XLI

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Habían pasado dos días desde el lío que él solito había montado y ni siquiera podía asistir a clases.

Su teléfono hirvió en llamas de la cantidad de mensajes y llamadas que recibió por parte de sus amigos el día siguiente a la fiesta, a pesar de ello no abrió ni contestó nada. Para lo único que cogió el móvil fue para corroborar que ninguno fuera de él y así fue, no supo si alegrarse o llorar por eso.

La noche que vio con sus propios ojos a Minseok besando apasionadamente a otra persona fue su punto de quiebre final, tanto que sólo pudo beber para olvidar, pero al parecer lo único que logró fue avivar el recuerdo. Amaría poder aplicar la gloriosa excusa de no recordar nada debido al alcohol, no podía porque su vida era tan mierda que lo hacía y con lujo de detalles. Bueno, quizás no tanto, otra cosa por la cual no sabía si festejar o no. Verlo deshacerse de sus sentimientos por él de una manera tan simple había resquebrajado sus esquemas, había sido una bobería de adolescentes borrachos, pero su mente lo reprodujo de otra manera.

Dentro todo había sido abandono, desolación y certezas cada vez más firmes. A través de sus ojos no pasó la imagen de dos chicos enrollándose por un minuto en una fiesta cualquiera de una noche, a través de sus ojos pasó la imagen de Minseok dejándolo por completo para irse con otra persona mucho más querida y mejor. Después del shock y antes del declive recuerda haberse encerrado sin aire en el baño, las paredes cerrándose alrededor mientras reconocía uno de sus miedos más profundos, luego se había puesto en el lugar de la chica y era a él a quien besaban y eso lo había trastornado millones de veces más.

Era estúpido de su parte pensar que Minseok sólo lo querría a él por el resto de su vida. Era estúpido, ilógico y de las cosas más despreciables que había sentido. Lo sabía, pero ¿cómo lo evitaba? Alguna vez había creído que las emociones iban de la mano con el sentido, si era algo poco conveniente sólo bastaba desecharlo y ya, ahora entendía cuan iluso e inmaduro había sido.

Aún no era capaz de enfrentarlo sin recordar las cosas abochornantes y horribles que había dicho y hecho bajo los efectos de la bebida, el lunes había fingido estar enfermo para faltar a clases y se la pasó encerrado en su habitación usando pijamas y observando por la ventana de brazos cruzados, evaluando sus opciones, buscando una solución factible a través de la desesperación brumosa. Convenció a sus padres de que estaba ocupado con el estudio para que no se preocuparan, comenzaron a hacerlo cuando lo notaron bajo de ánimo, no los culpaba, tenían experiencia de más con el tema.

Mientras se odiaba en silencio habían tocado la puerta, no le prestó atención, seguro alguien más se encargaría, pero cuando oyó los mismos golpes en la puerta de su habitación frunció el ceño.

-Buenas.- Apareció el rostro sonriente de Dan Bi cuando abrió, lo observó y frunció el ceño. -¿Estás usando pijamas todavía? Es por la tarde.- Se adentró en el cuarto como si nada, dejó su abrigo a un lado y lo cogió de los hombros para agacharlo a su altura y dejarle un sonoro beso en la mejilla. -He venido en busca de tu ayuda gloriosa.

-¿Qué pasa?

-Necesito un vestido nuevo, así que me acompañarás de compras.

Resopló y se sentó sobre la cama. -Olvídalo, no tengo ganas.

Ella cambió su rostro risueño cuando chasqueó la lengua, entonces tironeó de una de sus orejas con saña. -¿A quién le estás mostrando esa actitud? ¿Y por qué no respondiste ninguno de mis mensajes?

-¡Auch!- Le frunció el ceño y se echó sobre el colchón como un saco de patatas cuando lo soltó. -Estoy en conflicto conmigo mismo.

Dan Bi lo cogió de un brazo y comenzó a tironear. -¡Vamos, no seas así! ¡Deja de holgazanear y ayuda a tu mejor y más querida amiga!

La octava nube (ChenMin)Where stories live. Discover now