Yo no sabía qué hacer. Miraba la escena espantada y me di cuenta de que sería mi oportunidad de escapar de allí. Empecé a recoger mis cosas con manos temblorosas para no dejar rastro de que estuve allí alguna vez.

Vi que Jesse desvió la mirada de Jason para mirarme a mí y en ese momento Jason aprovechó para darle un puñetazo en la cabeza que hizo que Jesse cayera al suelo, quedándose ahí quieto por unos segundos gruñendo de dolor. Cuando ya tuve todas mis cosas necesarias, salí de la habitación y veía la puerta del apartamento cada vez más cerca, y ahí estaba mi querida liberación.

—¿Dónde crees que vas, zorra? —escuché a Jason detrás de mí casi sin respiración y tosiendo. Cuando me di la vuelta pude ver que tenía el arma apuntando hacia mí y puse mis manos delante de mí en posición de defensa. O lo intenté, porque temblaba como un flan.

Jason dio un paso hacia mí y se rio.

—Espero que te hayas despedido de tu querido Jesse porque lo más seguro es que no lo vuelvas a ver en tu vida.

Yo desvié la mirada a la puerta de la habitación que estaba entrecerrada y me quedé allí callada por si escuchaba algún ruido de allí, pero nada. Completo silencio mientras que Jason me miraba sonriente, sin bajar el arma aún.

—¿L-lo has matado? —no pude evitar tartamudear y le miré a los ojos. Jason volvió a dar otro paso hacia mí, quedando a dos metros de mí. Yo no podía dejar de ver el arma, que cada vez estaba más cerca.

Me sentí mal por todo lo que dudé de Jesse en las últimas setenta y dos horas, pensando que era él quien tenía el arma y quien había matado a Michael.

No quería morir, eso estaba claro, pero mi final lo sentía más y más cerca cada segundo que pasaba.

Jason estuvo a punto de abrir la boca para decir algo cuando empecé a escuchar sirenas de policía y fruncí el ceño.

—¿Qué has hecho? —le pregunté alarmada en un chillido. Si metía a la policía en esto se enteraría todo el mundo. Saldría en las noticias locales y, posiblemente, hasta en las nacionales. Entonces sí que estaría muerta en el caso de que no lo hiciera él.

La catástrofe se acercaba y, con ella, mi fin.

—Yo no he hecho nada, ¿qué dices? —me espetó Jason. La policía no era adivina y tendría que haber recibido algún aviso. Entonces, incrédula, miré a la habitación. Me descolgué la mochila del hombro y empecé a rebuscar, pero no lo encontraba.

—¡Mi móvil está ahí dentro! —chillé, dándome ya igual si Jason me disparaba o no a estas alturas.

Jason alternó la mirada un par de veces de la habitación a mí y, entonces, casi tropezando entró veloz en la habitación y yo iba detrás de él. Jesse estaba tirado donde lo había dejado Jason, con la única diferencia de que mi móvil estaba descansando en su mano.

Yo solté la mochila en el suelo y me llevé las manos, temblorosas, a la cara. Jason empezó a gritarle a Jesse y darle puñetazos. Pero él no hacía nada para defenderse, simplemente me miraba desde allí abajo. Yo negué con la cabeza un par de veces, decepcionada. Después aparté la mirada de la suya y miré por la cristalera que daba al balcón.

—No tienes que fingir que alguna vez te importé, Scarlett —dijo Jesse cuando Jason se cansó de darle la paliza—. No cuando ya tenías un pie fuera de la puerta lista para irte y dejarme aquí a mi suerte.

Las luces de los coches de policía ya estaban iluminando el bloque de apartamentos y a mí se me vino el mundo abajo cuando vi a mis padres salir de uno de los coches de policía. Y las palabras de Jesse me dolieron más de lo que debieron.

#1 Explicit. © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora