Golpes.

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¿Qué demonios ha pasado aquí?

Patíbulo observó la desolación que se abría paso ante él con incredulidad. La mansión de los Williams, que antes se erguía orgullosa en medio de la enorme finca, ahora se hallaba totalmente destrozada.

Escombros de piedra blanca se encontraban esparcidos aquí y allá, largas grietas perforaban la tierra y los árboles frutales que antes se habían alzado, dando vida y color a aquel lugar, ahora estaban tirados en el suelo, arrancados de raíz.

Quizá hubiera podido creer que se había tratado de un terremoto si no fuera porque en el pueblo no se había notado nada. Ante un temblor de tal magnitud alguien debería haberse percatado de algo, ¿no?

Brujas, pensó, con los dientes apretados. ¿Quién sino podría crear tanta destrucción en un lapso tan corto de tiempo y sin que nadie se hubiera dado cuenta?

Con el corazón en un puño, se acercó a lo que quedaba de la casa. Casi ni se dio cuenta de que había pasado de dar zancadas a correr. Cuando llegó al montón de escombros más cercano se puso a buscar entre ellos frenéticamente.

¿Qué estás buscando?

Ni él mismo sabría decirlo. Alguna pista, algún superviviente, algún cadáver, algo.

-¿Alexander?

No pudo evitar suspirar aliviado al escuchar aquella vocecilla, aunque se tensó de nuevo al percatarse del dolor que subyacía bajo aquella pregunta.

-¿Martha? -Preguntó a su vez, dándose la vuelta para poder verla-. ¿Qué ha pasado?

Martha se agachó para recoger una pequeña taza blanca con intrincados dibujos azules que, de alguna manera, había sobrevivido al desastre.

-No lo sé -respondió, mientras trataba de sacarle brillo a la taza con la manga del vestido-. Todo se vino abajo. De repente.

Patíbulo frunció el ceño, preocupado. El vestido que Martha llevaba estaba sucio, roto. Su cabello del color del trigo, normalmente limpio y bien recogido, parecía un nido de pájaros. Aquellas cosas, sin embargo, no preocuparon lo más mínimo a Patíbulo. Era normal que Martha no se hubiera en molestado en acicalarse cuando semejante desgracia había caído sobre su familia. Lo que le preocupó fue que Martha evadió su mirada en todo momento, como si le estuviera ocultando algo.

-¿Qué ha pasado? –repitió, más lentamente está vez.

Martha miro lo que había sido su hogar aquellos dieciséis años. Sus ojos castaños, único legado que parecía haberle dejado su padre, se humedecieron. Cuando Patíbulo estuvo a punto de repetir la pregunta por tercera vez, Martha respondió, en susurros, como si temiera ser escuchada.

-Yo estaba arriba –recordó-. Llorando –Patíbulo no preguntó el motivo, y Martha no se lo aclaró-. Todo comenzó a temblar de repente. No sabía qué hacer. Me acurruqué en una esquina de la habitación y recé –Martha se quedó un momento en silencio-. Madre vino a por mí, corriendo. Me tomó de la mano y me sacó de casa a rastras. Me alegro tanto de que Prue no estuviera dentro...

Patíbulo asintió. Prudence lo había herido de una manera que le sería difícil de olvidar, pero no le deseaba ningún mal.

-¿Entonces? –Preguntó, con cuidado. Sabía que algo andaba terriblemente mal. Lo notaba en como Martha rehuía su mirada, en lo enrarecido que estaba el ambiente- ¿Estáis todos bien?

Martha se quebró.

Se tambaleó, negando con la cabeza, y cayó de rodillas al suelo tapándose la boca con las manos, como si quisiera detener las palabras, el relato de lo que había sucedido. Y Patíbulo supo lo que iba a decir antes siquiera de que Martha terminará de desplomarse.

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Where stories live. Discover now