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~Joyce Dewey~

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~Joyce Dewey~

Se cree que la historia sirve para evadir los errores pasados, y enmendar aquellos que se han cometido. El pasado puede ser más significativo que el mismo destino, pero el destino está sobrevalorado, e incluso, poco comprobado; en cambio la experiencia define y crea conciencia para eludir el error del presente y nuestro mañana...

Mi nombre es Joyce Dewey; Joyce Harmon, antes de mi matrimonio.

Nací en 1965, una época complicada, pues en esta década, hubo momentos de mayor conflicto político entre los bloques formados por Estados Unidos y la Unión Soviética, en la llamada Guerra Fría; además del asesinato de uno de los más reconocidos presidentes americanos y, una época de gran cultura musical.

Crecí en un pequeño pueblo de Queens. Viví en el seno de una familia humilde y de campo, mi madre nos abandonó a mi padre y a mí por la misma razón, no recuerdo demasiado de ella; se marchó cuando yo era tan solo una niña de escasos dos años de edad. Jamás supe de ella después, escuché rumores sobre su matrimonio con un hombre adinerado, otros dicen que murió al parir a quien sería mi hermanastro, que se fue de viaje y cambió su nombre, entre muchos otros infundios más; sin embargo, ninguno se comprobó.

Desde pequeña sabía que mi vida no sería sencilla, no sabía lo complicado que sería no contar con una figura maternal que me guiara en el camino, pero tenía a mi padre como la mayor bendición de todas, me hacía sentir completa, cumplió el rol de madre y padre al mismo tiempo y siempre agradecí por ello.

Ir a la escuela siempre fue algo casi imposible para mí. Mi padre ganaba poco con las cosechas de verduras, yo ganaba un poco más con la venta de verduras y frutas en el mercado. Desde que tengo memoria, viví mi infancia paseando en mi bicicleta haciendo entregas.

El primer regalo que recibí fue un libro sobre historia, para ese entonces tenía seis años. Mi padre siempre trató de educarme bien, no quería criar una chica ignorante que no podría valerse por sí misma. Éramos pobres, pero la ignorancia no tendría lugar en mi vida gracias a él y su sacrificio por mi educación.

Cuando cumplí doce, la vida ya no parecía ser tan desfavorable para nosotros. Una tarde antes del anochecer, el señor Dewey se acercó a nuestras tierras, el señor Bruce Dewey era, en ese entonces, dueño de una fábrica textil. Estaba interesado en comprar nuestras tierras y, mi padre, a pesar de no haber estado de acuerdo con totalidad, accedió. Mi padre siempre quiso lo mejor para mí, quería que fuera a la escuela como cualquier niña de mi edad debía hacerlo.

El señor Dewey se portó amable por varios años, le ofreció empleo a mi padre en la empresa de textiles y yo pude ir a la escuela. Fácilmente me hice de amigas, no era la chica más popular, pero mis actitudes siempre fueron destacadas por los valores que mi padre me inculcó.

Los años pasaron y, cuando tenía quince, conocí a mi primer amor y al amor de mi vida «antes de mi amada Violette»: Henry Fitcher.

Enamorada del chico del barDonde viven las historias. Descúbrelo ahora