Capítulo 2: Presentándonos

971 91 34
                                    

*El de la foto multimedia es Ray*






Abrí la puerta para salir afuera y un aire frío me arañó el rostro.

Ya me había acostumbrado al calor, a dormir con la ventana abierta, y a usar mis cómodos shorts de jean, y ahora, tendría que acostumbrarme de nuevo al frío.

Se acercaba el invierno con tanta rapidez que no me había dado tiempo de sacar la ropa de abrigo que tenía guardada.

No quería llegar tarde otra vez, así que saqué el auto de la cochera, y lo quise poner en marcha, pero no pude.

No quise seguir insistiendo, y como en mi casa no había nadie que me socorriera, se me ocurrió llamar a Amanda.

El teléfono estaba titilando sin batería.

"Éste va a ser un pésimo día" pensé estirándome los ojos impaciente.

Sujetando mis libros salí caminando lo más rápido que pude buscando una parada de autobús.

Seguía caminando, cuando de pronto empecé a sentir unas gotitas en los hombros.

¡"Genial, es lo único que me falta"! pensé mientras caminaba cubriéndome la cabeza con los libros para no mojarme.

Comenzaba a llover cada vez más fuerte, y yo sin encontrar un maldito autobús.

De repente, alguien se arrimó con su coche, y bajó el vidrio delantero.

—¡No puede ser!musité cabizbaja.

Era mi vecino, el chico lindo que me había visto mirarle.

Conducía a la par que yo caminaba, y con el brazo apoyado en la ventanilla sacó la cabeza.

—¡He preciosa! —Me dijo dulcemente—parece que necesitas alguien que te lleve.

—No gracias —. Contesté sin mirarle a la cara —. No subo a autos de desconocidos.

—Me llamo Ray Sherman, y soy tu nuevo vecino, el que espiabas ayer desde el balcón ¿no te acuerdas? —Me dijo sarcásticamente, mientras me guiñaba un ojo—Creía que ya me conocías.

Mi estómago se contrajo, y no supe que decir.

Las esperanzas que tenía de que no me recordara se habían esfumado en ese mismo momento.

—Bueno, y ahora que ya te has acordado de mí, por qué no dejas que te lleve —insistió.

Carraspeé y más relajada le miré a la cara.

Era muy guapo. Me miró con el pelo empapado y sus largas pestañas goteando agua, y con una mirada tan dulce como compradora.

Ahora recordaba por qué casi me había caído del balcón.

La seguridad que había creído tener un instante para hacerle frente, se desvaneció en el segundo que él penetró mis ojos inquietos con los suyos seguros y desafiantes.

Hecha un manojo de nervios me esforcé por no parecer una tonta.

No sabía lo que me pasaba, estaba petrificada de pies a cabeza. Nunca me había pasado eso con un chico.

Él se acercó más a mí, casi rozándome con el auto.

Y nuevamente sus ojos se detuvieron en los míos con una expresión tan suya y suplicante, que no pude dejar de mirarle.

—Y qué dices, ¿Vienes? —dijo con una risita picarona.

—Claro que no—. Respondí sin tardanza—. Ya te he dicho no te conozco —insistí convencida.

El día que me OvidasteWhere stories live. Discover now