Cambio de aires

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Harry condujo aproximadamente unas cinco o seis horas hasta que Ted comenzó a divisar Londres. Como había intuido, se dirigieron hacia un área rural, no demasiado lejos de la gra ciudad. El caminito se hacía cada vez más estrecho y oscuro, los árboles que habían a los lados eran sombríos y viejos. Todo tenía un aura algo maligna, pero Ted estaba acostumbrado a él. A diferencia al resto, ese paisaje le resultaba a veces hasta acogedor, cercano y familiar. Desde pequeño, había pasado mucho tiempo aquí, entre otras cosas, porque la casa de la abuela Andrómeda estaba a un paseo. Cuanto más se adentraban, la ruta daba más oustas de hacia donde iban, pero concretamente Ted no las necesitaba.

Al llegar al claro, Ted bajó del coche, aún en marcha. Aterrizó en el suelo de una voltereta y estaba delante de las dos piedras, las piedras que llevaban los nombres de "Remus John Lupin" y "Nymphadora Lupin" y debajo de ambos ponía, 2 de mayo de 1998. Aquella fecha no había marcado a Ted al instante, pero con el pasar de los años, la recordaba cada vez más. Extendió el brazo y pasó la yema de las manos por las dos lápidas. Entonces, notó un pequeño, pero no por ello ignorable, peso. Era su padrino, Ted no necesitaba girarse para saber la cara de su padrino, la sabía perfectamente, pues siempre ponía la misma cuando venía al lugar. Sintió la necesidad de decir algo que lo calmara, abrió la boca un par de veces hasta que consiguió articular:

– No es tu culpa... de parte de mis padres y de la mía.

Supo que Harry sonrió al escucharle, pero también deducía que era un sonrisa triste. Se odiaba a veces, desde que era un enano lo hacía, le quitaba tiempo a su padrino aun a sabiendas de que tenía mucho trabajo. Nunca había sido un chico extremadamente cariñoso, pero de vez en cuando le daba un arrebato. Sólo quería ser el centro de atención, aunque fuera solo por unos minutos. Ted había crecido con la falta de amor paternal y maternal, algo que ni su abuela o su padrino podían suplantar. Agitó instintivamente la cabeza, debía ser fuerte.

Se puso de pie y caminó a paso apretado hacia el coche, ya tenía suficiente tristeza para digerir. Su acompañante le siguió con la mirada al principio y luego se levantó también, él entendía a la perfección a su ahijado y sabía qué le pasaba. Esta vez, no pasaron a saludar a la abuela Andrómeda, ninguno de los dos quería que se excediese. Tardaron otra hora más hasta que se reencontró con los pequeños Potter. Los dos se abalanzaron sobre Ted, como gatos sobre su presa. Esto hizo que Ted suspirara de la nostalgia.

Los días siguientes los pasó junto a la señora Potter, pues el resto de la familia salía a trabajar o al colegio. La señora Potter era una mujer interesante, siempre tenía alguna historia que contarte y si aún así te sobraba tiempo, también te ponía a hacerle recados. La señora Potter le había sonsacado, en uno de esos ratos de conversación, su discusión con Daniel Gugan.

– Teddy, no digo que él tenga razón– le dijo a modo de solución–, pero tu actitud tampoco es mejor. ¿Eres especial?, sí. ¿Ellos tienen derecho a preguntar?, también– admitió ella–. ¿Pero su reacción fue buena?, para nada. ¿Me escuchas?– le preguntó–, ni tú ni él tenéis razón. Cuando vuelvas le pedirás perdón pero no te quedes satisfecho hasta que él lo haga también– aconsejó, la expresión de la mujer era seria y Ted lo sabía–. A veces debes pedir perdón antes de perdonar.

El resto de los días siguientes no contuvieron nada interesante. Para cuando Ted quiso darse cuenta, ya estaba en el coche de vuelva a Hogwarts, su colegio, su casa, su rutina. Ted sabía que algo grande le esperaba pero no se contuvo a preguntarle a su padrino sobre el Mapa del Merodeador, al cual se había pasado horas mirando durante su descanso. Su padrino le confesó que le perteneció por un tiempo pero ahora lo había perdido. Obviamente Ted no le mencionó que era él quien se lo llevó, justificandose con que lo había visto una vez sobre su escritorio. Harry tampoco supo decirle quiénes eran los patrocinadores de aquel invento, lo único que consiguió aportar fue que se hacían llamar Merodeadores.

Teddy Lupin: ¿Quiénes eran los Merodeadores?Where stories live. Discover now