Una maleta llena de ropa sin desempacar.

Fruncí el ceño.

—¿Sí sabías que eso —señalé el ropero— es para guardar ropa?

Volvió a reír mientras acercaba la silla del escritorio a la cama.

—No he tenido tiempo de desempacar —se encogió de hombros.

Lleva casi un mes aquí, la mayoría del tiempo esta en casa, ¿y no había tenido tiempo para desempacar?

—Deberías darte el tiempo, así parece que estás listo para escapar de aquí en cualquier segundo.

Se sentó en la cama y me miró al rostro, no a los ojos. Su mirada reflejaba algo que pude deducir como inquietud, pero fue momentáneo, instantáneamente se giró y tomó la guitarra.

—Creí que venías a escucharme tocar y no a darme consejos de decoración de interiores.

Reí y me senté en la silla que había acercado, me miró pidiéndome permiso para proseguir, asentí.

Acomodó la guitarra, su mano izquierda sobre el mástil y los dedos de su mano derecha sobrepuestos en las cuerdas, respiró con ligereza y empezó a tocar.

Tenía razón, se escuchaba mejor de este lado de la puerta.

De nuevo, la misma parte que se repetía hace un rato, sus dedos rozaban las cuerdas con delicadeza, no usaba plumilla. Su mirada estaba concentrada en las pisadas que daban sus dedos izquierdos, sus facciones estaban relajadas.

Nunca lo había visto tan tranquilo.

Era como ver a un ángel tocando el arpa.

Reí ante mi comentario inconsciente, Skyler me estaba envenenando el cerebro.

La melodía se detuvo por unos microsegundos, y entonces... comenzó a cantar.

Mis ojos se abrieron de par en par, el aire abandonó mis pulmones sin piedad y un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal.

Cantaba, de verdad cantaba. Su voz era profunda, lenta y melodiosa. No hacía esfuerzos, pareciera que le resultaba tan fácil como hablar.

Cantaba Jealous de Labrinth, y ahora esta era mi versión favorita.

Las notas se mezclaban perfecto con su voz, los dedos de su mano izquierda se movían constantemente cambiando las pisadas, los dedos de su mano derecha rozaban con suavidad las cuerdas, sus ojos estaban concentrados en sus movimientos y sus labios abrazaban cada palabra que salía de su boca, era completamente embriagador.

—¿Y bien?

Regresé a mí, su mirada estaba fija en la mía, translúcida, con un brillo destellante; sus manos estaban sobre la guitarra y una bonita sonrisa adornaba su rostro.

—¿Eso fue todo?

La sonrisa se ensanchó en su rostro, acomodó la guitarra sobre la cama.

—¿En dónde estabas?

No podía dejar de mirar su sonrisa, no era arrogante, o egocéntrica, o burlona. Era una sonrisa pura, una sonrisa preciosa que te arrancaba el aliento y te dejaba sin palabras.

Tanteé lo que iba a decir, estaba de verdad muy en shock.

—... Estaba escuchando —bisbiseé y de verdad quisiera actuar normal—... fue increíble.

—Bueno —se encogió de hombros, ya esperaba su respuesta arrogante—, gracias.

Sólo eso, sólo "gracias". No un "era de esperarse", ni un "claro que lo fue", ni siquiera un "todo lo que yo hago es increíble, Kelsey, por todos los cielos".

CustodioWhere stories live. Discover now