Pasados

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Hogwarts no cambia demasiado con el tiempo. Esa era la única conclusión a la que llegó Teddy: todos llevaban las túnicas y atuendos de su casa. Verdaderamente no había demasiado diferencia. Bueno, o sí. Aterrizaron en un cuarto desolado en alguna parte del colegio, ¿la oficina del profesor Longbottom era esto?

Se pusieron enseguida en marcha a buscar a Nymphadora. Ted tenía cada vez más ganas de ir corriendo al baño. En cualquier momento, saldría pitando y dejaría atrás a Alph. Tristemente, el profesor Neville se tenía que quedar en aquella lúgubre sala, sinceramente, desentonaba. Ted y Alph imitaban a los espías de películas en cada esquina y se tapaban las bocas entre sí para no hacer ruido.

¡Eran increíblemente mayores algunos profesores! Y puede que increíblemente idénticos desde hace años. La profesora Sprout era exactamente la misma. No había cambiado nada en 20 años. Pero quien sí se veía algo más joven era la directora McGonagall, o más bien la profesora McGonagall, porque el director era Albus Dumbledore. Volviendo a su misión, Dora debía estar en Astronomía.

Subieron sigilosamente los dos chicos por la torre. Según el plan solo podrían ver a la futura señora Lupin desde la sombra. Por si acaso, les había dicho el profesor. Ya era casi la hora de terminar la clase y Dora saldría en cualquier momento. Teddy aguzó sus cinco sentidos y escuchó:
– Venga ya, Tonks– decía una voz masculina–, apuesto a que no puedes encantarlo siquiera.
– Dora es una experta en Encantamientos– dijo una chica.
– Gracias, Millie– respondió otra chica, debía ser la madre de Teddy–, pero puedo arreglármelas.
– ¿Ah sí?– preguntó un chico–. Esta noche, donde ya sabes, te las verás conmigo.

– Jovencitos, no debéis escuchar conversaciones ajenas– dijo una voz serenamente desde sus espaldas.
El susto que se llevaron ambos fue tremendo. El corazón de Teddy casi salía desbocado de su sitio. Se giraron para comprobar quién era y vieron a un anciano con cara de amable. Albus Dumbledore. Era verdaderamente espeluznante, el ex-director les miraba sonriente pero se temían que no les traía nada bueno.

A veces hay que confiar en el instinto y en ese momento, salieron los dos chicos corriendo de vuelta a donde estaba el profesor. Pues no tan mal, cuando volvieron el trío al presente no había ningún cambio relevante. Todos seguían de una pieza y nadie se comportaba diferente. Pero era una pena, lo único que le quedó claro a Ted de su madre era que era muy valiente y le plantaba cara a todo.

– Profesor, vámonos ya– apuró Teddy.
– Claro– el profesor apretó el giratiempos–, 1993, cuando Harry y yo aún estudiábamos. Qué recuerdos.
– ¡No, profesor!– chilló Ted–. Vayamos a 1975, a cuando Remus Lupin aún estudiaba. Tengo que decirle algo a James Potter.
– ¡James sólo tiene cinco años y está en la casa de los Potter!– se extrañó Alph.
– James Potter, el padre de Harry, bobo– le regañó su amigo.
– Si insistes...– respondió Neville–. ¡Allá vamos, 1975!

Reaparecieron en un cuarto parecido al de los 80, solo había una capa menos de polvo pero por el resto era igual. Como la vez anterior, el profesor de volvió a quedar solo en su futura oficina. Los dos recorrieron los pasillos del castillo hasta que encontraron a cuatro chicos. Aquellos jóvenes estaban tonteando entre ellos, dándose empujones.
– ¿Esos son los famosos Merodeadores?– preguntó Alph susurrando–. ¿Cuál crees que es tu padre?
– El más tranquilo– respondió cuchicheando–. Según Harry, era el bueno, el favorito de los profesores.
– Al parecer si que has salido como tu padre– comentó–. Mirándolo mejor, os parecéis bastante.
– Gracias.

Entonces sonó la campana que señalaba el final de la clase. De pronto los pasillos se inundaron de estudiantes y Teddy vio la oportunidad perfecta para acercarse a los Merodeadores. Su pelo mutó a un castaño común sin que se hubiera dado cuenta pero era justo lo que necesitaba. Se abrieron paso por el mar de estudiantes, caminaron imitando a los demás, tratando de pasar desapercibido. Cuando por fin estaban cerca, Teddy simuló un choque contra el que se suponía que era James.
– Confía en tu hijo– le susurró Teddy al oído–, él será grande. Está orgulloso de ti.
– ¿Eh?– respondió James.
– ¿Qué pasa, Cornamenta?– le preguntó uno de sus amigos.
– No... nada– titubeó él.

Teddy corrió en cuanto terminó de pronunciar las palabras, demasiada vergüenza para un solo momento, estaba hablando con el fallecido padre de su padrino. Sin darse cuenta de tropezó con alguien.
– ¡Alice!– gritó una chica–. ¿Estás bien?
– Perdón– dijo Teddy entre dientes.
– Perdonado– respondió la tal Alice, sonriente.

Teddy Lupin: ¿Quiénes eran los Merodeadores?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora