Wilda.

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La noche cayó sobre el bosque.

Patíbulo, a pesar de haberse llevado lo peor de la pelea y haber estado a punto de morir ahogado, parecía ser el único que no acusaba el cansancio. La bruja, Wilda, había comenzado a trastabillar hacía aproximadamente una hora, pero Patíbulo había fingido no darse cuenta y había continuado sujetando a Aquelarre cerca de la garganta de la chica. Prue también estaba exhausta. Arrastraba los pies y suspiraba sonoramente, tratando de que el verdugo reparara en ella y decidiera acampar de una vez, pero en vano. Finalmente, se hartó. Ni ella ni Wilda estaban en unas condiciones físicas comparables a las de Patíbulo. Qué menos que se detuvieran a descansar un rato, ¿no?

-Alexander -jadeó Prue-. ¿Podemos parar?

Patíbulo la miró, evaluando la situación.

-No -respondió-. No sabemos si hay otras brujas cerca. No podemos arriesgarnos a descansar.

-No hay más brujas por los alrededores -rezongó Wilda. Las trenzas se le habían deshecho y su cabello castaño y rizado se había liberado-. Además, toda esa magia me ha agotado. Necesito descansar.

Patíbulo se encogió de hombros y, para consternación de Prue, continuó caminando:

-No haberla usado para intentar matarnos.

Prue apoyó su mano derecha en el brazo de Patíbulo. 

-Venga, Alexander -su voz sonó desesperada. Necesitaba descansar, sus piernas no la sostendrían mucho más-. Descansemos. Así podrás preguntarle a la bruja lo que te dé la gana.

-Me llamó Wilda -ladró la niña, pero ni Patíbulo ni Prue le hicieron caso.

Patíbulo miró al cielo, sopesando sus opciones. El brillo de la luna otorgó un aspecto misterioso a su rostro. A veces, en secreto, Prue se había preguntado si Patíbulo no tendría sangre de alguna criatura misteriosa en sus venas. Aquello explicaría su belleza cruel.

No, penso Prue, belleza cruel es la de Elizabeth. La de Patíbulo es triste, desgarradora.

Y era cierto. Mientras que había algo en Elizabeth que hacía que Prue se estremeciera y pensara en lobos y criaturas desalmadas, el rostro de Patíbulo la hacía pensar en soledad y lluvia.

-Está bien. Descansemos un poco -concedió.

Prue se quitó la mochila de la espalda y sacó de ella unas cuerdas con las que le ató las manos a la bruja. Cuando estuvo convenientemente atada, Patíbulo dejó sus propias pertenencias en el suelo y se sentó entre la bruja y Prue.

Prue se dedicó a arrancar hierbajos del suelo, mientras Patíbulo rebuscaba algo de cena. La bruja se había sentado hecha un ovillo, y aunque durante toda la jornada había mantenido una actitud hosca, ahora se la veía derrotada y asustada.

-Wilda, ¿no? ¿Wilda qué más? -Preguntó Prue. Patíbulo dejó de rebuscar y la miró fijamente, intrigado, tal vez, de que Prue quisiera darle conversación a alguien que casi había logrado matarlos.

La chica se mordió los labios, pero levantó la barbilla. Prue se dio cuenta entonces de que era hermosa. Se preguntó si todas las brujas lo eran.

-¿Qué más da? Mi familia olvidó su apellido hace mucho tiempo.

Patíbulo sacó finalmente la carne seca y las cantimploras. Repartió los trozos, y dejo que las dos chicas bebieran primero antes de beber él.

-¿Por qué?

La bruja hizo un gesto vago. Sus ojos pardos lucían tristes. 

-Aquí en el bosque no lo necesitamos. 

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Where stories live. Discover now