031.

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—¿No me vas a pedir que te lleve a casa? —me preguntó Jesse cuando se dio cuenta de que estaba despierta.

No habíamos salido de su apartamento desde que me recogió la noche anterior, y la verdad era que estaba cansada de estar encerrada allí, pero por otra parte no podía volver a casa por lo que le había dicho a mis padres del camping con Marc. Sería muy sospechoso si volviera antes de tiempo, pero tampoco sabía cómo sugerirle a un criminal que quería salir, al menos, de paseo.

—No me esperan hasta el lunes —le contesté. Él estaba vistiéndose dándome la espalda y yo lo miraba desde la cama mientras fumaba.

Había algo en todo esto que me parecía raro. Como, por ejemplo, que Jason siguiera sin tomar contacto con Jesse ahora que estaba fuera.

—Tengo que salir un momento, ahora vuelvo —me dijo—. No sé si hay algo de comida en la nevera o, si quieres, puedes pedir algo, tengo dinero en algún cajón —y sin decir siquiera adiós lo escuché de cerrar la puerta.

Bufé, menudo caballero. Pero, por otra parte, prefería todo esto así. Sin sentimientos de por medio ni más explicaciones de las necesarias. Yo me encargaría de saber todo por mi cuenta.

Llamé a Marc para hacerle saber dónde estaba y, tras darle la dirección, esperé.

Cogí una camiseta del armario de Jesse y unos pantalones de deporte que doblé para que no me estuvieran tan holgados. Busqué algún par de zapatillas, pero me estaban todas enormes, así que no tuve más remedio que esperar a que viniera Marc con mi mochila.

Empecé a rebuscar por los cajones para distraerme y ya de paso encontrar algo de dinero. Pero lo único que encontraba eran paquetes de tabaco, calzoncillos y condones.

Resoplando porque ya no sabía dónde más buscar, me quedé de pie quieta mirando por toda la habitación no fuera a ser que me hubiese dejado algún mueble o cajón sin revisar, pero nada.

Entonces miré dentro del armario, porque ya no sabía dónde seguir buscando, y vi que a la derecha había un par de cajones. Abriéndolo, di por fin con una bolsa de gimnasio llena de dinero en efectivo y debajo de esta había balas.

Pero ¿y el arma?

Toda esa seguridad que algún día sentí al pensar que el culpable de todo era Jason y no Jesse, desapareció. Si Jesse tenía el arma consigo, eso significaba que sabía usarla y que era capaz de emplearla contra alguien.

Los nervios y la inseguridad me inundaron. Todo este tiempo pensando que él era inocente, a pesar de la confesión tan descarada que hizo de todos y cada uno de los crímenes por los que le encerraron. Él había bromeado con lo de tener a Michael en el maletero de su coche, pero ¿y si era verdad? ¿Y si lo había dejado encerrado ahí toda la noche y cuando había salido era para matarlo de una vez?

Entré en pánico. Toda la realidad me vino de golpe y de frente.

Estaba acostándome con un criminal, casi viviendo en su apartamento y siendo testigo de todo lo que estaba haciendo. No quería saber de dónde había sacado el dinero en efectivo que tenía en esa bolsa, ni quién le había conseguido el arma. No quería saber nada más o la culpabilidad me perseguiría toda la vida.

Intenté calmarme para pensar con claridad. No le iba a decir nada de esto a Marc para que no hiciera ninguna estupidez y supe que, si quería salir de aquí, tenía que convencer a Jesse de que todo estaba bien y que no estaba huyendo. O sabría que él vendría a por mí. Él se daría cuenta de que ya no creía más en su inocencia y me tendría consigo para que no le denunciara.

Me fumé otro cigarro. Toda esta situación era más que estresante y estaba casi al límite. Solo quería que Marc llegara ya para poder ponerme mi ropa y pensar en algo.

Escuché dos golpes en la puerta y supuse que sería él, pero cuando abrí la puerta vi a Jason.

—¿Qué haces aquí? —pregunté inconscientemente.

Él se rio de mi pregunta.

