Destello.

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No había sido fácil llegar. A diferencia de la última vez, Prue y Wilda continuaban estando heridas. Prue fingía encontrarse mejor de cómo se sentía en realidad, aunque Patíbulo podía verla frunciendo el ceño cada vez que movía el torso. Wilda no se quejaba, pero solo con ver las quemaduras que tenía en todo el cuerpo era sencillo adivinar lo mucho que le dolía todo.

Todo el esfuerzo había parecido ser en vano al principio. Wilda fue la primera en notar que habían llegado. Patíbulo lo sabía porque había visto cómo la joven bruja enderezaba la espalda y levantaba la cabeza segundos antes de que él mismo notara el hormigueo. Supuso que Wilda y él lo notaban de maneras diferentes, porque para él aquel hormigueo solo lo instaba a agarrar sus armas, plantar los pies en el suelo con firmeza y luchar. Sin embargo, a Wilda se la veía casi feliz.

Quedó claro que Prue no notaba nada cuando les preguntó:

―¿Por qué os detenéis?

Patíbulo y Wilda se miraron.

―¿No lo notas? ―Wilda hizo la pregunta, pero Patíbulo supuso que ya debía conocer la respuesta, porque no mostró mucho interés.

Prue sacudió la cabeza. Los mechones de pelo azabache le acariciaron el rostro, tremendamente pálido.

―Hemos llegado― comentó.

Patíbulo veía la aldea tan nítidamente como veía sus propias manos. Se encontraba en medio de un prado, y aquello sólo le daba una apariencia todavía más mística. No muy lejos se oía el rumor del agua, y el viento traía consigo también el sonido de la risa de las mujeres. Frente a la casa más grande de la aldea, se encontraba una especie de plaza redonda de tierra a la que se accedía bajando unas escaleras hechas de piedra.

―¿Qué hacemos ahora?― no iba a admitirlo, pero si Prue no era capaz de llegar hasta la aldea la dejaría allí. No iba a dar media vuelta después de haber llegado tan lejos.

Prue hizo un mohín, y Wilda se acercó a ella.

―No te preocupes por no poder ver el pueblo. Está protegido por una barrera, pero creo que podré deshacerla.

―¿Y por qué Alexander sí que puede verlo? Además, ¿cómo sabes que podrás?

Wilda se encogió de hombros y llevó su mano derecha hasta la frente de Prue. La morena se encogió durante un segundo cuando la bruja la tocó.

―Patíbulo es el Cazador. Hay gente que dice que los cazadores tienen sangre de bruja, y gente que dice que Dios los creo para combatir a mis hermanas. Sea como sea, los cazadores tienen algunas habilidades interesantes. Pueden penetrar barreras como esta y deshacer ilusiones. No hace falta que te diga que, obviamente, también tienen algunas capacidades físicas por encima de la media. En cuanto a por qué puedo romper la barrera para ti, es fácil: la familia de una bruja está compuesta por gente mágica y no mágica. Si no supiéramos deshacer estas barreras, la mitad de nuestra familia se quedaría fuera.

Dicho esto, comenzó a murmurar unas cuantas frases en un idioma que Patíbulo no conocía pero que comprendía con una claridad sorprendente. Cuando terminó, la palma de su mano brilló tenuemente. Prue abrió los ojos muchísimo, sorprendida, probablemente, de la aldea que ahora aparecía antes sus ojos.

Patíbulo se giró también hacia el pueblo. Su plan era terminar rápidamente con todo aquello. No era tonto, sabía que enfrentarse a las doscientas personas que vivían en aquella aldea era un suicidio. Por eso, se enfrentaría directamente a Elizabeth.

Para el enfrentamiento, Patíbulo había decidido acudir ligero. Había cambiado a Caín, el hacha con la que se internó en el bosque por primera vez en busca de Bethanie Elmorth, por Adán. Adán era una espada que, aunque pesada debido a su gran tamaño, era bastante más ligera que Caín. A parte de la espada, Patíbulo tan sólo había llevado consigo a Aquelarre. Por alguna razón, le daba confianza llevar consigo la daga que le encomendó su padre. Se aseguró de que Aquelarre estuviera segura en la vaina que llevaba atada con correas de cuero a la pierna izquierda y desenfundó a Adán de su vaina.

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz