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Cuando me despedí de Jason puse mi silla de ruedas nueva en la entradita, después fui directa al baño, me hice la cena y me dispuse a ver la tele mientras comía.

Suena mi móvil en la mesa y puedo ver que se trata de Zac. Dejo de partir la merluza empanada.

Inspiro hondo. Decido cogerlo y me prometo mantener la calma.

—¿Sí? —digo medio seria y medio queriendo ser educada.

—Lo primero no cuelgues, por favor. Déjame hablar.

—¿Por teléfono me vas a explicar tu por qué lo hiciste? —inquiero irónica.

—¿Y cuándo quieres que lo haga? ¡No me quieres ver!

—¿Crees que es normal que te quiera ver, Zac? —estoy cabreada y esto acaba de comenzar.

—¡Lo siento, Rebeca!

—Ya me lo has dicho.

—¿Y qué... cómo...?

Al final no dice nada.

—Zac, creo que no te podré creer digas lo que me digas. Ha sido tan... inesperado como doloroso y sorprendente.

—Rebeca, sé que lo que te hice, lo que te escribí estaba mal, pero...

—¿Realmente lo piensas? Quiero decir... ¿piensas así de mí?

Escucho cómo traga.

—¿Para qué me invitaste a tu casa sabiendo que lo iba a descubrir tarde o temprano? ¿Actuabas? Porque lo hiciste bastante bien, eh. Mira... A Jason, él también me ha hecho cosas que no considero buenas y luego lo perdoné, pero lo tuyo no tiene perdón.

—No menciones a Jason aquí porque no tiene ni puto sentido que ese cabrón esté en esta conversación aquí metido, Rebeca.

—Pues en el mensaje que me escribiste pusiste su nombre, que yo me acostaba con él y otras cosas asquerosas y... repugnantes, dios mío. —pensar en su mensaje me produce escalofríos.

—Déja de hablar de él, coño.

—¿Por qué? —pregunto con valentía.

—Porque... ¿Siempre sacas lo que quiere de los demás, eh? Los chantajeas de una manera. Te he llamado porque quiero volver a como estábamos antes pero eres un...

Y se para mágicamente.

—Le vas a faltar el respeto a otra persona porque a mí no, se acabó la amistad, la confianza y lo bien pintado que te tenía en mi mente porque tú, Zac, tú eres más cabrón que Jason.

Corto la llamada.

Me obligo a terminar la cena.

No quiero pensar cómo me iba a llamar. No lo quiero pensar.

[...]

—¡Mamá! ¡Terminé! ¡Terminé la universidad! ¡Aprobé, mamá! —exclamo caminando hacia mi casa.

—¡Aaaaaayyy, mi vida! ¡Lo conseguiste, cariño! ¡Se lo tienes que decir a tu padre, se emocionará tanto! Lo vas a pasar en grande, cariño, lo disfrutarás con unas vacaciones en España con tu familia, hija.

Sonrió.

Ese viaje me hará olvidarme de muchas cosas.

—Sí. —respondo emocionada. Suspiro.

—Tenemos tu regalo de cumpleaños aquí en casa, recuerda. —me dice eufórica.

—¡Sí!

Y así la conversación duró por cinco minutos más: mi padre felicitándome, también recordándome el regalo, diciéndome a qué hora salía mi avión de vuelta a casa el cual sale a las doce por lo que tengo que estar a eso de las diez y media para pasar la maleta, etc. Siempre hay problemas y espero que esta vez no haya.

No me impide/ TerminadaWhere stories live. Discover now