Anexo

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Gerard y yo no volvimos a ser pareja inmediatamente.

Lo besé en la galería porque quise hacerlo, porque no pude contenerme, porque quise ver qué pasaría, porque no quería que me quedara ninguna duda. Sin embargo, cuando salimos de ese lugar, seguíamos siendo dos extraños dispuestos a conocerse.

«Lleva las cosas con calma, Frankie. No vayas tan rápido». Me habría dicho Patrick. No hacía falta que me lo dijera, esos eran mis planes.

Sorprendentemente, Andy también me aconsejó que fuera despacio, que no me ilusionara. «Yo tampoco voy a ilusionarme, pero creo que el pacto que hice con Satanás para que el Frerard regresara, funcionó». Me dijo.

Las cosas dieron un giro inesperado. Haciendo memoria, regresando al pasado para analizarlo detenidamente, nos dimos cuenta de una realidad que quizás he demostrado pero que nunca admití con mis propias palabras: Yo siempre me involucré más en conocer el mundo de Gerard y él nunca (o muy pocas veces) se interesó en hacer lo mismo conmigo. Siempre hacíamos sus cosas: Escuchábamos su música, veíamos sus películas, íbamos a los sitios donde a él le gustaba ir. Al estar ciegamente enamorado, no me importaba acoplarme a lo que él quisiera hacer pero, ya adulto, me di cuenta de que la cuestión del interés debe ser mutua, y Gerard también me lo dijo, así que él mismo se interesó en conocer mi mundo, en cómo era mi vida, cuáles eran mis intereses desde que me mudé a Londres.

Pero no se engañen, él no se había convertido en mí o algo así. La verdad, he de decir que pasar tiempo con él me pareció incluso mejor de lo que era antes; solíamos ir a las cafeterías que me gustaban, solíamos etiquetarnos memes (nunca superé mi afición a los memes), era increíble: Gerard, quien solía ser la persona más esnob y culta, aceptando que mis estupideces daban risa. Yo lo seguía acompañando a sus festivales de cine francés (nunca superé mi odio hacia el idioma) y a exposiciones de arte. Algunas tardes solíamos quedarnos en el pequeño departamento donde comencé a vivir después de graduarme, el cual tenía una terraza minúscula con vista a la calle y edificios aburridos pero terraza al fin y al cabo, allí tomábamos café y escuchábamos mixes de las bandas que a él le gustaban y las que me gustaban a mí.

Por fin, teníamos algo que antes nos faltaba: Balance.

Un año después publiqué otro libro, comenzó a irme mejor que antes. A Gerard también le iba muy bien lucrándose como artista. Regresamos a Cincinnati para navidad y fue entonces cuando, oficialmente, nos hicimos pareja.

El Team Frerard regresó, pero con ciertas reglas y condiciones. Andy me regresó las cosas que le había dado para que tirara (los dibujos que me regaló Gerard, mi viejo cuaderno de poemas), hizo más camisetas, comenzó a hacer la lista de invitados para la boda... Claro que antes de eso no faltaron las amenazas hacia Gerard por si volvía a romper mi corazón, pero él lo perdonó algo rápido. Patrick, en cambio, fue un poco más duro con Gee hasta que, al final, se dieron cuenta de que nuestra relación actual es más sólida que la que teníamos cuando éramos niños.

Seguimos viviendo en Londres por un tiempo, me ofrecieron una beca para estudiar una maestría y la aproveché. Nos mudamos juntos, nos fuimos a un departamento más grande, que es donde estamos viviendo actualmente; es acogedor. Cualquier lugar lo es si estamos juntos.

Me gusta más vivir así; es como si ese pequeño mundo que creábamos en sitios aleatorios hubiese dejado de ser pequeño, ahora es todo un universo y es permanente.

Me gusta pasar mis días con Gerard; que él sea lo primero y lo último que veo en el día, sentirlo rondar por la casa cuando estoy trabajando. Amo pasar toda una mañana frente al ordenador escribiendo y de repente, cuando decido darme la vuelta para estirarme y descansar un poco, me encuentro con él sentado en el suelo pintando algún cuadro, con sus brazos, su cara y su ropa llenos de pintura y su típico desorden en el suelo. Amo que nuestro hogar siempre tenga vida y color, que lo hayamos convertido en una especie de invernadero teniendo plantas por todos lados, que haya montones de cuadros, una que otra manchita de pintura en el suelo, que siempre haya risas y música y que Gerard y yo nos amemos.

Y cuando las cosas se ponen difíciles (porque es la vida real, las cosas siempre se ponen difíciles) me hace feliz que nunca sea por culpa de Gerard sino que, al contrario, sea él quien esté a mi lado y me apoye como es debido.

Y sí... Este es el resumen de lo que sucedió después del fin.

Path(po)etic; FrerardWo Geschichten leben. Entdecke jetzt