42

836 60 1
                                    

REBECA.

A medio recorrido me pregunto por qué no he cogido el coche. Tonta, te pasa por no pensar antes. Como dice el dicho: piensa antes de actuar.

Dios. Soy más que tonta.

Es de noche y no las ocho de la tarde, sino las diez y media cuando ya habrán cenado y pueden que estén dormidos porque:

1-Es día entre semana y se suele acostar temprano.

2-Tiene dos hermanos pequeños que tienen colegio mañana.

Espero que... ¿estén despiertos? pero si lo están...me verán a estas horas y se preguntarán por qué estoy en su casa plantada.

Uf, he delirado.

Suspiro y escucho a un perro ladrar.

Miro hacia el lugar de origen del ladrido y veo a un hombre paseando a su perro.

Cuando estaba un poco cerca de la casa de Jason escucho a alguien decir <<¡eh!>>. Me giro porque ahora no hay nadie más en la calle y supongo que es a mí. Veo a un hombre.

—Hola. —saluda con una sonrisa depravada.

Miro hacia atrás.

—¿Q-qué quieres...? ¿Hola?

Me sonrió y de un movimiento me cogió del brazo y por acto reflejo chillé pero el grito fue ahogado por su mano. Apenas había dos personas más en la calle y no estaban cerca para vernos o escuchar mis "gritos".

El olor que desprendía el hombre era asqueroso y desagradable. La mano que tapaba mi boca se mojó por mis lágrimas.

Él se reía de mi torpeza, una risa  espeluznante. Me daba escalofríos. Su otra mano me agarraba de la cintura con mucha fuerza pegándome a él. Olía un poco a tabaco.

Me movía pero ahora me inmovilizó las piernas con las suyas. Al tocar la amputada soltó un "Oh, ¿pero qué es esto?". Me seguí moviéndome hasta que me dio una cachetada.

—Calla y estate quita, eso será lo mejor. —me puso un dedo en la boca para que aguardara silencio. Lo hice.

Buscó algo en uno de los bolsillos de su pantalón y acercó la mano a mi barriga. No sentía su mano. ¿Qué me está haciendo?

De repente sentía frío por mi estómago y me di cuenta que me estaba rompiendo mi ropa. No hace falta explicar que estoy temblando, llorando, perdiendo el control. Incluso me notaba sudosa. Sentía miles de sensaciones y ninguna era buena.

¿Por qué no ultizas tu querida pierna de hierro para darle una buena patada para que se quede medio estéril?

Eso era buena idea.

Me dio otra cachetada y solté un quejido con un grito. Me pegó de nuevo por gritar.

—No grites, gilipollas. —susurrró.

Sollocé. Se alejó un momento de la manera que mi pierna pudiese moverse y darle en sus partes.

—¡AAAA!

Se retorció de dolor.

—No... grites. —le dije lentamente y nerviosa pero victoriosa.

Salí corriendo-cojeando en sujetador. No me dí cuenta cuándo me quitó la camiseta por completo. Tenía tanto miedo.

Lo podía escuchar. Cómo me gritaba barbaridades. Pero dijo mi nombre. ¿Cómo sabe mi nombre? 

Miré hacia atrás y corría un poco más que yo, el hombre podía decir yo, que rozaba los sesenta. ¿O era su apariencia estropeada? Cada vez lo veía más cerca pero más cerca estaba yo de mi destino, la casa de Jason.

No me impide/ TerminadaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz