Discusión

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Nada más salir del aula de Transformaciones, un enorme círculo de formó alrededor de él. Eran mayoritariamente de Ravenclaw, algunos curiosos de Hufflepuff y también habían estudiantes que simplemente venían a ver qué pasaba. Alph tratará a de mantenerse cerca de su amigo mientras que el centro de atención quería escabullirse. Ted odiaba que las miradas se posaran sobre él, por lo cual se tornó los ojos y el cabello de colores oscuros, tiró de Alph y corrió. La jugada no salió muy bien, los Ravenclaw aparte de inteligentes y creativos eran persistentes. Ted deseó con todas sus fuerzas poder ser un animago, como la profesora, quien le miraba siendo un pequeño gato negro. Una idea pasó por su mente cuál estrella fugaz, si respondía a las preguntas de los curiosos, se libraría en algún momento. Comenzó a escuchar a los que hablaban pero era imposible, había al menos un centenar de voces agolpadas.
– ¡Silencio!– chilló desesperado, para su sorpresa, muchos se callaron–. Queréis saber qué soy, ¿no? ¿No se nota? Soy un metamorfomago. ¿No sois vosotros de Ravenclaw? ¿Cómo se os ha podido pasar esa información? Ahora dejadme en paz.

Los Gryffindor, que en algún instante se habían unido al grupo, abuchearon a los vestidos de azul y corearon en aprobación a Ted. Ellos le hicieron de escoltas al chico y su amigo hasta el comedor, allí todos se dispersaron y el dúo se encontró con Dan y Rika. Los jóvenes Ravenclaw les esperaban a ambos. Dan no mostraba ninguna expresión alegre mientras que Rika estaba muy seria.
– Venid, vuestra comida está servida– la voz de Dan tampoco daba con indicio de amistad.

Los Hufflepuff se sentaron, Alph trató de reexaminar sus rostros buscando una pizca de informalidad. Pero no la hubo. El chico de las gafas se cruzó de brazos frente a ellos, y la chica comenzó a acariciarse el pelo.
– Los Ravenclaw no están para les grites– su tono sonaba ofendido–. Solo buscan conocimiento, nadie se da por vencido en el camino hacia su ansiado destino– los ojos del chico reflejaban desacuerdo–. Eres tú no eres el incomprendido, son ellos. ¿Y así te haces llamar Hufflepuff?

Un dolor atravesó a Ted, se sentía traicionado. Quiso replicarle pero Alph se adelantó:
– Sois vosotros los que estabais tratándole como si fuera un tesoro de valor. Es un chico como el resto.
– Ah, ya sé. Helga Hufflepuff aparte de admitir a los leales, se llevaba a los que no encajaban en ninguna casa. Eso es– sus palabras eran cada vez más dañinas.
– Tú...– la voz de su amigo temblaba de rabia
– Alph basta– le paró Ted–. Acabo de darme cuenta, no vale la pena discutir con unos cabezotas. Así son en Ravenclaw, ellos lo saben todo y nosotros nada. Ellos siempre están en lo correcto, nosotros en lo erróneo. Hasta aquí hemos llegado, Daniel, ya has dejado de ser mi amigo.
– Todo un placer– dicho esto, se levantó con un movimiento brusco y se marchó. Rika le siguió, confusa.

Alph y Ted continuaron sus clases, tenían Herbología por la tarde y también Vuelo. Para él, que se quedó dormido la primera noche, era cuando iba a ver a la profesora encargada de Hufflepuff. Pero para su sorpresa, quien les esperaba no era una profesora bajita y rechoncha, más bien era un joven de aspecto menudo y de la edad de su padrino. Al ver a sus alumnos entrar, les sonrió aunque parecía estar pensando en algo más. Cuando el profesor contó que ya estaban todos, la clase empezó:
– Hola chicos. Soy Neville Longbottom– se presentó–. La mayoría pensaréis que debería daros la profesora Sprout, pero no. ¡Sorpresa!– él parecía muy contento y emocionado, pero nadie más, todo el mundo trataba de descifrar si era bueno o malo–. Yo seré vuestro profesor de Herbología este año, no sé si el año que viene también pero eso da igual. A lo que íbamos...

Ted se sumió en sus pensamientos a mitad del discurso del profesor Longbottom. No sabía exactamente qué estaba haciendo, lo único que su mente y su cuerpo iban a ritmos diferentes. En su cabeza, cavilaba sobre lo que pasó durante la comida, mientras que sus manos hacían todo lo que había que hacer. Se sentía como en una burbuja, no escuchaba nada de lo que le decían pero parecía seguir las instrucciones a la perfección. No se había dado cuenta siquiera de que había terminado la clase, sin embargo sus piernas andaban solas junto a Alph. Entonces, el profesor se lo tocó en el hombro y salió de la burbuja.
– Edward Lupin– le llamó–. Necesito hablar contigo. Si quieres, puedes venirte tú también– le dijo dirigiéndose a Alph.

Entraron los tres en una salita, el profesor les ofreció té pero ellos lo negaron. Los tres se acomodaron en los sillones del cuarto y cuando el profesor se sirvió su café, les habló:
– Edward, bueno, Teddy– se corrigió–. Jaja, ahora no sé ni cómo llamarte.
– Espere, profesor...– ¿el profesor le conocía?
– Siento interrumpirte pero prefiero que me tutees.
– Emm, vale... ¿usted... no, tú me conoces?– Ted estaba aturdido.
– Sí, a tu padre y a ti– Neville Longbottom se cruzó de brazos con una expresión tranquila–. Os parecéis mucho, salvo por tu pelo azul.
– Eso puedo arreglarlo– interrumpió Ted y basándose en las fotos de su padre, Remus, transformó su pelo de otro color.
– Así mucho mejor. Ser un metamorfomago es increíblemente cómodo.
– Profesor, ¿y de qué quieres hablarme?
– Verás, es sobre tu padrino.

Teddy Lupin: ¿Quiénes eran los Merodeadores?Where stories live. Discover now