Capítulo 23: Nuevo trabajo

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Amanda me ató el delantal a la cintura.

—Auch —Me quejé—Lo apretaste demasiado.

—¡No te quejes! Te resalta las curvas.

Volteé los ojos.

Amanda me hizo girar una vuelta.

—¡Guau! —Exclamó—¡Estás hermosa!

Lancé un suspiro un poco nerviosa.

—¿Y ahora qué sigue? —Le pregunté rodeando con los ojos la cocina de punta a punta.

—¿Ves esta ventanita? —Me señaló una pequeña abertura en la pared encima de una barra—Aquí dejas los pedidos después que los anotas. Es muy importante que no te olvides de nada y qué anotes todo tal cual lo piden los clientes.

Asentí con la cabeza mientras lo memorizaba.

—Hay clientes—Prosiguió—que son buena onda, pero hay otros que te hacen la vida imposible. Sólo haz lo que ellos te dicen y todo saldrá bien. El cliente siempre tiene la razón. Memorízalo.

Por muy extraño que parezca más allá de contradecir a algún cliente o de olvidarme de anotar algo en la lista, lo que realmente me preocupaba era el protocolo de llevar la bandeja con una mano sin tirar nada.

—Ahora viene lo más difícil —Me dijo Amanda poniéndome la bandeja en las manos—Tienes qué llevarla sin que se te caiga nada. A ver —Calzó la bandeja en la palma de mi mano derecha—Ahora voy a poner algunas cosas ahí—Y apoyó dos copas vacías de champagne. Cuando vio que la sostenía en perfecto equilibrio le agregó una botella de ron.

Me tambaleé un poco.

Amanda me quitó la bandeja de las manos, y con cierto orgullo la calzó en su mano derecha y luego en la izquierda.

—También lo puedo hacer con la cabeza.

Solté una carcajada.

—No sé cómo haces para que no se te caiga nada.

—Nena, trabajo aquí desde los ocho años. Llevar bandejas a esta altura de mi vida es como pelar un caramelo —Me puso nuevamente la bandeja en las manos—Practica un par de veces antes de salir. Yo voy a atender las mesas. Enseguida vuelvo.

Cuidadosamente intenté sostener la bandeja con una sola mano mientras caminaba por la cocina.

—Vas muy bien —Me alentó una de las cocineras.

—Gracias, nunca pensé que esto pudiera ser tan difícil.

—¡Savannah! —Amanda entró corriendo en la cocina.

Instantáneamente se me cayó todo al piso.

—¡Amanda! ¡Me asustaste!

—Lo siento, es que...

—¿Qué está pasando aquí? —La interrumpió su padre entrando en la cocina.

Apreté los ojos con fuerza completamente abochornada.

Mi primer día de trabajo y ya me había mandado un lío tremendo.

El señor Peters tenía la vista enfocada en la botella de ron destrozada en el piso. Había un gran charco debajo de mis pies, y un montón de pedacitos de vidrio desparramados por toda la cocina.

—¡Es mi culpa! —Le dijo Amanda—Yo la asusté.

—Ordenen ese desastre —Nos dijo completamente serio—La cocina no es lugar para jugar, hay que tener más cuidado.

El día que me OvidasteWhere stories live. Discover now