Días 11 y 12 del mes de Noviembre.

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Día 11 del mes de Noviembre.

Por fin he llegado al dichoso pueblo. Ni siquiera me hubiese percatado de no ser porque a la entrada me crucé con un pequeño cartelito que rezaba "Beads Valley".
No gastaría tinta sobre esta aldea de no ser porque padre me ordenó que llevará un registro detallado de todo cuánto sucede. Palabras textuales: "un buen cazador ordena tanto su vida como su mente". Creo que piensa que no soy más que un muchacho descerebrado. Sea como sea, le demostraré que se equivoca.

El pueblo (si es que se puede llamar así, porque no se trata más que de un valle salpicado de cuatro casitas destartaladas) solo cuenta, por lo que he visto, con dos grandes construcciones: una iglesia (fea y mal hecha, en mi opinión) y una mansión (fría y blanca) que todavía no sé a quién pertenece. 

Cuando llegué no encontré a nadie en la calle. Y, la verdad, no es de extrañar. Hace un frío espantoso y la nieve me llega hasta las rodillas. Cómo hecho de menos el verano.
Ahora mismo me alojo en una taberna que hace las veces de hostal. Cabe destacar que tiene un nombre ridículo: "
La Sirena de Oriente". ¿Debo mencionar que estamos a millas y millas del mar y que nos encontramos al Este?

La taberna está tan destartalado como el resto del pueblo. Pende sobre la vieja puerta de madera un cartel en el que aparece una sirena sentada en una roca. Una sirena muy fea, si se me permite decirlo. Entré sin muchas esperanzas de que hubiera un lugar caliente donde dormir en aquella mísera taberna. Quizá soy demasiado exigente. El caso es que me senté en una mesa aislada que se encontraba en un rincón. A pesar del frío que hacia (o quizá debido a ello), la taberna estaba llena de parroquianos. Me sentí tentado varias veces a unirme a la fiesta, pero, al fin y al cabo, no he venido a divertirme.

Justo cuando me encontraba repasando el viejo mapa que llevo en la bolsa (tan viejo que el pueblo ni siquiera aparece señalado en él, aunque también podría deberse a la escasa importancia de esta aldea con respecto a las ciudades vecinas), apareció la camarera.

¿Qué podría decir de ella?

Es la mujer más impresionante que he visto en mi vida. Ni siquiera las brujas con las que me he tomado en mis viajes (y eso que las brujas son, por norma general, mucho más hermosas que las mortales) pueden competir con su belleza. Se acercó con hastío, aunque cuando me vio cambió el gesto y comenzó a andar contoneando las caderas (¿o son ilusiones mías?).

-Qué clima tan frío hace en este valle -le dije. Sí. Yo, el eterno Don Juan, le dije tal estupidez.

-Ah, ni te lo imaginas -me respondió, sonriendo de manera sugerente-. Aunque aquí tenemos formas de mantener el calor.

Qué mujer, ¡qué mujer!.

Me preguntó que qué me apetecía cenar. Yo le dije que lo que fuera, que sólo pedía una cerveza y algo bien caliente. Ella volvió a sonreír, y se marchó de nuevo con aquel contoneo.

En lo que tardó en llegar la comida, me quedé repasando los sucesos del día. La bruja de agua (no recuerdo su nombre, la verdad. Puede que ni me lo dijera) me contó que la de fuego estaba en este pueblo. Dudé al principio. ¿Por qué iba una bruja de tal poder a encerrarse en un pueblucho como este? Temí que me hubiera mentido, pero la bruja de agua no lo hubiese hecho. ¿Cómo se iba a atrever, si temblaba de miedo cuando me vio? Gritó: "¡el cazador!". Como si yo fuera algún monstruo dispuesto a exterminar a toda  su familia y a sus seres queridos.

La camarera volvió con un plato de guiso templado y una jarra de cerveza mala. Tampoco me quejo. Templado es mejor que frío. Cuando terminé de comer, volvió y se sentó a mi lado.

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Where stories live. Discover now