El callejón Diagon

1.4K 118 32
                                    

La abuela Andrómeda le dio unos golpecitos en el hombro al joven de cabello azul y lo abrazó. Acto seguido, el pelo del chico se torna rojo y al darse cuenta de ello, corre escaleras arriba hacia su cuarto.

El estante viejo con los álbumes de Nymphadora Tonks, la boda con Remus Lupin y, finalmente el portarretrato de cuando él era bebé. Una foto hecha con prisas, una batalla a punto de estallar. Contempla el resto de su habitación, solo había montones de libros sobre transformación clasificados en las dos estanterías al lado de su escritorio, y unos pocos pósteres que su padrino le había regalado. Se sentó en su cama, contemplando el jardín de su abuela, se imaginó a su difunta madre jugando en él.

Para cuando se dio cuenta el padrino ya estaba en el arco de la puerta. Había subido silenciosamente y lo observaba sonriendo. Siempre le había gustado el aspecto del hombre, con sus gafas redondas y la cicatriz por la que lo llamaban "el niño que sobrevivió". Para el joven, toda la segunda guerra mágica era historia, una historia en la que sus padres destacaban por héroes. Harry se apoyó en la pared y le dijo:
– Hoy hay que ir a comprar los materiales escolares, futuro mago.

Harry lo guió hacia el espejo y añadió:
– No deberías resaltar demasiado, ¿qué tal un peinado como el mío?
– No– repuso el chico–. A mí me gusta más rubio y más corto. Tu peinado es de los 80.

Los dos partieron en coche, tras haberse despedido de la abuela. Primero, pasaron por la casa de los Potter, la cual estaba en Londres. Ahí, además de saludar al resto de los miembros de la familia, dejó las maletas. El plan era que él se quedase ahí una noche e ir al día siguiente a la estación King's Cross. Eran prácticamente las 4 de la tarde cuando, por fin, entraron en el callejón Diagon, no sin antes saludar a la gente que había en el Caldero Chorreante. A veces, le parecía que su padrino conocía al mundo entero prácticamente.

Tras una exhaustiva compra de materiales, llegaron finalmente a la nueva tienda de varitas Ollivander's. Harry le había comentado que, desde la muerte del primer propietario, el primo del mismo la reabrió pasado unos años. El nuevo Sr. Ollivander era rechoncho, con unas pequeñas gafas y una enorme calva. Al verlos entrar, coge el metro y con una expresión algo tenebrosa, se acerca a Ted. Le mide el antebrazo y corre hacia el almacén. Al salir, tenía una cajita alargada en sus manos. Se la dio y él la agito, pero no pasó nada. El proceso se repitió hasta la novena (¿o tal vez décima?) varita. Al mover esta, salió una chispa. El fabricante abrió bastante sus pequeños ojos.
– 26 centímetros, núcleo de pluma de fénix y madera de aliso– la voz del Sr. Ollivander estremeció al chico, era aguda y con sonido nasal–. Es una varita muy leal y para magos avanzados. Ambos materiales son para magos de habilidad extrema, lo cual me hace pensar que tu serás uno de ellos.

Harry no desaprovechó en ir a visitar a Fred y Ronald Weasley a su tienda. Mientras que los mayores hablaban, Teddy jugueteó con algunos extraños cachivaches. Ya era prácticamente de noche cuando llegaron los dos y la bronca de Ginny Potter comenzó. A mitad de ella, el travieso James se escabulló y Ted lo siguió. James fue hasta su cuarto y allí le dijo a su amigo:
– Mira– sacó un rollo de papel de debajo de su cama–. No consigo abrirlo. Pero parece interesante.
– Seguramente esté sellado por magia– sugirió Ted–. ¿Había algo más con el mapa?
– No. Pero Ted, dime qué pone ahí. Todavía estoy aprendiendo, solo conseguí leer "mapa".
– Pone: Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta– hizo una pausa–, los proveedores de ayuda mágica a los traviesos se enorgullecen en presentar el Mapa del Merodeador.
– Mola– comenta.
– Sí, mucho, pero no sé cómo se abrirá.

En ese momento, la madre de James abrió la puerta. Los dos chicos pusieron el mapa debajo de la almohada corriendo. Tan pronto como la señora Potter abrió la boca, ambos tuvieron que irse a la cama.






N.A.: Quiero agradecer a todos vosotros y vosotras que os habéis parado y leído esta historia mía. Es gracias a vosotros que estoy llegando a puntos que no me imaginaba.
Este capítulo se lo dedico a todos los lectores y lectoras que me apreciáis.

Teddy Lupin: ¿Quiénes eran los Merodeadores?Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu