Capítulo 18: La visita

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—¿Me amas?

—Más que a nada en el mundo.

En eso la imagen de Ray se desvanecía hasta quedar todo en blanco.

Me desperté de un salto.

Otra vez estaba soñando. Hacía un tiempo que tenía el mismo sueño.

Con la mente completamente confusa, tomé el celular para ver la hora.

Era casi la una de la tarde.

¡Cómo había podido dormir tanto!

Esperaba que los chicos no hubieran llegado todavía.

Me levanté enseguida y me puse lo primero que encontré.

Hacía bastante frío. Como todos los años la primavera empezaba espantosa.

En eso escuché gritos en el pasillo, y en menos de un minuto golpearon la puerta.

—Hola

—¡Llegan tarde!

—Lo sé —chilló Amanda lanzando su bolso contra mí, casi dándome en la cara.

—Tú siempre llegas tarde —rechisté apartando el bolso, y lo arrojé en el sofá.

—Ha sido por culpa de Ethan

—¡He! —bufó Ethan

—¿Qué ha pasado? —quise saber.

—¡Herbie! —exclamaron los dos al mismo tiempo.

—¿Qué le pasó a Herbie?

—Se pinchó una rueda, y encima Ethan tardó una hora en cambiarla.

—No sé mucho de autos —Explicó Ethan.

Amanda, que estaba enojadísima, se sentó en el sofá y lo miró furiosa.

—No te preocupes Ethan, me queda clarísimo.

—Bueno, —dije y sonreí—lo bueno es que han podido venir.

Ambos me abrazaron, y después les mostré el departamento.

—Me encanta —no dejaba de repetir Amanda encantada.

—Sí, es muy bonito. Y tiene una vista impresionante. De aquí se ve el Empire State. —Agregó Ethan, y salió a mirar por el balcón.

Amanda se acercó a mí, con un gesto de preocupación.

—¿Y tú cómo estás? —Preguntó

—Feliz de que estén aquí.

—Te noto algo pensativa, como si estuvieras preocupada por algo, ¿es por Ray? —Argumentó alargando la mano hacia mi frente y echando a un lado mi flequillo.

Su cercanía me ponía nerviosa. Era imposible ocultarle algo a mi mejor amiga. Me conocía mejor que nadie. Incluso más que Ethan, o que mis padres.

Sentí como se me empezaban a humedecer los ojos. Y es que sólo oír su nombre me provocaba un inmenso vacío, y no sabía bien por qué. Porque Ray me amaba, y nos teníamos el uno al otro, a pesar de la distancia.

Amanda me chasqueó los dedos en la cara.

—He —dijo inspeccionándome ambos ojos— Ves lo que digo.

Bajé la mirada. Y luego respiré profundamente.

—Sí, tienes razón —y me detuve. Amanda achinó los ojos —Es que le extraño mucho.

El día que me OvidasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora