Plan

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Elizabeth nunca había tenido un carácter fácil. Sabía que era eso lo que se decía de ella. Cada vez que escuchaba algo así, se encogía de hombros con una sonrisita. No podría haberle importado menos. Era consciente de que lo que en ella se veía como un defecto, en un hombre se veía como una buena cualidad.

Los hombres debían tener carácter, las ideas claras, ser fuertes. De ella solo se esperaba que fuera bonita y sumisa.

Como si eso fuera posible.

Sabía que desde el principio todos habían esperado que abdicara en su deseo de casarse con Alexander, y que aceptara con una sonrisa dulce que la casaran con el cretino francés. Probablemente todavía habría gente que lo esperara.

Estúpidos.

Ella no se daba vencida con facilidad. Y menos con cosas que le importaban de verdad.

Por eso, para Elizabeth, el fin siempre justificaba los medios. Siempre.

Cuando la melena azabache de Prue desapareció de su vista, Elizabeth se llevó la mano a la mejilla dolorida. Le habían dado golpes peores, así que había aprendido a no soltar ni un quejido de dolor. Todo lo que tenía que hacer cuando algo la hería era apretar los labios un momento y luego, sonreír.

-¿Lady Elizabeth? –la voz de Kaliska sonó dubitativa por primera vez desde que la conocía. Elizabeth la miró un momento y luego se apartó la mano de la cara.

-¿Eres fiel a mi hermana, Kaliska? –preguntó, aunque era una pregunta estúpida y ella lo sabía. Tenía la sensación de que Kaliska había querido a Martha desde que la había visto. Todos lo hacían. Y, sin embargo, quizá el amor de Kaliska por su hermana era más fuerte que el de todos los demás, excepto el suyo propio.

-Sí, lady Elizabeth.

-Bien –se acercó a la criada lo suficiente como para poder arreglarle el cuello del vestido-. Entonces me mantendrás informada si alguien le hace algo, ¿verdad? –Kaliska la miró a los ojos, pero como no respondió, Elizabeth insistió:- ¿Lo harás? Soy la única que puede evitar que le hagan daño. Lo sabes, ¿no?

Kaliska asintió lentamente.

-Bien –Elizabeth se apartó de ella, satisfecha. Sabía que la criada haría lo que le había pedido-. Ahora ve a buscar al señor West, por favor. Y no le digas nada a mi hermana de lo que has visto.

-¿Y si se lo cuenta Anderson? –se atrevió a preguntar Kaliska. A Elizabeth le gustaba. Tenía carácter. No tanto como ella, quizá, pero el suficiente.

-No lo hará. Ve.

Kaliska obedeció sin decir nada más. En cuanto salió del cuarto, Elizabeth se sentó sobre la cama, cansada. Había seguido estudiando todo lo que podía sobre las brujas y sus poderes, pero era complicado hacerlo sin el libro de los hechizos. Además, cada día notaba como el poder bullía en sus venas con más intensidad. Eso, lejos de ser algo positivo, la agotaba. Tenía que usar toda su concentración las 24 horas del día para no dejarlo escapar. Y hubiera sido tan tentador simplemente relajarse y acabar con todos aquellos idiotas. Tan, tan tentador. Pero por el bien de Martha, debía auto-controlarse. Al menos hasta ser lo bastante fuerte.

Si no hubiera sido porque Elizabeth estaba sentada frente a la puerta, no se hubiera dado cuenta de que Patíbulo entraba en el cuarto. Se levantó de un salto, y caminó hasta él, contenta.

-¡Alexander! –Exclamó contenta, levantándose de un salto de la cama. Sin embargo, se dio cuenta de que algo no iba bien. Quizá fuera por lo tenso que estaba Patíbulo o por el ligero fruncir de su ceño, pero supo que se trataba de algo importante -. ¿Qué pasa?

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Where stories live. Discover now