—Eso debería preguntarte yo a ti —le empujó a la puerta y entró—. ¿Dónde está Jesse?

Entró directamente a la habitación y empezó a abrir todos los cajones, como si buscara algo.

Yo me terminé el cigarro y dejé la colilla en el cenicero, que estaba casi lleno. Normalmente no fumaba tanto, pero todo este estrés era demasiado para mí y tenía que calmar los nervios de alguna forma.

Me quedé en la puerta viendo cómo abría y cerraba cajones, cada vez más frustrado. Y yo solo esperaba que Marc no apareciera justo ahora. Si Jason ya me estaba vigilando a mí por estar más cerca de Jesse, no quería que vigilara a Marc, o peor, le hiciera algo.

—¿Y bien? ¿Sabes dónde está? —volvió a insistir sin dejar de registrar cada mueble de la habitación.

—Solo me dijo que se iría —le contesté mientras negaba con la cabeza a pesar de que ni me estaba mirando. Pero quiero que te vayas tú.

El hecho de que estuviera aquí me ponía nerviosa. ¿Y si Jesse no quería que entrara y se enfadaba conmigo por haberle abierto la puerta a alguien sin su permiso? A pesar de que era su hermano, no sabía la relación que tenían y no quería meterme en medio.

Entonces lo vi de abrir el armario y abrir los dos cajones. Se quedó quieto cuando vio la bolsa del dinero y las balas, y se giró a mirarme.

—¿Y el arma que había aquí? —me miró incriminatoriamente. Yo solo negué con la cabeza.

—Yo no tengo ni idea de armas —empecé, intentando no ponerme nerviosa al hablar para que no pensara que de verdad la había cogido yo.

—A pesar de que algo me dice que no me fíe de una niña de mamá como tú, te creeré por esta vez —se acercó a mí, invadiendo mi espacio personal, cogiéndome de la barbilla mirándome con desprecio y se dio la vuelta y cogió dos fajos de billetes que guardó bajo su chaqueta—. Dile a Jesse que he venido.

Se llevó también un paquete de tabaco que había sin empezar encima de la mesita de noche y salió del apartamento sin decir ni una palabra más.

Cuando oí la puerta cerrarse me senté en la cama y me tapé la cara con las manos mientras apoyaba los codos en mis rodillas.

Toda esta situación se estaba volviendo insostenible y lo único que tenía seguro era que yo acabaría mal si no me quitaba del medio rápido y sin dejar rastro. Pero eso era casi imposible. Jesse y Jason tenían demasiada información sobre mí y me encontrarían en cuestión de segundos.

A los pocos minutos volví a escuchar golpes en la puerta y esta vez, antes de abrir, me aseguré de mirar por la mirilla. Esta vez sí era Marc.

Abriendo la puerta cautelosa, mirando a todos lados por si aún estaba Jason rondando por aquí, me eché a un lado para dejar pasar a Marc, que parecía enfadado.

—Al menos podrías haberme avisado para que supiera dónde estabas —me recriminó—. Pero bueno, por lo menos ahora sé que sigues con vida.

—Dame la mochila ya, papi —le dije con ironía por la reprimenda—. Siéntate en la cama y hablamos, hay muchas cosas que no sabes —le dije mientras buscaba las zapatillas.

—Sobre eso... mejor me voy, ¿vale? —me dijo, y levanté la cabeza para mirarlo. Parecía incómodo de estar aquí—. No es nada personal, Scar, pero... —habló nervioso, evitando mirarme a la cara— no quiero estar aquí para cuando él... ya sabes, para cuando él venga.

Supuse que por "él" se refería a Jesse y me sentí algo decepcionada. Dejé caer los hombros y apoyé la mochila abierta encima de la cama mientras Marc miraba incómodo a todos lados. Sabía que quería irse y no encontraba la forma para explicármelo.

—Te puedes ir —le dije—, ya hablaremos.

—Sí —retrocedió unos cuantos pasos hasta desaparecer de mi vista—. Nos vemos —gritó desde la puerta y cerró.

Estaba más sola que nunca. Y cada vez veía más lejos la salida de este embrollo.

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora