XXXIV

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Más tarde les traeré otro capítulo ❤.

Sei corrió por lo que parecieron kilómetros antes de que su cerebro le diera las señales de que estaba agotada, cuando levantó la mirada y no supo dónde demonios estaba se permitió ahogarse en pena. ¿Así debía sentirse perder una batalla? Nunca había esperado grandes cosas de ese amor no correspondido de toda la vida, era una estúpida por entrar en pánico ante una noticia así, sabía que algún día sucedería, Changyun no iba a estar disponible para ella por siempre, también podía enamorarse, también podía tener una vida próspera y brillante.

Completamente ajena a ella.

Cubrió su rostro con ambas manos en medio de una calle repleta de autos en mitad de la noche, ¿en qué demonios había pensando? Las cosas no cambiarían sólo porque tuviera unos años más, él seguía siendo mucho mayor y nunca dejaría de verla como a la pequeña desamparada que había protegido de una vida violenta y represiva, nada más que eso, una hermanita menor. Era algo que siempre había sabido y aun así ahí estaba, lamentándose como si hubiera tenido alguna oportunidad.

-¿Sei Ah ssi?

Se vio parada frente a una gasolinera, ¿cuándo había llegado allí? Estaba sudada y una ventisca otoñal le hizo temblar de frío, se frotó ambos brazos, se sentía desahuciada, ¿por qué estaba el hermano de Sehun ahí mirándola con curiosidad? Mejor que no lo hiciera, lucía patética, odiaba mostrarse débil y en esos momentos no tenía fuerzas para sacar ni siquiera una réplica aguda. Él se le acercó con aquella sonrisa característica suya y detestó no poder sentirse de la misma manera.

-¿Qué haces aquí? Es decir, ya sé que suspiras por mí, pero no tenías que seguirme hasta el trabajo, es un tanto espeluznante.

Lo miró. Quizás lo hizo por demasiado tiempo porque pareció un tanto inquieto, no supo si fue lo mejor, pero se puso llorar. Primero fue una gota rodando por su mejilla izquierda, luego otra, y otra, y otra, y entonces contenía los sollozos con todas sus fuerzas y probablemente estuviera haciendo caras raras, pero Jun Seo no se rio, su sonrisa se borró de golpe y se le acercó para verla con preocupación.

-Oye, ¿qué pasa?- Murmuró en un tono de voz que no había oído nunca.

La pregunta sólo la hizo llorar con más fuerza, ¿por qué su quiebre tenía que suceder frente a este hombre? Aunque quizás fuera ideal, no le importaba lo que pensara, podría inundar Seúl con lágrimas ante su presencia y al otro día despertarse como si nada hubiera pasado. Se contuvo todo lo que pudo, pero fue inevitable. Jun Seo mordisqueó sus labios con nerviosismo, nunca esperó verla así, pero suponía que era una persona como cualquier otra, ¿qué había pretendido? Se quitó la campera que usaba sobre el uniforme y se la puso sobre los hombros.

-¿Puedes esperarme unos minutos más? Mi turno acaba dentro de poco.

Sei no supo el porqué, pero en verdad se quedó parada a un lado aguardando que termine. Tal vez no quería estar sola y la única compañía que consiguió a esas horas por la noche fue la del hermano mayor de Sehun, ¿cuán posible era encontrárselo siempre que salía a solas? Era casi ridículo. Aprovechó para calmarse mientras tanto, las lágrimas siguieron brotando un buen rato más, pero ya no gimoteaba como una niñita. Cuando por fin cesaron sus actividades, lo vio llegar portando otra vez esa odiosa sonrisa y vestido con ropa casual en lugar de su uniforme azul oscuro.

-Mira lo que conseguí.- Le dijo haciendo girar una pelota de baloncesto sobre su dedo índice con habilidad. -Con mis compañeros tenemos siempre uno a mano para cuando queremos jugar un partido después del trabajo, esta noche sólo estábamos yo y el viejo Guk.- Señaló con su cabeza más allá y Sei identificó a un hombre de mediana edad con pintas de mala leche. -Creo que por las noches secuestra gatitos o algo así.- Le susurró con seriedad. -No creo que le guste jugar, ¿tú qué opinas?

La octava nube (ChenMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora