Primeras clases

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El primer despertar no fue agradable que digamos. Un estudiante de quinto año llegó a la habitación de Ted y se dispuso a tocar la cacerola. Nadie podía seguir durmiendo así, todos los del cuarto se despertaron en los primeros diez toques, mientras que los dormitorios vecinos a los veinte. Ted trató de conciliar el sueño de nuevo, se tapó con las sábanas y la almohada sobre la cabeza. Se hizo el vago hasta que alguien le tocó, era su compañero y amigo Alph. Alph tenía buena cara, parecía hasta gustarle levantarse pronto. Cuando por fin el dormilón se incorporó, vio a 4 chicos que no conocía, sin embargo dedujo que eran sus compañeros de habitación. No quiso pensar en ello, se deslizó en su túnica y cuando fue a coger el material para las clases de dio cuenta de algo:
– ¿Qué tenemos ahora, Alph?
– Encantamientos y Transformaciones– entonces se percató el amigo–. Ayer anoche te quedaste dormido muy pronto. Todos nos presentamos, la profesora Sprout vino a presentarse y nos dio los horarios.
– ¿Sólo por una cabezadita? Sí que me he perdido cosas...
– Te llamas Edward, ¿verdad?– le preguntó un chico de aspecto menudo–. Nymphadora Tonks es tu madre, ¿es eso verdad?. Soy Finn– Ted abrió la boca para hablar pero el chico no paró–, tu compañero de clase, de cuarto, de media vida prácticamente. Y esos son– señaló a un pelirrojo– Richard, el del baño es Harley y aquel de la ventana, Hughes.

Por fin Finn terminó su discurso, Ted cogió sus cosas para las materias y le respondió:
– Me llamo Ted, o Teddy si os gusta más. Y sí, mi madre se llamaba así. Emm y... un gusto conoceros.

Richard se acercó a él y lo examinó.
– ¿Eres familiar de los Potter? Te vi el día hace unos días en el callejón. Ibas con Harry Potter– comentó.
– Ah, sí. Harry es mi padrino– explicó Ted–. Es muy bueno conmigo y me trata como a su familia.
– Basta de cháchara– un prefecto se asomó por la puerta–. Ya es casi la hora, llegaréis tarde en vuestro primer día.

Cada uno de los seis llevaba una tostada en la boca cuando llegaron al aula de Encantamientos. Al abrir el portón, los ojos de los Slytherin y unos cuantos Hufflepuff recayeron sobre ellos, por suerte, el profesor Flitwick no había llegado todavía. Tomaron asiento en una de las filas traseras, Ted y Alph se fijaron en cómo Travis Zabini se burlaba de un Hufflepuff que no conocían:
– ¡Sangre sucia! No deberías estar aquí. Esto es para gente mágica, ¡y tú no puedes ni soltar chispas con la varita! – la mirada del chico era cruel y orgullosa mientras pronunciaba sus palabras llenas de despareció–. Tuvo que haber un error cuando mandaron las cartas.
– Oye, Zabini– interrumpió Ted–. No eres quien para decirle nada. Ni tú ni yo, sólo él decide lo que es. La pluma que escribe las cartas nunca se equivoca, será un gran mago.
– Edward Remus Lupin, hijo de dos traidores de la sangre...
– Si él es traidor de la sangre– esta vez fue Alph quien no estuvo de acuerdo–, tu madre millonaria es traidora de la moral, tu eras el hijo de su ¿octavo o noveno matrimonio?
– Alphonse Alexander Urquart– la cara del joven de Slytherin se puso rojo de furia–, te doy este momento para arrepentirte de tus palabras y...
– No hace falta, mi orgullo ha hecho que tenga la fea costumbre de no tragarme mis palabras. Se siente, señorito Zabini– escupió Alph.

En algún momento cercano a este, el profesor de la asignatura entró en la clase. Dio unos golpecitos con su varita sobre la mesa y los estudiantes de las primeras filas le atendieron. Pero no tuvo tanta suerte con los de las últimas mesas, por lo cual convocó una pequeña explosión. Todos los alumnos temblaron y los murmullos comenzaron. El profesor se aclaró la garganta, artificialmente sonora:
– La clase ya ha comenzado. Que sea pequeño no significa que sea inexistente. Os aviso de que no me tiembla la mano al quitar puntos.

La clase fluyó lentamente, se alargó y parecía durar más de cien rosarios. A la hora en la que a Ted prácticamente se le caía la baba, el señor dio permiso a sacar las varitas y practicar el conjuro Aquamenti. Alph tuvo que empezar solo, cuando consiguió aparecer su primer litro de agua, señaló con la varita a Ted, quien por supuesto reaccionó ante eso. Ted se mostró habilidoso para el oficio y aprovechó para restregárselo al Zabini, que sólo había convocado unas gotitas:
– ¿Qué, purasangre? ¿No puedes ni con un litro de agua?– se burló Ted.
– No me compares con caballos– siseó Zabini–, sólo estaba calentando. Ya verás qué es bueno.

Aún que la frase sonaba bastante convencida, el mago de la casa de la serpiente siguió sin poder invocar mucha agua. La clase fluyó y ya era la hora de Transformaciones, la cual les coincidía con Ravenclaw. Cuando llegaron Alph y Ted, cabía de esperar que todos los que ya estaban sentados vestían de azul. Al verlos asomaba la cabeza por la enorme puerta, Dan los saludó con la mano y les indicó que se sentarán junto a él. La profesora McGonagall venía justo detrás de ellos y no les dio tiempo a hablar. La profesora no había dejado todavía las cosas cuando comenzó a dar clase:
– Silencio, jovencitos. Escuchadme. Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderán en Hogwarts. Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya estáis advertidos.

Más de uno silbó, las palabras de la profesora eran ciertamente fuertes y afiladas pero a la vez impresionantes. No había pasado apenas un segundo cuando la directora se volvió a meter en su materia. Hizo aparecer una cerilla per cápita y ordenó:
– Tengo más de una cosa por hacer, intentad transformar algo con la cerilla. Si podéis, venid a enseñarme vuestro logro. Lo ideal sería que lo transformarais en una aguja.

Ted se puso de pie cuando dio por hecho que ya podía ir a presentarle su resultado. Al plantarse delante de la señora McGonagall, está le miró por el filo de sus pequeñas gafas, como si esperaba que él hablase.
– Señora, ya he conseguido transformar algo. Si es que lo considera válido– dijo entre dientes, de pronto quiso no haber hecho eso, al menos cincuenta alumnos voltearon la vista a verlo.
– Aja. ¿Podría hacer una demostración?– la voz de la profesora parecía tantear lo que podía hacer el chico.
– Por supuesto– Teddy se pasó la mano por el pelo, acariciándoselo, el cabello se fue tornando cada vez más azul–. Igual, ya estaba cansado del rubio. Es más cómodo el azul.

Todos los alumnos se quedaron boquiabiertos, algunos sospecharon la trascendencia del llamado Ted Lupin y algunos pensaron que era debido a su gran padrino. Cualquiera que fuera las opiniones de los demás, la profesora los acalló y Ted continuó hablando:
– Sí quiere ver una aguja, también la puedo transformar– agitando la varita, la cerilla que sostenía en su mano izquierda se convirtió en aguja–. Desde pequeño, cogía la varita de la abuela para transformar cosas, es... una especie de hobby.







N.A.: Capítulo dedicado a minervaevans , EnchartedPrincess , Nero_chaaan  y pizza_girl24 . Amigas mías de la vida real y que me han apoyado para que siguiera en Wattpad

Teddy Lupin: ¿Quiénes eran los Merodeadores?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora