¿Presente?

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Los dos chicos corrieron por los pasillo hacia el reencuentro con el profesor. Por suerte no se tropezaron con nadie más ni nadie se percató de su presencia. Los corredores de Hogwarts no había cambiado en absoluto durante tantísimos años, espeluznante. Lo más terrorífico era sin duda que volvieron a encontrarse con el profesor Dumbledore, más joven que antes incluso, pero era Dumbledore. Trataron de evitarlo pero el anciano les sonrió amablemente, aunque ellos hicieron como si no lo hubieran visto.

Al llegar, Neville estaba recostado sobre el suelo y apoyado en la pared. Su mirada era más que de aburrimiento y al ver a sus estudiantes llegar, se le iluminaron los ojos.
– ¿Ya está?– preguntó algo desperado–. Me he aburrido demasiado.
– Profesor, ¿qué tal si le dejamos en el presente y nos cubre?– sugirió Ted–. Así también estaremos más tranquilos.
– De todas maneras íbamos a volver para ver que no habíais metido la pata– comentó Longbottom.

Los viajes en el tiempo se sentían como viajes en coche  elevado a la decima potencia, que es igual a estar a punto de vomitar. Pero algo pareció salir mal. La silueta del profesor Longbottom se fue desdibujando, Teddy y Alph alargaron sus brazos hacia Neville. La cara del profesor era la personificación del horror. Las manos de los estudiantes dieron un tumbo en el aire y golpearon a la nada.

Su alrededor volvió a aparecer pero no tenia nada que ver con el mundo que conocían. Todo tenía un aspecto más tenebroso, más sombrío. Teddy y Alph miraron a sus alrededores, incluso Hogwarts no parecía el mismo. Los dos salieron de la salita que seguía desierto. Muchos estudiantes se paseaban por los pasillos, era hora del descanso.

Rika y Daniel localizaron al instante a los dos amigos.
– Alphonse Urquart, ¿cómo has podido caer tan bajo?– pregunto Daniel.
– No me creo que mi novio haya estado con un traidor de la sangre– dijo Rika asombrada–. Por favor, Alph ve a darte una ducha– le suplicó la chica.
– ¿Eres mi novia?– preguntó Alph en respuesta, más que sorprendido.
– Edward Lupin, ¿qué has hecho con nuestro amigo?– chillo Daniel–. Se lo diré a la directora Umbridge.
– ¿Yo qué he hecho?– gritó Teddy desesperado.
– Rika, Daniel– dijo Alph por encima de todos–, necesito estudiar, voy a la biblioteca– le dijo a Teddy con la mirada que confiara en él.

Pero todo fue a peor para Teddy: la tal directora Umbridge le castigó a barrer el suelo después del partido de Quidditch y a limpiar los baños de la segunda planta. Por mucho que el joven Ted intentaba defenderse, no pudo reducir el castigo.

Asistió al resto de las clases que tenía durante el día. Fue lo más extraño que jamás se pudo imaginar. Habían profesores que no conocía de nada, que si no hablamos de sus macabras personalidades, Teddy juraría que eran ex mortífagos. La mayoría de las asignaturas que tenía eran las mismas pero con un toque terrorífico: en Historia de la Magia hacían un extraño hincapié en la pureza de la sangre . Además que en todas las clases los separaban de una manera que solo llegó a entender pasadas unas horas: pureza e impureza.

Toda aquella forma de distinción entre los estudiantes era visible incluso, en la comida. Las raciones eran mucho más humildes y reducidas para los traidores, los mestizos y los nacidos de muggles. Había una separación también en los sitios del comedor. Los puros menospreciaban y se burlaban de sus compañeros con todo tipo de bromas de mal gusto.

A Teddy le tenían un odio especial, puede que por la licantropía de su difunto padre o por la traición de la ascendencia por parte de madre. Fuera lo que fuese, en el comedor no se libró de las zancadillas, una de ellas casi le hace clavarse los cubiertos, ni de la comida voladora. Al salir del Gran Comedor, Ted no solo estaba avergonzado sino que también estaba malherido. Tenía un par de cortes de la paliza que le dieron y puede que un morado en la pierna.
– Te lo tienes merecido– le decían algunos–, Lupin.
– ¿Cómo tienes la cara de venir?– le escupían otros.
– No deberías estar en Hogwarts– se burlaban–. No eres merecedor de ello.
– El Señor Tenebroso ha sido demasiado amable dejándote vivo– le dijo Zabini descaradamente–. Tú eres escoria para la magia y para los magos.

Dobló la esquina tristemente y se tropezó con una vieja bruja. Asustado, dio un paso para atrás y se cubrió la cara con sus brazos. Para su sorpresa, no era otra que la anciana profesora McGonagall. La profesora que ahora no era siquiera la jefa de Gryffindor, le sonrió y le llevó hasta su oficina.

La profesora le guió hasta un humilde sofá de su modesta sala. No parecía que fuera una sala digna de su directora, era más bien para... una persona sospechosa. Aún así, la profesora lo recostó y le curó las heridas.
– Teddy, resiste– le animó–. Tú eres fuerte, como tu padre.
– Profesora– le dijo el chico–, hábleme de él.
– Fue un héroe– resumió.
– Un héroe que abandonó a su hijo de apenas un mes– dijo con disgusto.

Teddy Lupin: ¿Quiénes eran los Merodeadores?Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt