Epílogo.

59 8 5
                                    


23 de Diciembre, 1996. Xifel.

Una pequeña parte de mí siempre había sabido que todo esto terminaría así.

Sé libre, Anubys. Sé feliz. Hazlo por las dos y olvídate de mí. Quema mi recuerdo y rompe tus cadenas. Hazlo porque solo así yo podré estar en paz.

Adiós, hermana.

Eris.

Anubys seguía llorando así como la primera vez que la leyó, pero esta vez lloraba no solo por la nostalgia que provocaba haberse despedido por última vez de su amiga sin saberlo, sino porque por fin dejaría libre su recuerdo. Dejaría sus cadenas como Eris se lo había pedido.

Las llamas delante de ella se intensificaban, afuera los gritos y festejos de sus vecinos se escuchaban con claridad. Soltando una última lágrima dejó caer la carta en las llamas, dejando que se consumieran así como el recuerdo de todo lo que había pasado.

Habían sido dos años duros, en los que Anubys había sobrevivido del dinero que Eris le había dado y del trabajo que había podido conseguir como mesera en una cafetería a pocas cuadras. La depresión se había notado los primeros meses, luego tuvo que avanzar para no dejarse caer. La ley había tocado a su puerta en busca de respuestas sobre su estadía en aquel hogar, pero los papeles de propiedad estaban en regla por eso había podido seguir viviendo tranquila.

Cada noche se preocupaba por su amiga, la extrañaba y podía admitirse a ella misma que no había quemado la carta antes porque aún guardaba esperanzas de que la pelirroja tocara a su puerta.

Pero jamás sucedió ni sucedería.

Las lágrimas habían cesado miró el reloj en la pared notando que faltaba pocos minutos para que la media noche llegará.

Se acercó a la ventana mirando todo a su alrededor, oliendo como el papel se terminaba de volver cenizas. Miró a la luna, a la noche, a las estrellas y sonriendo se despidió en silencio de su amiga. De Eris Bloodworth la mujer atormentada por demonios insaciables que clamaban sangre.

-Eris, ya puedes estar en paz, tu recuerdo quedará en mi corazón pero ya no lloraré por tu presencia. Anhele cada día tu llegada, pero jamás te volví a ver, hoy se cumplen dos años desde la última vez que nos vimos cara a cara. Jugamos a las heroínas buscando nuestra propia justicia, ahora somos libres de nuestros verdugos. Seré feliz por las dos, llamita. Seré feliz para que sea en donde estés puedas estar en calma. Hasta pronto, Eris Bloodworth. Porque algún día sé que nos volveremos a encontrar, ojalá que sea en otras circunstancias, el destino jugó con nosotras con la idea de juntarnos, no me arrepiento de nada porque jamás me podría arrepentir de haber estado a tu lado.

Se escuchó la campana del reloj que indicaba la medianoche, las llamas se habían apagado y con ella los recuerdos.

No serían las mismas personas porque estaban marcadas por el destino.

Pero al fin y al cabo cuando se juega con un alma inocente, se pueden encontrar con los peores demonios. Vemos a diario rostros que no conocemos sin saber sus historias. Juzgamos al malo sin conocer su versión, sin conocer el otro lado de la moneda.

Ahora ¿es un fin o un comienzo? Nadie jamás lo sabrá, pero lo único seguro para el mundo es que hubo una historia llena de sangre, sufrimiento y lágrimas. Una historia en la que la protagonista fue una pelirroja manchada por el dolor.

La historia de Eris Bloodworth.

Fin.

***

Al inicio hay un pequeño fragmento de la carta de Eris.

El epílogo corto porque en realidad no hay mucho que decir.

Esto ha sido todo de esta historia.

Muchas gracias.

Adara H.

Eris.©Where stories live. Discover now