Capítulo 35: Cara a cara.

34 11 0
                                    

Capítulo 35: Cara a cara.

"Salva mi alma de aquella caída hacia el infierno. Ayúdame, ayúdame porque en pocos segundos voy a tocar el fuego".

Octaviano había llegado a su hogar con algunos minutos de retraso a lo que le había dicho a su hijo, se bajó del auto sin saber lo que adentro se encontraba. Caminó a paso tranquilo, pasando su mano por su pelo y acomodando su pantalón de forma indecente.

El hombre era un vulgar absolutamente y no tenía miramientos para demostrarlo en cualquier lugar.

Entró mirando alrededor, trató de escuchar algún ruido pero era inútil ya que no había nada más que un silencio tan abrumante y anormal que en parte lo confundió, pasó por la sala encontrándose con las grandes manchas de sangre, pero no le tomó atención atribuyendo eso a los constantes asesinatos que su hijo cometía con aquellas chicas inocentes e ingenuas. Cosa que él mismo le enseñó durante toda su vida.

Para el hombre la vida de una mujer no era nada. Pero no sabía lo caro pagaría ese pensar.

Pasó de largo buscando en cada rincón de la casa, no había preocupación en su cuerpo ni en su andar, no la había porque no sabía que estaba siendo acechado por alguien. Observado desde la sombra por una persona que estaba allí para dañarlo de todas las maneras posibles.

Buscó en cada habitación, en cada lugar y en cada rincón, pero no había señales de su familia. Hasta que recordó el patio trasero donde enterraban a sus víctimas y se dirigió a ese lugar, abrió la puerta que daba a su destino. Ya era de noche, por ello todo era oscuro y lúgubre, tuvo que salir para poder mirar mejor a sus alrededores.

Maikol me interrumpió un polvo por sus estupideces. Dijo para sí mismo, era ignorante de todo lo que había ocurrido y todo lo que ocurrirá.

Pero lo que se encontró allí le sorprendió, quedó en shock al ver dos grandes cruces de maderas clavadas en el centro del patio. De éstas no se veía nada, y siendo guiado por la curiosidad, caminó acercándose más a las dos grandes cruces.

Al quedar un poco más cerca un olor metálico lo golpeó fuertemente creando un miedo que recorrió todo su cuerpo rápidamente, se apresuró y quedó cara a cara con lo que allí colgado se encontraba.

Quedó cara a cara viendo a la perfección los cuerpo de su mujer y de su hijo crucificados en aquellas cruces hechas de tablones de madera. Tal cual lo había hecho él con aquellas dos chicas escondidas en su cobertizo.

Éstos estaban en un estado deplorable, sangre caía desde las heridas, sangre que manchaba el césped levemente, cada herida fue abierta recientemente. Octaviano se preguntaba que había pasado mientras lloraba por la muerte de su familia, lloraba pensando en que no pudo estar allí para ellos.

Le dolía que su familia hubiese muerto así, de esa forma tan cruel y despiadada. Irónico para una persona que le hacía lo mismo a los demás.

Pero los humanos cada que lanzan una piedra se quejarán si se la devuelven con la misma fuerza.

No sabía que cada herida, mutilación y golpe, fue una copia exacta de lo que los cuerpos sin vida y en descomposición de las dos mujeres tenía. Eso era la justicia que podrían recibir por todo lo que pasaron sus cuerpos antes y luego de ser asesinadas.

Eso era todo lo que las dos chicas podían hacer por aquellas dos desconocidas.

Octaviano estaba sumido en su dolor siendo ignorante de aquellos ojos divisores que lo miraban atentamente, sus movimientos eran analizados por alguien sanguinario, eran minuciosamente estudiados por alguien lleno de odio por su persona.

Eris.©Where stories live. Discover now