Marchar.

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Patíbulo estuvo presente en la casa de los Williams la noche siguiente, cuando Elizabeth le contó a su familia sus planes de futuro.

La temperatura era agradable, así que nadie se molestó en encender la chimenea, a pesar de que la casa estaba siempre varios grados por debajo de la temperatura exterior. Las criadas ya habían puesto la mesa, pero no habían usado los platos de porcelana ricamente grabados que utilizaban cuando los Lenoir acudían a cenar.

Patíbulo llegó quince minutos antes de la hora acordada, así que cuando una criada nueva que no conocía le dejo pasar al interior de la casa, se quedó esperando en una esquina del salón.

-¿Y Elizabeth? –Preguntó, antes de que la criada, una joven bonita pero desastrada, se marchara. Temía que Elizabeth se echará atrás y decidiera que no le apetecía huir.

-¿Lady Elizabeth? –Lo dijo como si con ello esperara que Patíbulo rectificara en su modo de referirse a la joven dama. Hablaba con un acento muy marcado-. Está preparándose para la cena, señor.

Patíbulo asintió, sin decir nada más. Mató el rato mirando los cuadros olvidados que colgaban en las paredes. Algunos eran bodegones, también había unos cuantos costumbristas, pero el que más le llamó la atención fue el de una dama muy hermosa. Era, sin ninguna duda, una antepasada de Elizabeth por parte de madre. Tenía el mismo cabello dorado que Elizabeth, los ojos celestes de Victoria, los suaves rasgos de Martha. Llevaba las manos, de aspecto delicado, cruzadas a la altura de la cintura. El vestido, de color aguamarina resaltaba la intensidad de su mirada, que era, a la vez, acerada y misteriosa. Buscó, sin éxito, el nombre de la dama, o, al menos, el del artista.

-¿Te gusta? -Patíbulo vio de reojo como Elizabeth se ponía junto a él -.Si estás buscando su nombre, nadie sabe cómo se llama. Es un cuadro bastante antiguo que ha pasado de generación en generación. Es una casualidad que estuviera aquí y no en la vieja casa.

-Pensé que no vendrías –se limitó a comentar él, encogiéndose de hombros.

-¿Y a dónde iba a ir?

Patíbulo la miró a los ojos. Daba la sensación de que no había dormido mucho, pero ahí estaba la férrea determinación que parecía inherente a la miel de su mirada.

-Lamento que tengas que hacer esto –lo dijo lentamente, escogiendo las palabras con cuidado. Todavía no sabía si confiar en la inocencia de Elizabeth, pero estaba seguro de que ella se marcharía de todas maneras. Nunca pondría en peligro a su hermana. Quizá Martha era su único punto débil.

-No importa. Sinceramente, no creo en todas esas estupideces del Cazador. Así que serán como unas vacaciones.

-¿No crees en el Cazador, pero sí en las brujas? –lo preguntó fingiendo indiferencia.

Elizabeth río y cogió una copa de la mesa. La llenó con una de las jarras que las criadas ya habían dejado allí de antemano por si a Gerard se le ocurría arramblar con todo y contestó:

-No es a mí a quien una de ellas dio una paliza, ¿no?

Patíbulo no contestó, pero tampoco fue capaz de sostener la mirada de Elizabeth mientras ésta daba buena cuenta del vino.

Gerard llegó en aquel momento, tambaleándose y con el rostro de aquel característico color que imprimía el alcohol en una persona que había bebido ya demasiado. Elizabeth arrugó la nariz con desagrado, en un gesto que Patíbulo sospechaba que era reflejo.

En cuanto el patriarca llegó, el salón se fue llenando poco a poco con el resto de comensales. Gerard se sentó, como no podía ser de otra manera, a la cabecera de mesa, y enseguida se hizo con una copa de vino llena a rebosar. Victoria se sentó a su derecha, orgullosa y fría como una estatua de hielo. Junto a ella, Martha, que parecía sumida en sus cavilaciones, y Prudence, que enarcó las cejas al ver a Patíbulo allí. A la izquierda de Gerard se sentó el propio Patíbulo, junto al que se sentaron Elizabeth y Amelié, la única Lenoir que había acudido en carácter de la dama de Elizabeth.

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Where stories live. Discover now