Capítulo 11: Una ayuda que firmó un pacto eterno.

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"Seamos uno solo, nos cubrimos las espaldas y también los pensamientos."

05 de Abril de 1988, Nebarap.

Cinco días. Ciento veinte hora en las cuales la niña de cabello rojo no ha salido y sólo ha sido alimenta a base de pan y agua.

Los golpes se notan claramente a través de la piel pálida y mugrienta de Eris, no se ha movido mucho en este plazo de tiempo, siente que no vale la pena.

Como ha pasado estos días la niña sólo se entretiene viendo y contando los puntos y grietas de las paredes, escucha como la puerta se abre haciendo su típico sonido por la falta de mantenimiento en ésta.

No se molesta en levantar la vista, ya no le importa comer, no le importa ser golpeada ya simplemente queda en ella indiferencia y frialdad.

Escucha como unos tacones resuenan en el suelo dando un claro indicio de que la persona que acaba de ingresar es Clarissa.

Cuando la figura de la mujer se posa delante del cuerpo tirado en el suelo de Eris por fin la niña pelirroja se permite ver a su tía directamente al rostro, notando como la mujer la ve con asco y repulsión.

—Levantate y ve al pueblo a comprar algunas cosas para la cena y te vienes de inmediato para que cocines ¿Entiendes?

La voz de Clarissa tiene una frialdad inmensa, pero esa cantidad de indiferencia no se compara en lo más mínimo con la que expresa los ojos azules de la pelirroja acostada.

—¿Qué te hace pensar que me voy a levantar para ir a comprar algo para basuras como tú o la mierda que tienes viviendo arriba?—Eris no le importa que la mujer la golpee en la cara, ya no importa cuanto dolor la hagan sentir si sólo tiene como corazón un vacío inmenso.

Clarissa se sorprende al ver como su sobrina no emite queja alguna por el dolor, sólo la mira de una forma tan intensa que hace que el nerviosismo le recorra la espina dorsal.

La niña navega en sus pensamientos buscando el dolor que tuvo que sentir y emitir, pero no encuentra nada. El hambre y la tortura mental han hecho estragos en ella, dándole paso al frío que se expresa duramente en su mirada.

Ese pensamiento incesante recorre su mente.

《Quizás no siento nada》. Piensa la niña.

Claro que sí sientes, querida.

《A según tú ¿Qué siento?》 Pregunta Eris a su voz interna.

Odio, repulsión, asco y lo más hermoso de todos rencor y venganza, eso es lo que eres ahora, una personas con sed de cobrar todo lo que le hicieron.

Eris sonríe infeliz para sí misma a las palabras de la voz que resuena en su cabeza no puede evitar entristecerse un poco al percatarse de que ya últimamente no ha sonreído de verdad, sólo sonrisas escasas y llenas de frialdad. Clarissa la ve con temor de que ya sé haya vuelto loca viéndola sonreír a la nada.

—Te crees muy valiente, veamos que tan ruda eres al quedarte sin comer—en la mente de la mujer está plasmada la palabra victoria al pensar que le haría algún efecto a la niña tirada en el suelo, pero se equivoca cuando Eris sólo se encoge de hombros demostrando lo poco que le importa. Que sería un día más o un día menos sin ingerir un alimento decente—Anda porque si sigues haciéndote de graciosa una vez más te irá peor de lo que ya te ha ido desde que llegaste.

Aburrida Eris se levanta del suelo dirigiéndose a fuera, las piernas le pesan mientras sube los escalones, su cuerpo deteriorado por la falta de limpieza y la sangre seca en diversas heridas formadas por los inescrupulosos juegos de su prima le dan un aspecto lastimoso a la pelirroja.

Eris.©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu