Capítulo 1: Un día diferente

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"Ring-ring-riiiingggggg......."

—¡Maldito despertador! ¡Siempre lo mismo! —Dije enfurecida tumbándolo al piso.

Estaba tan cómodamente acurrucada en mi cama que daba pereza tener que levantarme para ir al instituto.

—¡Savannah!, se hace tarde ¡vístete! —Mi madre me llamó, como todas las mañanas. Lo que me recordaba que no hacía falta activar el despertador.

—Ya voy mamá—Contesté con la voz dormida, cubriéndome la cabeza con la almohada.

—¡Savannah! ¡Llegarás tarde! —volvió a decirme otra vez.

Me senté en un costado de la cama y estiré los brazos para desperezarme.

Me puse las pantuflas, y arrastrando los pies salí de mi cuarto, con los ojos entrecerrados y la visión borrosa por el sueño. Llevaba años levantándome temprano para ir a la escuela, y todavía no podía acostumbrarme.

Antes de bajar a la cocina, quise entrar en el baño, pero ya lo había ocupado mi hermano.

Desgraciadamente siempre se levantaba antes que yo.

La puerta estaba entreabierta. Me asomé y lo vi como se acomodaba frente al espejo. Con razón siempre tardaba tanto.

— ¡He, dormilona! —Exclamó cuando percibió que estaba allí.

Abrí la puerta y le saqué la lengua.

Luego bajé a desayunar.

— ¡Savannah, qué te he dicho de bajar así a la mesa!

—Ya sé mamá —dije haciéndome la inocente—ten consideración, ¿Has visto la hora que es?

— ¡Por lo menos te podrías haber peinado!

—Ya sabes que me da pereza peinarme cuando recién me despierto —acentué.

Mi madre suspiró y siguió acomodando las cosas en la mesa.

Mi mamá era una de esas madres que quería que todo siempre fuese perfecto.

De hecho ella siempre lucía perfecta. Su cabello largo y rubio siempre impecable, su ropa fina y elegante, su cuerpo bien cuidado (era muy exigente con su dieta y el ejercicio).

Era profesora de danza clásica.

Tenía un estudio donde daba clases. A mí me encantaba verla bailar, tenía un talento admirable, y aunque ella alguna que otra vez había insistido para enseñarme, yo nunca había querido aprender.

Ella tenía más que claro que yo no había heredado su pasión por el baile, pero no me lo reprochaba.

Le era suficiente con que me fuera bien en los estudios.

Siempre repetía que estaba orgullosa de sus hijos.

Aunque a Eric no le había ido muy bien, porque había reprobado un curso y ahora cursábamos el último año juntos, pero era muy bueno en el deporte, de hecho era uno de los mejores en el equipo de rugby del instituto.

Además, era muy popular con las chicas, y es que era muy simpático, y muy guapo.

Era alto, fuerte, tenía el cabello castaño por encima de las orejas, la voz grave y una mirada azul y electrizante que impresionaba a cualquier chica.

Los dos nos parecíamos mucho a mi madre.

Yo tenía el cabello rubio y largo hasta la cintura, los ojos azules, y no medía más de un metro sesenta y cinco.

El día que me OvidasteWhere stories live. Discover now