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~Dave~

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~Dave~

Perdón.

El perdón, es quizás la acción de la que todo el mundo habla, pero sin duda, la que pocos practican. Es muy fácil hablar, pero difícil llevarlo a cabo.

Siempre me he considerado de las personas que eligen disculparse sobre todas las cosas, que sienten el pedir perdón como una liberación; aún cuando muchas de las veces no me corresponde hacerlo.

Es difícil perdonar, pero más difícil es aceptar el error que cometimos y responsabilizarnos por ello, el orgullo quema y destruye.

¿Perdonar, o ser perdonado?

Tú eliges, solo recuerda que ambas deben ser sinceras: Pedir perdón se debe hacer en verdad, no solo expresarlo con un sinsentido de palabras; perdonar debe ser de verdad, desde el corazón, las cosas no se olvidan, pero se superan y es trabajo no solo de una persona...

Eran las cinco de la mañana, desperté con el estruendoso sonido de mi alarma, honestamente dormir no fue sencillo, mi cuerpo se sentía tenso. Seguro eran los nervios por este día tan abrumador.

De inmediato me levanté, con algo de dificultad, pero comencé por ordenar la habitación, preparé las prendas y corrí a la ducha. Cuando terminé de arreglarme, bajé por un pequeño desayuno y faltaban aún quince minutos para la hora de la llegada.

Estaba imaginando miles de situaciones y escenarios sobre este día, había tanto que pensar: El nuevo empleo, hablar con Malek y Sam, y tratar de pensar en ayudar a Violette; esa era la parte que más me angustiaba y la de mayor prioridad para mí. Entiendo lo difícil que es para una chica sentirse bien consigo misma, lo sé muy bien por Sam, aunque es mayor que yo por casi cinco años, siempre he estado al tanto de lo que sucede y varias veces me he metido en problemas por la misma razón. Ninguna persona debería ocultar quien es para encajar en algún lugar, las diferencias son las cosas que nos hacen únicos, y entiendo que los estereotipos pueden convertirse en una barrera para cualquiera, pero la perfección es relativa, Violette es perfecta aún cuando tiene cosas imperfectas.

Escuché el claxon del auto afuera de la entrada, de inmediato salí. Por fortuna, mientras divagaba en mis pensamientos, pude hacer otras cosas y cepillarme los dientes.

Noté lo lujoso que era el auto, se trataba de un Rolls Royce. Cuando era niño me obsesionaba con esos autos, sabía que nunca tendría uno, pero poder estar dentro era un lujo para mí. Incluso el aroma era único, los asientos cubiertos por piel y ese olor peculiar a nuevo, era una experiencia extraña que me encantó.

Un chico moreno, un poco más alto que yo, bajó del asiento del conductor y, luego de llegar hasta el costado contrario del auto, abrió la puerta dándome la entrada. Me sentí importante, pero no me emocionaba, este momento no era lo mejor de mi vida.
Al momento de subir, el chofer comenzó a conducir, yo estaba muy nervioso y angustiado por cómo irían las cosas. Tener al señor Dewey a mi costado lo empeoraba aún más.

Enamorada del chico del barDonde viven las historias. Descúbrelo ahora