez que fumé maría, la primera relación sexual con el más guapo del grupo, la primera escapada y así incontables primeras veces.

Tenía que volver a ser la antigua yo. La chica que tantos querían pero que tan pocos podían tener, y por un tiempo limitado. Había estado involucrándome con Jesse tanto tiempo que estaba perdiendo lo que era.

Y decidí que hasta aquí había llegado. Aunque eso no significaba que fuese a dejar todo de lado.

Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en la puerta de casa. Saqué las llaves de mi mochila y entré, solo para oír a mi madre que estaba fregando los platos.

Le dije que había llegado a casa y subí directa a mi habitación. Ella y yo teníamos tan poco en común que apenas nos hablábamos. Y con el incidente de la marihuana nuestra relación se rompió un poquito más.

Ya en mi habitación me tumbé en la cama y empecé a revisar por si tenía algún mensaje. Pero nada. Ni siquiera de Marc, cosa que me sorprendió.

Dejando de caer el móvil en mi pecho, me quedé mirando el techo en completo silencio. Mi mente divagó hasta que, sin quererlo, me encontré pensando en los ojos de Jesse.

La mirada que me había dado cuando me alejé de él después de haber llorado me partía el alma. 

Deseé nunca haberlo conocido, a pesar de que sabía que eso era inevitable. Ya me tenía marcada, después de todo.

Mi madre decidió que era un buen momento para interrumpirme, aunque no estuviera haciendo nada importante.

—Baja un momento, Scarlett. Queremos presentarte a alguien.

Estaba intrigada. ¿Qué estaba pasando?

Ni siquiera me había molestado en cambiarme de ropa. A pesar de que habían pasado unas cuantas horas desde que llegué a casa.

Lo que no me esperaba en absoluto era encontrarme con un chico no mucho mayor que yo sentado frente a mi padre. Tenía el pelo rubio oscuro y por lo que veía hacía deporte, tenía unas espaldas muy anchas.

Conforme me iba acercando a ellos, fruncía el ceño cada vez más. ¿Por qué me daba la sensación de que esto era algo que tenían ellos planeado?

Me senté al lado de mi madre, que miraba sonriente y complacida a este chico. Cuando le vi la cara, me di cuenta de que no estaba nada mal. Tenía una sonrisa perfecta, unos ojos grises preciosos y hasta tenía un hoyuelo en la mejilla derecha.

Demasiado perfecto.

—Bueno, Michael —empezó mi madre dando una palmada para llamar nuestra atención—, explícanos a qué te dedicas.

"Michael" sonrió y me echó un vistazo rápido y volvió a mirar a mi madre.

—Soy médico residente y me he mudado aquí al lado con mi madre.

—¿Vives con tu madre? ¿Qué edad tienes? —no pude cerrar la boca a tiempo y ya tenía a mis padres mirándome con mala cara. Tendría que acostumbrarme a eso de pensar las cosas antes de decirlas, pero era algo que no iba conmigo.

Aun así, a Michael pareció hacerle gracia. Cosa que me hizo sospechar aún más de él y sus intenciones.

—Sí, verás, tiene un problema de discapacidad y tengo que cuidar de ella —me explicó sonriente.

Me quedé en silencio y miré a mi madre de reojo. Ella parecía fascinada por este chico y aún no entendía por qué.

—¿Por qué no te quedas a cenar, Michael? —sugirió mi madre. Ya empezaba con sus estúpidas ideas—. Scarlett se puede quedar aquí contigo hablando mientras David me ayuda a preparar la cena —añadió, tirando del brazo de mi padre para dejarnos a los dos solos.

Y esa era la estúpida idea.

Él centró la mirada en mí mientras se dejaba caer en el sofá.

—Bonito nombre para una chica tan guapa —me guiñó un ojo.

—¿Disculpa? —le pregunté sarcásticamente. ¿Detrás de esos modales de niño bonito se escondía un gilipollas?

—Perdóname, no pretendía hacerte sentir incómoda —Michael se sonrojó y agachó la mirada.

Suspiré, relajándome. Parecía muy... inocente.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunté.

—Veintiseis —me respondió, volviéndome a sonreír y dejándome ver ese hoyuelo tan bonito.

Para ser un chico de esa edad parecía demasiado bueno y creía que eso era lo que tanto les había gustado a mis padres de él. Que no era como todos los otros chicos de su edad que andan por ahí sueltos hormonando sobre las pobres chicas. Aunque a mí precisamente era eso lo que no me gustaba. Yo no quería un niño pequeño, yo quería un hombre. Como Jesse.

—Tus padres me han dado permiso para llevarte a una cita conmigo.

Casi me ahogué con mi propia saliva. ¿Qué cojones? 

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora