XXXIX

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Fue la primera vez en años que obtuvo una nota menor a los cien o noventa y cinco puntos y por eso, Jongdae supo que lo aguardaba un infierno.

En el momento sólo pudo quedarse parado frente a la enorme planilla que mostraba los promedios finales de todos, le causó un dolor inimaginable ver los números bajos al lado de su nombre. Una pequeña parte de sí mismo le dijo que era inquietante que un par de cifras estúpidas determinaran todo lo que era, pero era importante mantenerse como el mejor mientras pudiera y tuviera vida... ¿Importante para quién? No tanto para él tal vez si al final no había podido mantener su promedio general, ¿en qué había estado pensando? ¿Qué demonios le pasaba? Enseñó los dientes cuando la imagen de los rostros decepcionados de sus padres apareció flotando en su cabeza.

Sintió nauseas cuando fue la de su hermano, tuvo que retirarse antes de acabar montando un espectáculo en plena galería.

Desde hacía años el objetivo de su vida era volver orgullosos a sus padres. Ellos esperaban que fuera un hombre exitoso en el futuro, esperaban que se graduara con honores, que fuera reconocido, que tuviera un trabajo excepcional. Querían que su vida fuera maravillosa, querían que se casara con una bella mujer y que tuviera hijos igual de preciosos. Y tenía que cumplir. Debía cumplir. Todas sus acciones estaban condicionadas bajo esa premisa, si se desviaba tan sólo un poco de sus obligaciones se recomponía en un parpadeo, pero últimamente había estado flaqueando cada vez más y más y a pesar de ser consciente de ello no lograba arreglarse.

Estaba perdiendo enfoque y la desesperación en su interior germinaba de tal forma que por las noches no podía dormir por la falta de aire.

Al llegar a su casa por la tarde se descalzó rápido y prácticamente corrió en dirección a su habitación, no deseaba cruzarse con sus padres porque creía con bastante seguridad que todo terminaría derrumbándose si eso pasaba. Quería encerrarse, ponerse de acuerdo consigo mismo y recuperar rumbo, repetirse objetivos hasta el cansancio, hasta comprender de una vez por todas que lo que estaba haciendo estaba mal.

Lo que sentía estaba mal.

-Jongdae, hijo.

Oyó la voz de su padre y quiso morirse en ese mismo instante. En mitad del pasillo cerró los ojos y suspiró largo y profundo, retrocedió hasta la entrada del salón y los discernió a ambos sobre el sofá viendo algún programa de televisión. Les sonrió de lado cuando se adentró.

-Bienvenido.- Le dijo su madre.

-Ya llegué.- Los saludó con una pequeña reverencia.

-¿Cómo te fue hoy?

Su garganta se apretó, pero se obligó a disimular. No pasaba nada, se esforzaría el triple si era necesario y lograría un puntaje perfecto en todas las materias en los siguientes exámenes, no tenían por qué saber que había fallado horrible.

-Bien, nada del otro mundo.- Se encogió y comenzó a caminar hacia la cocina en el afán de evitar cualquier otra pregunta.

-¿Sabes, hijo? Hoy no encontraba mi taza de té y fui a tu habitación a buscarla.

Se quedó petrificado.

-Y vi los exámenes de principio de semestre maltrechos en el suelo.

Trató de no parecer tan aterrorizado cuando se volteó lentamente hacia ellos, tenían expresiones de preocupación más que de decepción aunque desde su lugar sólo podía sentir con más intensidad el hecho de que los había desilusionado.

-Bajaste muchísimo tus notas.- Comentó con un ceño fruncido de inquietud. -No fue mi intención husmear, estaban a la vista y me pareció demasiado raro. Se lo conté a tu padre y estamos de acuerdo en que no es algo habitual tratándose de ti, cariño.

La octava nube (ChenMin)Where stories live. Discover now