Capítulo 30: Renacer

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Una semana después...


Después de dos noches en la extraña casa de la señora de ruedas, que luego descubrí que se llamaba Eugénie cuando un pariente suyo la visitó, me mudé a un pequeño departamento en Fillmore District.

No era lujoso, ni grande, pero al menos tenía muchas ventanas y no dormía con miedo pensando que una anciana extraña me podría asesinar durante la noche.

Estaba en el piso quinto, así que disfrutaba muchísimo la vista que tenía desde el inmenso ventanal de la cocina.

En estos días había empezado a sentirme diferente, como si el cambio de mudarme a otra ciudad realmente hubiese servido para ayudarme a olvidar.

Ray no había vuelto a llamar desde aquel día, lo que me garantizaba que no se trataba de nada importante y a su vez me reafirmaba la idea de que no me había equivocado en rechazarlo.

Por otro lado mis días transcurrían tranquilos, con la serenidad que hacía tiempo no sentía.

En el trabajo me iba muy bien. Iván era un jefe muy amable, y me trataba con mucho cariño. Tanto él como Igor se habían encariñado conmigo.

En tan poco tiempo se habían convertido en parte de mi familia.

—Eso huele delicioso —Me acerqué a la cacerola de cobre y sumergí la cabeza en el vapor mientras me ataba el delantal.

Igor me sonrió muy creído y después me guiñó un ojo.

—Savannah, llegó un cliente —Me avisó Iván.

Me acomodé la cola de caballo y salí a atenderlo.

Inmediatamente me quedé petrificada en el umbral de la puerta, que enseguida se cerró detrás de mí, obligándome a dar un paso adelante.

—Hola.

—Ray —Seguía sin poder creerlo—¿Qué estás haciendo aquí?

Sacó de debajo de la mesa un ramo gigante de rosas rojas.

—Son para ti —Me dijo extendiendo el ramo delante de mí.

—¿Cómo me encontraste? —Quise saber todavía ahí parada.

No entendía nada salvo que Ray estaba en frente de mí con un inmenso ramo de rosas rojas.

—No importa cómo, lo que importa es que estoy aquí —Me dijo y apoyó el ramo en la mesa cuando vio que yo no lo agarraba.

—¿Pero por qué viniste? —Pregunté.

Automáticamente se levantó de la silla.

—¿Enserio no lo adivinas? —Me dijo acercándose a mí.

Negué suavemente con la cabeza.

Cuanto más se acercaba a mí, más me daba cuenta que no había podido olvidarlo, que nunca lo haría, ni aunque estuviera a miles y miles de kilómetros lejos de él.

—Ray —Le dije con toda la tristeza del mundo—No sé qué buscas, pero no puedes jugar conmigo como si yo no tuviera sentimientos.

—El otro día intenté hablar contigo y no me dejaste. Fui a buscarte y me enteré que te habías ido. Al final pude convencer a Amanda para qué me lo dijera, pero no quería hacerlo, así que tuve que decirle la verdad.

—¿Qué verdad?

—La verdad de por qué te llamé aquel día.

Lo miré completamente confusa.

Él dejó sus ojos quietos, con la mirada fija en mí.

Por un momento nos perdimos en nuestras miradas.

Me metí en lo más profundo de sus ojos, y no me choqué con kilómetros de nada.

Sonreí cuando sentí esa conexión que nunca más había vuelto a sentir cuando lo tenía frente a mí.

El también sonrió y enseguida lo entendí todo.

Me llevé las manos a la boca mientras los ojos reventaban de lágrimas, sintiendo como una especie de magia se apoderaba de nosotros dos. Una magia que creía que jamás podría volver a sentir.

—¿No me vas a abrazar? —Me dijo con una sonrisa mientras las lágrimas le empapaban la cara.

Así, llorando de felicidad, con completa emoción me lancé a sus brazos de un salto.

Él me sostuvo en sus brazos mientras giraba conmigo a cuestas.

—¡Te amo, te amo! —Le dije llenándolo de besos—¡Te extrañé tanto!

Me apretaba con fuerza y yo seguía amarrada con las piernas a su cintura.

—Te amo Savannah, si tan sólo me hubieras escuchado aquel día.

—No puedo creer que esto esté pasando. Lo deseé tanto que llegué a pensar que era imposible que este día llegara algún día.

—Yo también lo creía, pero ya ves, me acuerdo de todo.

Esbocé una sonrisa que provino desde lo más interno de mi corazón.

De un momento a otro mi vida volvía a cambiar, pero esta vez era distinto.

Estaba recobrando nuevamente la felicidad.

—Como te he extrañado —Le dije acercándome a sus labios.

—Para mí todo esto ha sido un mal sueño, y me alegra que por fin se haya terminado.

Inmediatamente sus labios se mezclaron con los míos, profundizando el beso tan anhelado, ese beso compartido, de dos personas que se aman.

—Nunca más te olvides de mí —Le susurré cortando apenas el beso.

Me sonrió mirándome muy adentro a los ojos.

—Nunca más.


El día que me OvidasteWhere stories live. Discover now